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Title: Los Sueños, Volume II
Author: Quevedo, Francisco de
Language: Spanish
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*** Start of this LibraryBlog Digital Book "Los Sueños, Volume II" ***


                        NOTAS DEL TRANSCRIPTOR

En la versión de texto sin formatear las palabras en itálicas están
indicadas _así_ y las palabras en negritas =así=.

La cubierta del libro fue agregada por el Transcriptor y ha sido puesta
en el dominio público.

El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción ha sido el
de respetar las reglas de la Real Academia Española vigentes cuando se
imprimió la presente edición, que difieren de las actuales. Esto se
aplica a las notas producidas por el editor de la obra, Julio Cejador y
Frauca. También se adecuó la ortografía de las mayúsculas acentuadas a
las reglas establecidas por la RAE.

Sin embargo, en instancias en que el editor o el autor citan textos
de otras obras, el criterio seguido fue el de preservar la forma de
escritura original. Por consiguiente se advierte al lector que es
posible detectar alguna inconsistencia en la ortografía de una misma
palabra en dos partes diferentes de la obra.

Errores evidentes de impresión y de puntuación han sido corregidos.

El Índice de capítulos, incluido al final en la publicación original,
ha sido trasladado al principio por el Transcriptor.


                   *       *       *       *       *

                                QUEVEDO



                         CLÁSICOS CASTELLANOS

                                QUEVEDO

                                  III

                              LOS SUEÑOS
                                  II

               EDICIÓN Y NOTAS DE JULIO CEJADOR Y FRAUCA

                                MADRID
                       EDICIONES DE “LA LECTURA”
                                 1917



                                ÍNDICE

                                                              PÁG.

        EL MUNDO POR DE DENTRO                                 7

        LA HORA DE TODOS Y LA FORTUNA CON SESO                57



                             EL MUNDO POR
                               DE DENTRO


Sacan las primeras ediciones al margen los asuntos y personas de que
se compone el discurso, y son los siguientes: “desengaño, hipocresía,
todos son hipócritas en el mundo, hidalgo, caballero, discretos,
viejos, niños, niños, en todos los nombres de las cosas hay hipocresía,
los pecados todos son hipocresía, hipócritas, entierro y procesión de
una difunta, el viudo, explicación del entierro y procesión, viudo,
luto y llanto de una viuda, explicación de la tristeza y luto de la
viuda, alguaciles tras un ladrón, escribano, corchetes, alguaciles,
escribano, rico con carroza, criados y bufones, mujer hermosa con
manto, desengaño de la hermosura de la mujer”. El título en el Ms. de
Lastanosa aparece de este modo: _Discurso del mundo por de dentro y
por de fuera_.



                       A DON PEDRO GIRÓN, DUQUE
                    DE OSUNA, MARQUÉS DE PEÑAFIEL,
                           CONDE DE UREÑA[1]


Estas burlas, que llevan en la risa disimulado algún miedo provechoso,
envío para que vuecelencia se divierta de grandes ocupaciones algún
rato. Pequeña es la demostración; mas yo no puedo dar más, y sólo me
consuela ver que la grandeza de vuecelencia a mucho menos hace honra y
merced. En la Aldea, abril 26 de 1612[2].

                               DON FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS



                               AL LECTOR

                   COMO DIOS ME LO DEPARARE, CÁNDIDO
            O PURPÚREO, PÍO O CRUEL, BENIGNO O SIN SARNA[3]

Es cosa averiguada, así lo siente Metrodoro Chío y otros muchos, que
no se sabe nada y que todos son ignorantes. Y aun esto no se sabe
de cierto: que, a saberse, ya se supiera algo; sospéchase. Dícelo
así el doctísimo Francisco Sánchez, médico y filósofo, en su libro
cuyo título es _Nihil scitur_: No se sabe nada. En el mundo, fuera
de los teólogos, filósofos y juristas, que atienden a la verdad y al
verdadero estudio, hay algunos que no saben nada y estudian para saber,
y éstos tienen buenos deseos y vano ejercicio: porque, al cabo, sólo
les sirve el estudio de conocer cómo toda la verdad[4] la quedan
ignorando. Otros hay que no saben nada y no estudian, porque piensan
que lo saben todo. Son déstos muchos irremediables. A éstos se les ha
de envidiar el ocio y la satisfacción y llorarles el seso. Otros hay
que no saben nada, y dicen que no saben nada porque piensan que saben
algo de verdad, pues lo es que no saben nada, y a éstos se les había
de castigar la hipocresía con creerles la confesión. Otros hay, y en
éstos, que son los peores, entro yo, que no saben nada ni quieren saber
nada ni creen que se sepa nada, y dicen de todos que no saben nada y
todos dicen dellos lo mismo y nadie miente. Y como gente que en cosas
de letras y ciencia tiene que perder tan poco, se atreven a imprimir
y sacar a luz todo cuanto sueñan. Éstos dan que hacer a las imprentas,
sustentan a los libreros, gastan[5] a los curiosos y, al cabo, sirven
a las especierías[6]. Yo, pues, como uno déstos, y no de los peores
ignorantes, no contento con haber soñado el Juicio ni haber endemoniado
un alguacil, y, últimamente, escrito el Infierno, ahora salgo (sin ton
ni son; pero no importa, que esto no es bailar[7]) con el _Mundo por
de dentro_. Si te agradare y pareciere bien, agradécelo a lo poco que
sabes, pues de tan mala cosa[8] te contentas. Y si te pareciere malo,
culpa mi ignorancia en escribirlo y la tuya en esperar otra cosa de mí.
Dios te libre, lector, de prólogos largos y de malos epítetos.



                               DISCURSO


Es nuestro deseo siempre peregrino en las cosas desta vida, y así,
con vana solicitud, anda de unas en otras, sin saber hallar patria
ni descanso. Aliméntase de la variedad y diviértese con ella, tiene
por ejercicio el apetito y éste nace de la ignorancia de las cosas.
Pues, si las conociera, cuando cudicioso y desalentado las busca, así
las aborreciera, como cuando, arrepentido, las desprecia. Y es de
considerar la fuerza grande que tiene, pues promete y persuade tanta
hermosura en los deleites y gustos, lo cual dura sólo en la pretensión
dellos; porque, en llegando cualquiera a ser poseedor, es juntamente
descontento[9]. El mundo, que a nuestro deseo sabe la condición para
lisonjearla, pónese delante mudable y vario, porque la novedad y
diferencia es el afeite con que más nos atrae. Con esto acaricia
nuestros deseos, llévalos tras sí y ellos a nosotros.

Sea por todas las experiencias mi suceso, pues cuando más apurado me
había de tener el conocimiento destas cosas, me hallé todo en poder
de la confusión, poseído de la vanidad de tal manera, que en la gran
población del mundo, perdido ya, corría donde tras la hermosura me
llevaban los ojos, y adonde tras la conversación los amigos, de una
calle en otra, hecho fábula de todos. Y en lugar de desear salida al
laberinto, procuraba que se me alargase el engaño. Ya por la calle de
la ira, descompuesto, seguía las pendencias pisando sangre y heridas;
ya por la de la gula veía responder a los brindis turbados. Al fin, de
una calle en otra andaba, siendo infinitas, de tal manera confuso, que
la admiración aún no dejaba sentido para el cansancio, cuando llamado
de voces descompuestas y tirado porfiadamente del manteo[10], volví la
cabeza.

Era un viejo venerable en sus canas, maltratado, roto por mil partes el
vestido y pisado. No por eso ridículo: antes severo y digno de respeto.

--¿Quién eres--dije--, que así te confiesas envidioso de mis gustos?
Déjame, que siempre los ancianos aborrecéis en los mozos los placeres y
deleites, no que dejáis de vuestra voluntad, sino que, por fuerza, os
quita el tiempo. Tú vas, yo vengo. Déjame gozar y ver el mundo.

Desmintiendo[11] sus sentimientos, riéndose, dijo:

--Ni te estorbo ni te envidio lo que deseas; antes te tengo lástima.
¿Tú, por ventura, sabes lo que vale un día? ¿Entiendes de cuánto precio
es una hora? ¿Has examinado el valor del tiempo? Cierto es que no,
pues así alegre le dejas pasar hurtado de la hora, que, fugitiva y
secreta, te lleva preciosísimo robo. ¿Quién te ha dicho que lo que ya
fué volverá, cuando lo hayas menester, si lo llamares? Dime: ¿has visto
algunas pisadas de los días? No, por cierto, que ellos sólo vuelven la
cabeza a reírse y burlarse de los que así los dejaron pasar. Sábete que
la muerte y ellos están eslabonados y en una cadena, y que, cuando más
caminan los días que van delante de ti, tiran hacia ti y te acercan a
la muerte, que quizá la aguardas y es ya llegada, y, según vives, antes
será pasada que creída. Por necio tengo al que toda la vida se muere de
miedo que se ha de morir, y por malo al que vive tan sin miedo della
como si no la hubiese.[12] Que éste la viene a temer cuando la padece,
y, embarazado con el temor, ni halla remedio a la vida ni consuelo a
su fin. Cuerdo es sólo el que vive cada día como quien cada día y cada
hora puede morir.

--Eficaces palabras tienes, buen viejo. Traído me has el alma a mí, que
me la llevaban embelesada vanos deseos. ¿Quién eres, de dónde y qué
haces por aquí?

--Mi hábito y traje dice que soy hombre de bien y amigo de decir
verdades, en lo roto y poco medrado, y lo peor que tu vida tiene es no
haberme visto la cara hasta ahora. Yo soy el Desengaño. Estos rasgones
de la ropa son de los tirones que dan de mí los que dicen en el mundo
que me quieren, y estos cardenales del rostro, estos golpes y coces me
dan en llegando, porque vine y porque me vaya. Que en el mundo todos
decís que queréis desengaño, y, en teniéndole, unos os desesperáis,
otros maldecís a quien os le dió, y los más corteses no le creéis. Si
tú quieres, hijo, ver el mundo, ven conmigo, que yo te llevaré a la
calle mayor, que es adonde salen todas las figuras, y allí verás juntos
los que por aquí van divididos, sin cansarte. Yo te enseñaré el mundo
como es: que tú no alcanzas a ver sino lo que parece.

--Y ¿cómo se llama--dije yo--la calle mayor del mundo donde hemos de ir?

--Llámase--respondió--Hipocresía. Calle que empieza con el mundo y se
acabará con él, y no hay nadie casi que no tenga sino una casa, un
cuarto o un aposento en ella. Unos son vecinos y otros paseantes: que
hay muchas diferencias de hipócritas, y todos cuantos ves por ahí lo
son.

Y, ¿ves aquél que gana de comer como sastre y se viste como hidalgo?
Es hipócrita, y el día de fiesta, con el raso y el terciopelo y el
cintillo y la cadena de oro, se desfigura de suerte que no le conocerán
las tijeras y agujas y jabón y parecerá tan poco oficial, que aun
parece que dice verdad.

¿Ves aquel hidalgo con aquél que es como caballero? Pues, debiendo
medirse con su hacienda, ir solo, por ser hipócrita y parecer lo que
no es, se va metiendo a caballero, y, por sustentar un lacayo, ni
sustenta lo que dice ni lo que hace, pues ni lo cumple ni lo paga. Y
la hidalguía y la ejecutoria le sirve sólo de pontífice en dispensarle
los casamientos que hace con sus deudas: que está más casado con ellas
que con su mujer.

Aquel caballero, por ser señoría, no hay diligencia que no haga y ha
procurado hacerse Venecia por su señoría, sino que, como se fundó en el
viento para serlo, se había de fundar en el agua. Sustenta, por parecer
señor, caza de halcones, que lo primero que matan es a su amo de hambre
con la costa y luego el rocín en que los llevan, y después, cuando
mucho, una graja o un milano.

Y ninguno es lo que parece. El señor, por tener acciones de grande, se
empeña y el grande remeda ceremonia de Rey.

Pues ¿qué diré de los discretos? ¿Ves aquel aciago de cara[13]?
Pues, siendo un mentecato, por parecer discreto y ser tenido por
tal, se alaba de que tiene poca memoria, quéjase de melancolías,
vive descontento y préciase de malregido, y es hipócrita, que parece
entendido y es mentecato.

¿No ves los viejos, hipócritas de barbas, con las canas envainadas en
tinta, querer en todo parecer muchachos? ¿No ves a los niños preciarse
de dar consejos y presumir de cuerdos? Pues todo es hipocresía.

Pues en los nombres de las cosas, ¿no la hay la mayor del mundo? El
zapatero de viejo se llama entretenedor del calzado. El botero, sastre
del vino, porque le hace de vestir. El mozo de mulas, gentilhombre de
camino. El bodegón, estado; el bodegonero, contador. El verdugo se
llama miembro de la justicia, y el corchete, criado[14]. El fullero,
diestro; el ventero, huésped[15]; la taberna, ermita[16]; la putería,
casa[17]; las putas, damas[18]; las alcahuetas, dueñas; los cornudos,
honrados[19]. Amistad llaman el amancebamiento, trato a la usura,
burla a la estafa, gracia la mentira, donaire la malicia, descuido
la bellaquería, valiente al desvergonzado, cortesano al vagamundo,
al negro moreno[20], señor maestro al albardero y señor doctor al
platicante. Así que, ni son lo que parecen ni lo que se llaman:
hipócritas en el nombre y en el hecho.

¡Pues unos nombres que hay generales! A toda pícara, señora hermosa;
a todo hábito largo, señor licenciado; a todo gallofero[21], señor
soldado; a todo bien vestido, señor hidalgo; a todo capigorrón[22], o
lo que fuere, canónigo o arcediano; a todo escribano[23], secretario.

De suerte que todo el hombre es mentira por cualquier parte que le
examines, si no es que, ignorante como tú, crea las apariencias[24].
¿Ves los pecados? Pues todos son hipocresía[25], y en ella empiezan y
acaban y della nacen y se alimentan la ira, la gula, la soberbia, la
avaricia, la lujuria, la pereza, el homicidio y otros mil.

--¿Cómo me puedes tú decir ni probarlo, si vemos que son diferentes y
distintos?

No me espanto que eso ignores, que lo saben pocos. Oye y entenderás con
facilidad eso, que así te parece contrario, que bien[26] se conviene.
Todos los pecados son malos: eso bien lo confiesas. Y también confiesas
con los filósofos y teólogos que la voluntad apetece lo malo debajo de
razón de bien, y que para pecar no basta la representación de la ira
ni el conocimiento de la lujuria sin el consentimiento de la voluntad,
y que eso, para que sea pecado, no aguarda la ejecución, que sólo le
agrava más, aunque en esto hay muchas diferencias. Esto así visto y
entendido, claro está que cada vez que un pecado déstos se hace, que
la voluntad lo consiente y lo quiere, y, según su natural, no pudo
apetecelle sino debajo de razón de algún bien. Pues ¿hay más clara y
más confirmada hipocresía que vestirse del bien en lo aparente para
matar con el engaño? ¿Qué esperanza es la del hipócrita?, dice Job[27].
Ninguna, pues ni la tiene por lo que es, pues es malo, ni por lo que
parece, pues lo parece y no lo es. Todos los pecadores tienen menos
atrevimiento que el hipócrita, pues ellos pecan contra
Dios; pero no con Dios ni en Dios. Mas el hipócrita peca contra Dios y
con Dios, pues le toma por instrumento para pecar[28].

En esto llegamos a la calle mayor. Vi todo el concurso, que el viejo
me había prometido. Tomamos puesto conveniente para registrar lo que
pasaba. Fué un entierro en esta forma. Venían envainados en unos sayos
grandes de diferentes colores unos pícaros, haciendo una taracea[29] de
mullidores[30]. Pasó esta recua incensando[31] con las campanillas.
Seguían los muchachos de la dotrina, meninos[32] de la muerte y
lacayuelos del ataúd, chirriando[33] la calavera. Seguíanse luego doce
galloferos, hipócritas de la pobreza, con doce hachas acompañando
el cuerpo y abrigando a los de la capacha[34], que hombreando[35],
testificaban el peso de la difunta. Detrás seguía larga procesión de
amigos, que acompañaban en la tristeza y luto al viudo, que anegado[36]
en capuz de bayeta y devanado[37] en una chía, perdido el rostro en la
falda de un sombrero, de suerte, que no se le podían hallar los ojos,
corvos e impedidos los pasos con el peso de diez arrobas de cola que
arrastraba, iba tardo y perezoso. Lastimado deste espectáculo.

--¡Dichosa mujer--dije--, si lo puede ser alguna en la muerte, pues
hallaste marido, que pasó con la fe y el amor más allá de la vida y
sepultura! ¡Y dichoso viudo, que ha hallado tales amigos, que no sólo
acompañan su sentimiento, pero que parece que le vencen en él! ¿No ves
qué tristes van y suspensos?

El viejo, moviendo la cabeza y sonriéndose, dijo:

--¡Desventurado! Eso todo es por de fuera y parece así; pero ahora lo
verás por de dentro y verás con cuánta verdad el ser desmiente a las
apariencias. ¿Ves aquellas luces, campanillas y mullidores[38], y todo
este acompañamiento piadoso, que es sufragio cristiano y limosnero?
Esto es saludable; mas las bravatas que en los túmulos sobrescriben
podrición y gusanos, se podrían excusar. Empero también los muertos
tienen su vanidad y los difuntos y difuntas su soberbia[39]. Allí no
va sino tierra de menos fruto y más espantosa de la que pisas, por sí
no merecedora de alguna honra ni aun de ser cultivada con arado ni
azadón. ¿Ves aquellos viejos que llevan las hachas? Pues algunos no las
atizan para que atizadas alumbren más, sino porque atizadas a menudo
se derritan más y ellos hurten más cera para vender. Éstos son los que
a la sepultura hacen la salva en el difunto y difunta, pues, antes que
ella lo coma ni lo pruebe, cada uno le ha dado un bocado, arrancándole
un real o dos; mas con todo esto tiene el valor de la limosna. ¿Ves
la tristeza de los amigos? Pues todo es de ir en el entierro y los
convidados van dados al diablo con los que convidaron; que quisieran
más pasearse o asistir a sus negocios. Aquél que habla de mano[40] con
el otro le va diciendo que convidar a entierro y a misacantanos[41],
donde se ofrece, que no se puede hacer con un amigo y que el entierro
sólo es convite para la tierra pues a ella solamente llevan que coma.
El viudo no va triste del caso y viudez; sino de ver que, pudiendo él
haber enterrado a su mujer en un muladar y sin costa y fiesta ninguna,
le hayan metido en semejante baraúnda y gasto de cofradías y cera, y
entre sí dice que le debe poco, que, ya que se había de morir, pudiera
haberse muerto de repente, sin gastarle en médicos, barberos ni boticas
y no dejarle empeñado en jarabes y pócimas. Dos ha enterrado con ésta,
y es tanto el gusto, que recibe de enviudar, que ya va trazando el
casamiento con una amiga que ha tenido, y, fiado con su mala condición
y endemoniada vida, piensa doblar el capuz[42] por poco tiempo.

Quedé espantado de ver todo esto ser así, diciendo:

--¡Qué diferentes son las cosas del mundo de como las vemos! Desde hoy
perderán conmigo todo el crédito mis ojos y nada creeré menos de lo
que viere.

Pasó por nosotros el entierro, como si no hubiera de pasar por nosotros
tan brevemente, y como si aquella difunta no nos fuera enseñando el
camino y muda no nos dijera a todos:

“Delante voy, donde aguardo a los que quedáis, acompañando a otros, que
yo vi pasar con ese propio descuido”.

Apartónos desta consideración el ruido que andaba en una casa a
nuestras espaldas. Entramos dentro a ver lo que fuese, y al tiempo
que sintieron gente comenzó un plañido, a seis voces, de mujeres
que acompañaban una viuda. Era el llanto muy autorizado; pero poco
provechoso al difunto. Sonaban palmadas de rato en rato, que parecía
palmeado de diciplinantes. Oíanse unos sollozos estirados, embutidos
de suspiros, pujados[43] por falta de gana. La casa estaba despojada,
las paredes desnudas. La cuitada estaba en un aposento escuro sin luz
ninguna, lleno de bayetas, donde lloraban a tiento. Unas decían:

--Amiga, nada se remedia con llorar.

Otras:

--Sin duda goza de Dios.

Cuál la animaba a que se conformase con la voluntad del Señor. Y ella
luego comenzaba a soltar el trapo[44], y llorando a cántaros[45] decía:

--¿Para qué quiero yo vivir sin Fulano? ¡Desdichada nací, pues no me
queda a quien volver los ojos! ¡Quién ha de amparar a una pobre mujer
sola!

Y aquí plañían todas con ella y andaba una sonadera de narices, que se
hundía la cuadra. Y entonces advertí que las mujeres se purgan en un
pésame déstos, pues por los ojos y las narices echan cuanto mal tienen.
Enternecíme y dije:

--¡Qué lástima tan bien empleada es la que se tiene a una viuda!, pues
por sí una mujer es sola, y viuda mucho más. Y así su nombre es de
_mudas sin lengua_[46]. Que eso significa la voz que dice _viuda_ en
hebreo[47], pues ni tiene quien hable por ella ni atrevimiento, y como
se ve sola para hablar, y aunque hable, como no la oyen, lo mismo es
que ser mudas y peor[48].

Esto remedian[49] con meterse a dueñas. Pues en siéndolo, hablan de
manera, que de lo que las sobra pueden hablar todos los mudos y sobrar
palabras para los tartajosos y pausados. Al marido muerto llaman _el
que pudre_[50]. Mirad cuáles son éstas, y si muerto, que ni las asiste,
ni las guarda, ni las acecha, dicen que pudre, ¿qué dirían cuando vivo
hacía todo esto?

--Eso--respondí--es malicia que se verifica en algunas; mas todas son
un género femenino desamparado, y tal como aquí se representa en esta
desventurada mujer. Dejadme, dije al viejo, llorar semejante desventura
y juntar mis lágrimas a las destas mujeres.

El viejo, algo enojado, dijo:

--¿Ahora lloras, después de haber hecho ostentación vana de tus
estudios y mostrádote docto y teólogo, cuando era menester mostrarte
prudente? ¿No aguardaras a que yo te hubiera declarado estas cosas para
ver cómo merecían que se hablase dellas? Mas ¿quién habrá que detenga
la sentencia ya imaginada en la boca? No es mucho, que no sabes otra
cosa, y que a no ofrecerse la viuda, te quedabas con toda tu ciencia
en el estómago. No es filósofo el que sabe dónde está el tesoro, sino
el que trabaja y le saca[51]. Ni aun ése lo es del todo, sino el que
después de poseído usa bien dél. ¿Qué importa que sepas dos chistes
y dos lugares, si no tienes prudencia para acomodarlos? Oye, verás
esta viuda, que por de fuera tiene un cuerpo de responsos[52], cómo
por de dentro tiene una ánima de aleluyas[53], las tocas negras y los
pensamientos verdes[54]. ¿Ves la escuridad del aposento y el estar
cubiertos los rostros con el manto? Pues es porque así, como no las
pueden ver, con hablar un poco gangoso, escupir[55] y remedar sollozos,
hace un llanto casero y hechizo[56], teniendo los ojos hechos una
yesca[57]. ¿Quiéreslas consolar? Pues déjalas solas y bailarán en no
habiendo con quien cumplir, y luego las amigas harán su oficio:

--¡Quedáis moza y es malograros! Hombres habrá que os estimen. Ya
sabéis quién es Fulano, que cuando no supla la falta del que está en la
gloria, etc.

Otra:

--Mucho debéis a don Pedro, que acudió en este trabajo. No sé qué me
sospeche. Y, en verdad, que si hubiera de ser algo..., que por quedar
tan niña os será forzoso...

Y entonces la viuda, muy recoleta de ojos y muy estreñida de boca, dice:

--No es ahora tiempo deso. A cargo de Dios está: él lo hará, si viere
que conviene.

Y advertid que el día de la viudez es el día que más comen estas
viudas, porque para animarla no entra ninguna que no le dé un trago. Y
le hace comer[58] un bocado, y ella lo come, diciendo:

--Todo se vuelve ponzoña.

Y medio mascándolo dice:

--¡Qué provecho puede hacer esto a la amarga viuda que estaba hecha a
comer a medias todas las cosas y con compañía, y ahora se las habrá de
comer todas enteras sin dar parte[59] a nadie de puro desdichada?

Mira, pues, siendo esto así, qué a propósito vienen tus exclamaciones.

Apenas esto dijo el viejo, cuando arrebatados de unos gritos, ahogados
en vino, de gran ruido de gente, salimos a ver qué fuese. Y era un
alguacil, el cual con sólo un pedazo de vara[60] en la mano y las
narices ajadas, deshecho el cuello, sin sombrero y en cuerpo, iba
pidiendo favor al Rey, favor a la justicia, tras un ladrón, que en
seguimiento de una iglesia, y no de puro buen cristiano, iba tan ligero
como pedía la necesidad y le mandaba el miedo.

Atrás, cercado de gente, quedaba el escribano lleno de lodo, con las
cajas en el brazo izquierdo, escribiendo sobre la rodilla. Y noté que
no hay cosa que crezca tanto en tan poco tiempo como culpa en poder de
escribano, pues en un instante tenía una resma al cabo.

Pregunté la causa del alboroto. Dijeron que aquel hombre que huía era
amigo del alguacil, y que le fió no sé qué secreto tocante en delito,
y, por no dejarlo a otro que lo hiciese, quiso él asirle. Huyósele,
después de haberse dado muchas puñadas[61], y viendo que venía gente,
encomendóse a sus pies y fuese a dar cuenta de sus negocios a un
retablo.

El escribano hacía la causa, mientras el alguacil con los corchetes,
que son podencos del verdugo que siguen ladrando, iban tras él y no le
podían alcanzar. Y debía de ser el ladrón muy ligero, pues no le podían
alcanzar soplones[62], que por fuerza corrían como el viento.

--¿Con qué podrá premiar una república el celo deste alguacil, pues,
porque yo y el otro tengamos nuestras vidas, honras y haciendas[63],
ha aventurado su persona? Éste merece mucho con Dios y con el mundo.
Mírale cual va roto y herido, llena de sangre la cara, por alcanzar
aquel delincuente y quitar un tropezón a la paz del pueblo.

--Basta--dijo el viejo--. Que si no te van a la mano, dirás un día
entero. Sábete que ese alguacil no sigue a este ladrón ni procura
alcanzarle por el particular y universal provecho de nadie; sino que,
como ve que aquí le mira todo el mundo, córrese de que haya quien
en materia de hurtar le eche el pie delante, y por eso aguija por
alcanzarle. Y no es culpable el alguacil porque le prendió, siendo su
amigo, si era delincuente. Que no hace mal el que come de su hacienda;
antes hace bien y justamente. Y todo delincuente y malo, sea quien
fuere, es hacienda del alguacil y le es lícito comer della. Éstos
tienen sus censos sobre azotes y galeras, y sus juros sobre la horca. Y
créeme que el año de virtudes para éstos y para el infierno es estéril.
Y no sé cómo, aborreciéndolos el mundo tanto, por venganza[64] dellos
no da en ser bueno adrede por uno o por dos años, que de hambre y de
pena se morirían. Y renegad de oficio que tiene situados sus gajes
donde los tiene situados Belcebú.

--Ya que en eso pongas también dolo, ¿como lo podrás poner en el
escribano, que le hace la causa, calificada con testigos?

--Ríete deso--dijo--. ¿Has visto tú alguacil sin escribano algún día?
No, por cierto. Que, como ellos salen a buscar de comer, porque (aunque
topen un inocente) no vaya a la cárcel sin causa, llevan escribano que
se la haga. Y así, aunque ellos no den causa para que les prendan,
hácesela el escribano, y están presos con causa. Y en los testigos no
repares, que para cualquier cosa tendrán tantos como tuviere gotas de
tinta el tintero: que los más en los malos oficiales los presenta la
pluma y los examina la cudicia. Y si dicen algunos lo que es verdad,
escriben lo que han menester[65] y repiten lo que dijeron. Y para
andar como había de andar el mundo, mejor fuera y más importara que
el juramento, que ellos toman al testigo que jure a Dios y a la cruz
decir verdad en lo que le fuere preguntado, que el testigo se lo tomara
a ellos de que la escribirán como ellos la dijeren. Muchos hay buenos
escribanos, y alguaciles muchos; pero de sí el oficio es con los buenos
como la mar con los muertos, que no los consiente, y dentro de tres
días los echa a la orilla. Bien me parece a mí un escribano a caballo
y un alguacil con capa y gorra honrando unos azotes, como pudiera un
bautismo detrás de una sarta de ladrones que azotan; pero siento que,
cuando el pregonero dice:

“A estos hombres por ladrones, que suene el eco en la vara del alguacil
y en la pluma del escribano”.

Más dijera si no le tuviera la grandeza[66] con que un hombre rico
iba en una carroza tan hinchado, que parecía porfiaba a sacarla de
husillo[67], pretendiendo parecer tan grave, que a las cuatro bestias
aún se lo parecía, según el espacio con que andaban. Iba muy derecho,
preciándose de espetado, escaso de ojos y avariento de miraduras,
ahorrando cortesías con todos, sumida la cara en un cuello abierto
hacia arriba, que parecía vela en papel, y tan olvidado de sus
conjunturas, que no sabía por donde volverse a hacer una cortesía ni
levantar el brazo a quitarse el sombrero, el cual parecía miembro,
según estaba fijo y firme. Cercaban el coche cantidad de criados
traídos con artificio, entretenidos con promesas y sustentados con
esperanzas. Otra parte iba de acompañamiento de acreedores, cuyo
crédito sustentaba toda aquella máquina. Iba un bufón en el coche
entreteniéndole.

--Para ti se hizo el mundo--dije yo luego que le vi--, que tan
descuidado vives y con tanto descanso y grandeza. ¡Qué bien empleada
hacienda! ¡Qué lucida! ¡Y cómo representa bien quién es este caballero!

--Todo cuanto piensas--dijo el viejo--es disparate y mentira, y cuanto
dices, y sólo aciertas en decir que el mundo sólo se hizo para éste.
Y es verdad, porque el mundo es sólo trabajo y vanidad, y éste es
todo vanidad y locura. ¿Ves los caballos? Pues comiendo se van, a
vueltas de la cebada y paja, al que la fía a éste y por cortesía de las
ejecuciones trae ropilla[68]. Más trabajo le cuesta la fábrica de sus
embustes para comer, que si lo ganara cavando. ¿Ves aquel bufón? Pues
has de advertir que tiene por bufón al que le sustenta y le da lo que
tiene. ¿Qué más miseria quieres destos ricos, que todo el año andan
comprando mentiras y adulaciones, y gastan sus haciendas en falsos
testimonios? Va aquél tan contento, porque el truhán le ha dicho que no
hay tal príncipe como él, y que todos los demás son unos escuderos,
como si ello fuera así. Y diferencian muy poco[69], porque el uno es
juglar del otro. Desta suerte el rico se ríe con el bufón, y el bufón
se ríe del rico, porque hace caso de lo que lisonjea.

Venía una mujer hermosa trayéndose de paso los ojos que la miraban
y dejando los corazones llenos de deseos. Iba ella con artificioso
descuido escondiendo el rostro a los que ya la habían visto y
descubriéndole a los que estaban divertidos. Tal vez se mostraba por
velo, tal vez por tejadillo[70]. Ya daba un relámpago de cara con
un bamboleo de manto, ya se hacía brújula mostrando un ojo solo, y,
tapada de medio lado, descubría un tarazón[71] de mejilla. Los cabellos
martirizados hacían sortijas a las sienes. El rostro era nieve y grana
y rosas que se conservaban en amistad, esparcidas por labios, cuello y
mejillas. Los dientes transparentes y las manos, que de rato en rato
nevaban el manto, abrasaban los corazones. El talle y paso, ocasionando
pensamientos lascivos. Tan rica y galana como cargada de joyas
recebidas y no compradas. Vila, y, arrebatado de la naturaleza, quise
seguirla entre los demás, y, a no tropezar en las canas del viejo, lo
hiciera. Volvíme atrás diciendo[72]:

--Quien no ama con todos sus cinco sentidos una mujer hermosa, no
estima a la naturaleza su mayor cuidado y su mayor obra. Dichoso es el
que halla tal ocasión, y sabio el que la goza. ¡Qué sentido no descansa
en la belleza de una mujer, que nació para amada del hombre! De todas
las cosas del mundo aparta y olvida su amor correspondido, teniéndole
todo en poco y tratándole con desprecio. ¡Qué ojos tan honestamente
hermosos! ¡Qué mirar tan cauteloso y prevenido en los descuidos de
un alma libre! ¡Qué cejas tan negras, esforzando recíprocamente la
blancura de la frente! ¡Qué mejillas, donde la sangre mezclada con la
leche engendra lo rosado que admira! ¡Qué labios encarnados, guardando
perlas, que la risa muestra con recato! ¡Qué cuello! ¡Qué manos! ¡Qué
talle! Todos son causa de perdición, y juntamente disculpa del que se
pierde por ella.

--¿Qué más le queda a la edad que decir y al apetito que desear?--dijo
el viejo--. Trabajo tienes, si con cada cosa que ves haces esto[73].
Triste fué tu vida; no naciste sino para admirado. Hasta ahora te
juzgaba por ciego, y ahora veo que también eres loco, y echo de ver
que hasta ahora no sabes para lo que Dios te dió los ojos ni cuál es
su oficio: ellos han de ver, y la razón[74] ha de juzgar y elegir; al
revés lo haces, o nada haces, que es peor. Si te andas a creerlos,
padecerás mil confusiones, tendrás las sierras por azules, y lo grande
por pequeño, que la longitud y la proximidad engañan la vista. ¡Qué
río caudaloso no se burla della, pues para saber hacia dónde corre es
menester una paja o ramo que se lo muestre! ¿Viste esa visión[75],
que acostándose fea se hizo esta mañana hermosa ella misma[76] y
hace extremos grandes? Pues sábete que las mujeres lo primero que se
visten, en despertando, es una cara, una garganta y unas manos, y
luego las sayas. Todo cuanto ves en ellas es tienda[77] y no natural.
¿Ves el cabello? Pues comprado es y no criado. Las cejas tienen más
de ahumadas que de negras; y si como se hacen cejas se hicieran las
narices, no las tuvieran. Los dientes que ves y la boca era, de puro
negra, un tintero, y a puros polvos se ha hecho salvadera. La cera de
los oídos se ha pasado[78] a los labios, y cada uno es una candelilla.
¿Las manos? Pues lo que parece blanco es untado. ¿Qué cosa es ver una
mujer, que ha de salir otro día a que la vean, echarse la noche antes
en adobo, y verlas acostar las caras hechas cofines de pasas, y a
la mañana irse pintando sobre lo vivo como quieren? ¿Qué es ver una
fea o una vieja querer, como el otro tan celebrado nigromántico[79],
salir de nuevo de una redoma? ¿Estásla mirando? Pues no es cosa
suya. Si se lavasen las caras, no las conocerías. Y cree que en el
mundo no hay cosa tan trabajada como el pellejo de una mujer hermosa,
donde se enjugan y secan y derriten más jalbegues[80] que sus faldas
desconfiadas de sus personas. Cuando quieren halagar algunas narices,
luego se encomiendan a la pastilla y al sahumerio o aguas de olor, y
a veces los pies disimulan el sudor con las zapatillas de ámbar[81].
Dígote que nuestros sentidos están en ayunas de lo que es mujer y
ahítos de lo que le parece. Si la besas, te embarras los labios; si la
abrazas, aprietas tablillas y abollas cartones; si la acuestas contigo,
la mitad dejas debajo de la cama en los chapines; si la pretendes, te
cansas; si la alcanzas, te embarazas; si la sustentas, te empobreces;
si la dejas, te persigue; si la quieres, te deja. Dame a entender de
qué modo es buena, y considera ahora este animal soberbio con nuestra
flaqueza, a quien hacen poderoso nuestras necesidades, más provechosas
sufridas o castigadas, que satisfechas, y verás tus disparates claros.
Considérala padeciendo los meses, y te dará asco, y, cuando está sin
ellos, acuérdate que los ha tenido y que los ha de padecer, y te dará
horror lo que te enamora, y avergüénzate de andar perdido por cosas que
en cualquier estatua de palo tienen menos asqueroso fundamento[82].

Mirando estaba yo confusión de gente tan grande, cuando dos figurones,
entre fantasmas y colosos, con caras abominables y facciones traídas,
tiraron una cuerda. Delgada me pareció y de mil diferentes colores, y
dando gritos por unas simas que abrieron por bocas, dijeron:

--Ea, gente cuerda, alto a la obra.

No lo hubieron dicho cuando de todo el mundo, que estaba al otro lado,
se vinieron a la sombra de la cuerda muchos, y, en entrando, eran todos
tan diferentes, que parecía trasmutación o encanto. Yo no conocí a
ninguno.

--¡Válgate Dios por cuerda--decía yo--, que tales tropelías haces!

El viejo se limpiaba las lagañas, y daba unas carcajadas sin dientes,
con tantos dobleces de mejillas, que se arremetían a sollozos mirando
mi confusión.

--Aquella mujer allí fuera estaba más compuesta que copla, más
serena[83] que la de la mar, con una honestidad en los huesos,
anublada de manto, y, en entrando aquí, ha desatado las coyunturas,
mira de par en par[84], y por los ojos está disparando las entrañas a
aquellos mancebos, y no deja descansar la lengua en ceceos, los ojos en
guiñaduras, las manos en tecleados de moño[85].

--¿Qué te ha dado, mujer? ¿Eres tú la que yo vi allí?

--Sí es--decía el vejete con una voz trompicada[86] en toses y con
juanetes de gargajos--, ella es; mas por debajo de la cuerda[87] hace
estas habilidades.

--Y aquél que estaba allí tan ajustado de ferreruelo, tan atusado[88]
de traje, tan recoleto de rostro, tan angustiado de ojos, tan
mortificado de habla, que daba respeto y veneración--dije yo--, ¿cómo
no hubo pasado, cuando se descerrajó de mohatras y de usuras? Montero
de necesidades, que las arma trampas, y perpetuo vocinglero del tanto
más cuanto[89], anda acechando logros.

--Ya te he dicho que eso es por debajo de la cuerda.

--¡Válate el diablo por cuerda, que tales cosas urdes! Aquél que anda
escribiendo billetes, sonsacando virginidades, solicitando deshonras, y
facilitando maldades, yo lo conocí a la orilla de la cuerda, dignidad
gravísima.

--Pues por debajo de la cuerda tiene esas ocupaciones--respondió mi ayo.

--Aquél que anda allí juntando bregas, azuzando[90] pendencias,
revolviendo caldos, aumentando cizañas, y calificando porfías y dando
pistos a temas[91] desmayadas, yo lo vi fuera de la cuerda revolviendo
libros, ajustando leyes, examinando la justicia, ordenando peticiones,
dando pareceres: ¿cómo he de entender estas cosas?

--Ya te lo he dicho--dijo el buen caduco--. Ese propio[92] por debajo
de la cuerda hace lo que ves, tan al contrario de lo que profesa.
Mira aquél que fuera de la cuerda viste a la brida en mula tartamuda
de paso, con ropilla y ferreruelo y guantes y receta, dando jarabes,
cual anda aquí a la brida en un basilisco[93], con peto y espaldar y
con manoplas, repartiendo puñaladas de tabardillos, y conquistando las
vidas, que allí parecía que curaba. Aquí por debajo de la cuerda está
estirando las enfermedades para que den de sí y se alarguen, y allí
parecía que rehusaba las pagas de las visitas. Mira, mira aquel maldito
cortesano, acompañante perdurable de los dichosos, cual andaba allí
fuera a la vista de aquel ministro, mirando las zalemas de los otros
para excederlas, rematando las reverencias en desaparecimientos; tan
bajas las hacía por pujar[94] a otros la ceremonia, que tocaban en de
buces[95]. ¿No le viste siempre inclinada la cabeza como si recibiera
bendiciones y negociar de puro humilde a lo Guadiana por debajo de
tierra, y aquel amén sonoro y anticipado a todos los otros bergantes
a cuanto el patrón dice y contradice? Pues mírale allí por debajo de
la cuerda royéndole los zancajos[96], que ya[97] se le ve el hueso,
abrasándole en chismes, maldiciéndole y engañándole, y volviendo en
gestos y en muecas las esclavitudes de la lisonja, lo cariacontecido
del semblante, y las adulaciones menudas del coleo[98] de la barba
y de los entretenimientos de la jeta[99]. ¿Viste allá fuera aquel
maridillo[100] dar voces que hundía el barrio: “Cierren esa puerta,
qué cosa es ventanas, no quiero coche, en mi casa me como, calle y
pase, que así hago yo”, y todo el séquito de la negra honra? Pues
mírale por debajo de la cuerda encarecer con sus desabrimientos los
encierros de su mujer. Mírale amodorrido[101] con una promesa, y los
negocios, que se le ofrecen cuando le ofrecen: cómo vuelve a su casa
con un esquilón por tos tan sonora, que se oye a seis calles. ¡Qué
calidad tan inmensa y qué honra halla en lo que come y en lo que le
sobra, y qué nota en lo que pide y le falta, qué sospechoso es de los
pobres, y qué buen concepto tiene de los dadivosos y ricos, qué a raíz
tiene el ceño de los que no pueden más, y qué a propósito las jornadas
para los precipitados de dádiva! ¿Ves aquel bellaconazo que allí
está vendiéndose por amigo de aquel hombre casado y arremetiéndose a
hermano, que acude a sus enfermedades y a sus pleitos y que le prestaba
y le acompañaba? Pues mírale por debajo de la cuerda añadiéndole
hijos y embarazos en la cabeza y trompicones[102] en el pelo. Oye
cómo reprendiéndoselo aquel vecino, que parece mal que entre a cosas
semejantes en casa de su amigo, donde le admiten y se fían dél y le
abren la puerta a todas horas, él responde: “Pues qué: ¿Queréis que
vaya donde me aguarden con una escopeta, no se fían de mí y me niegan
la entrada? Eso sería ser necio, si estotro es ser bellaco”.

Quedé muy admirado de oír al buen viejo y de ver lo que pasaba por
debajo de la cuerda en el mundo, y entonces dije entre mí.

--Si a tan delgada sombra, fiando su cubierta del bulto de una cuerda,
son tales los hombres, ¿qué serán debajo de tinieblas de mayor bulto y
latitud?

Extraña cosa era de ver cómo casi todos se venían de la otra parte
del mundo a declararse de costumbres en estando debajo de la cuerda.
Y luego a la postre vi otra maravilla, que siendo esta cuerda de una
línea invisible, casi debajo della cabían infinitas multitudes, y que
hay debajo de cuerda en todos los sentidos y potencias, y en todas
partes y en todos oficios. Y yo lo veo por mí, que ahora escribo este
discurso, diciendo que es para entretener, y por debajo de la cuerda
doy un jabón[103] muy bueno a los que prometí halagos muy sazonados.
Con esto el viejo me dijo:

--Forzoso es que descanses. Que el choque de tantas admiraciones y
de tantos desengaños fatigan el seso, y temo se te desconcierte la
imaginación. Reposa un poco para que lo que resta te enseñe y no te
atormente.

Yo tal estaba, que di conmigo en el sueño y en el suelo obediente y
cansado.


                                NOTAS:

[1] La dedicatoria es enteramente diferente en la edición de Pamplona
de 1631 y en el Ms. de Lastanosa. Hela aquí: “_A don Pedro Girón, Duque
de Osuna_ (a). Éstas son mis obras: claro está que juzgará vuecelencia
que siendo tales no me han de llevar al cielo; mas como (b) yo no
pretendía dellas más de que en este mundo me den nombre y el que más
estimo es (c) de criado de vuecelencia, se las envío para que, como a
tan gran príncipe las honre; lograrán de paso la enmienda. Dé Dios á
vuecelencia su gracia y salud; que lo demás merecido lo tiene al mundo
su virtud y grandeza. En la Aldea (d), abril 26 de 1612.--Don Francisco
Quevedo Villegas”.

a) “y conde de Ureña”. (Ms. de Lastanosa).

b) “ya no pretenda de ellas más que en este mundo”. (Ídem).

c) “el de criado de vuecelencia, se las invío para que como tan gran
príncipe”. (Ídem).

d) “abril 1623.--Don Francisco Gómez de Quevedo y Villegas”. (Ídem).

[2] 1610 es el año que fijaron los _Juguetes de la niñez_ en 1629 y
desde entonces hasta hoy viene reproduciéndose.

[3] _Deparare_; en _A_: _depare_. Adviértase que con _cándido_, _pío_ y
_benigno_ quiere decir lo mismo, no menos, que con _purpúreo_, _cruel_
y _sin sarna_, que le moleste criticándole.

[4] _Toda la verdad._ En el _Libro de vidas y dichos graciosos,
agudos y sentenciosos de muchos notables varones griegos y romanos_,
traducción por Juan Jarava, de los _Apotegmas_ de Erasmo, se lee
(Anvers, 1549, fol. 87): “Esto se loa y se tiene en más que todas las
otras cosas que dijo (Sócrates), porque decía que no sabía otra cosa
sino esto sólo, que no sabía nada. Porque se inquiría e informaba
de cada una cosa como dudando. No porque de verdad no tuviese algo
de cierto sabido; mas con esta ironía y contrario sentido declaraba
su modestia y reprendía la soberbia de los otros, que se decían
saberlo todo, como de hecho no supiesen nada. Unos sofistas decían
públicamente que responderían de presto y sin pensar a toda materia
y cuestión propuesta. La ignorancia destos soberbios destruía muchas
veces Sócrates con argumentos, y por esto fué juzgado por Apollo
sabio, porque, aunque no supiese todas las cosas, como ni los otros
las sabían, pero en esto los excellía, que conocía su ignorancia, como
ellos no supiesen tampoco esto, que no sabían nada”.

[5] _Gastan_, hacen gastar dinero en comprar los libros: notable uso de
gastar como factitivo, esto es, _hacer gastar_.

[6] En _A P_: _emprentas_; en _A_: _especerías_.

[7] _Sin ton ni son... no es bailar_, alude al origen del dicho, según
lo declaramos en el primer sueño, del bailar sin música, a destiempo.

[8] _De tan mala cosa_, retruécano, el mundo es mala cosa, no mi
discurso.

[9] _Descontento._ Como que el deseo es tendencia a una cosa; lograda,
el deseo desaparece, quedando uno descontento, porque todo el contento
se cifraba, no en la cosa, sino en desearla.

[10] “unas grandes y descompuestas voces y tirado muy porfiadamente del
manteo”. (Edic. de Barcelona, 1635).

[11] _Desmentir_ es lo que hoy dicen _despistar_ o _hacer perder la
pista_, bonito verbo moderno, bien formado y que no tiene que ver con
el _dépister_ francés, que vale lo contrario, dar con la pista de
alguno, descubrir, indagar. Pero no se olvide el clásico _desmentir_.
_Diablo coj._, 7: “Don Cleofás y su camarada no salían de su posada
por desmentir las espías”. SAAVEDRA, _Empr._, 45: “Borrar con la cola
las huellas para desmentir al cazador”. En el texto vale disfrazar
para desmentir o despistar, como factitivo, al modo que en ZAMORA,
_Monarquía mist._, 3, 86, 2: “Cuando se desdeña el rey de entrar en una
casa, entra disfrazado, desmintiendo el nombre”.

[12] Acuérdase Quevedo del Petrarca, _De Remediis utriusque fortunae_.

[13] _Aciago de cara_; en _P_: _ciego de cara_. Aciago, encapotado y
nublado, de mal agüero, metáfora aquí del tiempo que amaga tormenta,
triste, melancólico.

[14] “del alguacil”. (Ms. de Lastanosa).

[15] _Huésped._ _Quij._, 1, 2: “Pensó el huésped”. Ídem, 1, 32: “A lo
cual respondió la huéspeda”.

[16] _Ermita_, y añaden _de Baco_. _Ilustre fregona_: “Visitaba pocas
veces las ermitas de Baco”.

[17] _Casa_, propiamente _casa llana_, por estar allanada o abierta
para todos. _Rufián dichoso_, 1: “De los de la casa llana”.

[18] _Damas._ _Coloquio de las damas_, del Aretino, traducido por
Fernán Xuárez, Sevilla, 1607.

[19] _Honrados._ _Guzmán de Alfarache_, 2, 3, 5: “Pero los más honrados
basta que dejen la casa franca y se vayan a la comedia o al juego de
los trucos, cuando acaso les faltan las comisiones”.

[20] _Moreno._ _Celoso extremeño_: “Enseñó a tañer a algunos morenos”.

[21] _Gallofero_, mendigo, que pide la gallofa. _Lazarillo_, 2: “Tú,
vellaco y gallofero eres”.

[22] _Capigorrón_, o _capigorrista_, que anda de capa y gorra para más
fácilmente vivir libre y ocioso, sobre todo los estudiantes. _Píc.
Just._, f. 91: “Llegaron otros ocho capigorrones tan grandes bellacos
como los primeros”. COLMENARES, _Hist. Segov._, pl. 774: “Acercándose
un capigorrón, mozo insolente”. _Laber. amor_, 2: “Capigorrón,
brodista, pordiosero”. Ídem, 1: “Estudiantes capigorristas”.

[23] “fraile motilón, o lo que fuere, reverencia y aun paternidad; a
todo escribano”. (Edic. de Pamplona, 1631, y el Ms.).

[24] _a las apariencias._ (Ms. de Lastanosa), _las experiencias_ en la
edición definitiva y en la de don Aureliano.

[25] “que son hipocresía”. (Ms.).

[26] _Qué bien_; en _A_: _cuán bien_.

[27] JOB, 27, 8: “Quae est enim spes hypocritae?” Y en el 8, 13: “Et
spes hypocritae peribit”.

[28] Y por eso, como quien sabía lo que era y lo aborrecía tanto sobre
todas las cosas, Cristo, habiendo dado muchos preceptos afirmativos a
sus discípulos, sólo uno les dió negativo, diciendo: “No queráis ser
como los hipócritas 'tristes'”. (_Mat., VI._) De manera que con muchos
preceptos y comparaciones los enseñó cómo habían de ser: ya como luz,
ya como sal, ya como el convidado, ya como el de los talentos. Y lo que
no habían de ser todo lo cerró en decir solamente: “No queráis ser como
los hipócritas 'tristes', advirtiendo que en no ser hipócritas está el
no ser en ninguna manera malos, porque el hipócrita es malo de todas
maneras”. (Edic. de Pamplona y el Ms.).

[29] _Taracea_, o ataracea, adorno o disposición de una cosa de dos
colores echados como a manchas con proporción y hermosura. SAAVEDRA,
_Repúbl._, pl. 89: “Se daban a hacer escritorios de taracea y mesas de
diversas piedras engastadas en mármol”.

[30] _Mullidor_, el que mulle, y mullir aquí por _muñir_ o llamar y
convocar, de _monere_, como en FONSECA, _Vid. Cristo_, 3. 27: “Sácanse
lutos, cómpranse hachas, múllense cofradías, convídanse gentes,
vístense pobres, alquílanse endecheras”. _Muñidor_ o _mullidor_, el
criado de las cofradías, que sirve para avisar a los hermanos las
fiestas, entierros y otros ejercicios a que deben concurrir. Dice
Quevedo que los pícaros muñidores ofrecían a los ojos con sus sayos de
diferentes colores como una vistosa taracea.

[31] _Incensando_; en _A_: _incitando_.

[32] _Meninos_, caballericos que entraban en palacio a servir a la
Reina o a los Príncipes niños. NIEREMBERG, _S. Luis Gonz._, 4: “En
España hizo el Rey a nuestro Luis y a sus dos hermanos meninos del
príncipe don Diego”.

[33] “gritando su letanía, luego las Órdenes, y tras ellas los
clérigos, que, galopeando los responsos, cantaban de portante,
abreviando, porque no se derritiesen las velas y tener tiempo para
sumir otro”. (Edición de Pamplona y el Ms. referidos). _Chirriando la
calavera_ quiere decir cantando la letanía detrás del difunto con sus
vocecillas chirrionas.

[34] _Los de la capacha_, los de la religión de San Juan de Dios,
llamados así del vulgo porque en sus principios pedían y recogían la
limosna para los pobres en unas capachas o cestillas de palma. CERV.,
_Casam. engañoso_, pl. 350: “Ya v. m. habrá visto, dijo el alférez, dos
perros, que con dos linternas andan de noche con los hermanos de la
capacha, alumbrándolos cuando piden limosna”.

[35] _Hombreando_, hacer fuerza con los hombros para sostener o tirar.
L. GRAC., _Crit._, 1, 6: “Porque no tiene espaldas, que a tenerlas, él
hombreara”.

[36] _Anegado_, aquí por sumergido, metido en el capuz.

[37] _Devanado en una chía_, envuelto en la chía, como el hilo se
devana y envuelve en la devanadera. Exagera lo largo de la chía o
manto negro, regularmente de bayeta, que se ponía sobre el capuz y
cubría hasta las manos, usado en los lutos. PANTOJA, _Rom._,
2: “Viste el corazón de chía | y de capuz la memoria”. El _capuz_ era
vestidura larga, a modo de capa, cerrada por delante, que se ponía
encima de la demás ropa y se traía por luto, la cual era de paño o
bayeta negra y tenía una cauda, que arrastraba por detrás, y Quevedo,
exagerándola, dice que pesaba diez arrobas.

[38] _Mullidores_; en _A_: _muñidores_.

[39] “¿Quién no juzgara que los unos alumbran algo y que los otros no
es algo lo que acompañan y que sirve de algo tanto acompañamiento y
pompa? Pues sabe que lo que allí va no es nada. Porque aún en vida lo
era y en muerte dejó ya de ser y que no le sirve de nada todo; sino
que también los muertos tienen su vanidad y los difuntos y difuntas su
soberbia”. (Edic. de Pamplona y el Ms.).

[40] _Hablar de mano_, gesticular.

[41] _Misacantano_, el clérigo que canta misa nueva. _Crotalón_, 17:
“El padre, de su parte, convidó todos sus parientes, vecinos y amigos,
juntamente con sus mujeres, y Cenón, misacantano, de la suya, llamó a
todos sus preceptores”.

[42] _Doblar el capuz_, plegarlo para guardarlo hasta el entierro de la
nueva mujer. En _S_: _doblarla el capuz en poco tiempo_.

[43] _Pujados_, como empujados a la fuerza.

[44] _Soltar el trapo_, dar rienda suelta al llanto, a la risa,
sentimiento, vicio, etc., tomado del soltar la vela al viento.
Igualmente echar trapo. VALDERRAMA, _Teatro, Dif._, 5: “La mesana y
contramesana, el chafaldete y cebadera y el papahigo, y no queda trapo
que no eche”. _Esteb._, 3: “Llegamos a la faluca y echamos todo el
trapo”. No lo entendió bien Correas, cuando dijo (p. 141): “_Echó el
trapo_” (Para decir que uno echó el resto e hizo mucho o todo su poder
en una cosa. Comenzó en Andalucía a semejanza del dinero atado en
trapo).

[45] _Llorar a cántaros_, ponderación que trasladó Quevedo del llover a
cántaros, que es lo común. CÁCERES, _ps._ 10: “Lloverá el cielo sobre
ellos miserias, afanes y desventuras a cántaros”.

[46] “les dió la Sagrada Escritura nombre de mudas”. (La edic. de
Pamplona).

[47] _Viuda_ en hebreo suena _almȃnȃ_ (אַלמָנָה), y, según Gesenius,
deriva de (םלא) _ȃlam_, atar, ser atado, enmudecer, callarse, como en
persa _sebȃn besten_, _linguan ligare_ est obmutescere, y en árabe,
_jhubsat_ ligatio es lo mismo que silentium y _ghaquida_ ligatum y
sermone impeditum esse.

[48] Mucho cuidado tuvo Dios dellas en el testamento viejo, y en el
nuevo las encomendó mucho. Por san Pablo: “¡cómo el Señor cuida de
los solos y mira lo humilde de lo alto!” “No quiero vuestros sábados
y festividades, dijo por Isaías, y el rostro aparto de vuestros
inciensos, cansado me tienen vuestros holocaustos, aborrezco vuestras
calendas y solemnidades. Lavaos y estaos limpios, quitad lo malo
de vuestros deseos, pues lo veo yo. Dejad de hacer mal, aprended a
hacer bien, buscad a la justicia, socorred al oprimido, juzgad en su
inocencia al huérfano, defended a la viuda”. Fué creciendo la oración
de una obra buena en otra buena más acepta y por suma caridad puso
el defender la viuda. Y está escrito con la providencia del Espíritu
Santo decir: “Defended a la viuda”, porque, en siéndolo, no se puede
defender, como hemos dicho, y todos la persiguen. Y es obra tan acepta
a Dios ésta, que añade el Profeta consecutivamente, diciendo: “Y si
lo hiciéredes, venid y argüídme”. Y conforme a esta licencia que da
Dios de que le arguyan los que hicieren bien y se apartaren del mal
y socorrieren al oprimido y miraren por el huérfano y defendieren la
viuda, bien pudo Job argüír a Dios, libre de las calumnias que por
argüír con él le pusieron sus enemigos, llamándole por ello atrevido
e impío, que lo hiciese con esta del capítulo 31, donde dice: “¿Negué
yo por ventura lo que me pedían los pobrecitos? ¿Hice aguardar los
ojos de la viuda?”, que convienen con lo dicho, como quien dice: “Ella
no puede, porque es muda, con palabras, sino con los ojos, poniendo
delante su necesidad”. El rigor de la letra hebrea dice: “O consumí los
ojos de la viuda”, que eso hace el que no se duele del que la mira para
que la socorra, porque no tiene voz para pedirle. (Edición de Pamplona,
1631).

[49] _Esto remedian_, parece decirlo el viejo, al cual luego Quevedo
responde. Contra las dueñas o viudas de respeto que guardaban a las
demás criadas en las casas de los señores, hablaron todos nuestros
escritores críticos y todos lo saben por el _Quijote_.

[50] _El que pudre_, ya enterrado.

[51] “las cosas, sino el que las hace, como no es rico el que sabe
dónde está el tesoro, sino el que le saca y le trabaja”. (Ms).

[52] _Cuerpo de responsos_, como muerto de puro viejo.

[53] _De aleluyas_, de alegría, pues se cantan en Pascua y suenan
alegría en hebreo.

[54] _Verde_ decimos del viejo que alimenta pensamientos y deseos de
mozo, y de las conversaciones y palabras que frisan en cosas de mozos
enamorados. P. VEGA, _ps._ 5, v. 24 y 25, d. 2, proem.: “Un mancebo,
que debió tener alguna conversación verde y de mozo con una liviana de
su pueblo”. GUEVARA, _Menospr. Corte._ 12: “Qué cosa es oír a un viejo
en la Corte..., y con todo esto que han visto y mucho más que por él
ha pasado, tan verde se está en el pecar”. _Coloq. perros_: “Salta por
aquel viejo verde que tú conoces”. CABRERA, p. 81: “¡Qué de jueces
viejos y venerandos, que tienen más verdes los pensamientos!” _Obreg._,
1, 6: “Dejan pasar los verdes años sin acordarse de la vejez”.

[55] “Escupir, sonar, arremedar” (_A_).

[56] _Hechizo_, de _factitium_, hecho por arte, aposta y adrede, de
donde falso y fingido. L. GRAC, _Crit._, 3, 5: “Aquélla es la tiranía
de la fama hechiza”. GUERRA, _Cuaresma_, _Ceniza_: “Úsanse unas cruces
hechizas, que sólo tienen de cruz las apariencias”.

[57] _Hechos una yesca_, de secos, sin lágrimas verdaderas, término
común de comparación.

[58] En _S_: _y le haga_. En este caso había que escribir: _que no le
dé un trago y le haga comer_.

[59] “a solas”. (Ms).

[60] “con sólo un tarazón de vara” (_A_).

[61] “haberle dado muchas puñaladas” (_B_); _haber dado_ (_P_);
_haberle_ (_M_).

[62] _Soplones_, los porquerones, que vimos los llamaban así del ir con
el soplo al alguacil.

[63] “seguras”. (Ms).

[64] _por vengarse_ (_A_); _por vergüenza_ (_P_).

[65] _Lo que han menester._ En _P_: _han de menester_. Decíase
_haber menester_ y _haber de menester_, como _ser menester_ y _ser
de menester_, aunque Juan Mir asegura no haberse dicho _haber de
menester_. CORR., 517: “_Haber menester como el pan de la boca._ (Varía
personas y tiempos: Helo menester como el pan de la boca; habíalo
menester como el pan de la boca)”. _Docum. archivo de Madrid_, 3, p.
33: “Por quanto la dicha villa auia de menester de enbiar la dicha
carta”. S. ABRIL, _Andr._: “Pero ¿qué es menester palabras?” L. RUEDA,
_Registr._ pas. 2: “¿Cuántos huevos son de menester para una clueca?”
(Repítese tres veces).

[66] “divirtiera la grandeza”. (Ms).; “detuviera” (_S_).

[67] _Husillo_, eje de carro o carroza. A. PÉREZ, _Ceniza_, f. 10:
“Es como mandarnos untar los ejes y el husillo del carro para que no
rechine”.

[68] _Ropilla_, ropa pobre.

[69] “y se diferencian en muy poco” (_A S_).

[70] _Tejadillo_, la postura del manto de las mujeres encima de la
frente, dejándola descubierta. Nótese el realismo recio y español de
esta maravillosa descripción.

[71] _Tarazón_, pedazo, de _tarazar_. GUEVARA, _Avis. priv._, 18: “En
otro banquete vi dar lechones rellenos con tarazones de lampreas y de
truchas”.

[72] En _A_: _atrás diciendo_.

[73] En _S_: _haces lo mismo_.

[74] En _B_: _y luego la razón_.

[75] _Visión_, dícese de lo imaginado sin realidad, de las apariciones
y fantasmas, de donde persona ridícula y fea. QUEV., _Mus._ 6, r. 72:
“Visión cecial destestable, | rellena de crocodilos, | aspaviento ya
carroño, | mandrágula con zollipo”.

[76] “a sí mesma” (Ms)..

[77] _Tienda_, ostentación, de donde decimos _vender y venderse
por_. F. AGUADO, _Crist._, 19. 9: “Y véndeme el vicio con nombre de
virtud”. J. PIN., _Agr._, 2, 22: “Que os vendéis por tan bueno como los
religiosos”.

[78] _Cera de los oídos se ha pasado a los labios_, alude a las
cerillas de afeites, de que habla _La Celestina_, 1.

[79] _marqués de Villena_, _salir_ (_M S_). El famoso don Enrique de
Villena, tío de don Juan II, que “fué muy gran letrado y supo muy poco
en lo que le cumplía”, que dice la _Coronica_ de dicho Rey, por su mala
maña y peor ventura en cuanto emprendió. El cual, por su “amor de las
escrituras, no se deteniendo en las sciencias notables e católicas,
dexóse correr a algunas viles o raeces artes de adevinar e interpretar
sueños y esternudos y señales e otras cosas tales, que ni a príncipe
real e menos a católico christiano convenian”, como dice Fernán
Pérez de Guzmán en las _Generaciones y semblanzas_. Habiendo quemado
fray Lope Barrientos, por orden del Rey, “algunos” de sus libros “e
los otros quedaron en su poder”, tomaron su nombre los astrólogos,
alquimistas y embaucadores, como símbolo y enseña, y la leyenda de
mágico que aún en vida comenzó a formársele, creció más y más, hasta
el punto de que “el teatro y la novela, como dice M. PELAYO (_Antol._,
V, XXXVII), se apoderaron ávidamente de tales invenciones, y desde
_La Cueva de Salamanca_, de Alarcón; _Lo que quería ver el Marqués de
Villena_, de Rojas, y _La Visita de los chistes_, de Quevedo, hasta _La
Redoma encantada_, de Hartzenbusch, y el ingenioso cuento de Bremón,
_La Hierba de fuego_, don Enrique ha sido protagonista obligado de
comedias de magia y narraciones fantásticas, y prosigue en su redoma
hecho jigote y picadillo para renacer continuamente y servir de solaz
a las futuras generaciones infantiles”. Forjóse el cuento y corrió por
todas partes que don Enrique había ordenado que, muerto, le picasen e
hiciesen jigote, encerrándolo en una redoma para volver a segunda vida.

[80] _Jalbegue_, posverbal de _jalbegar_, y se usan en Extremadura,
derivados de _enjalbegar_ y _enjalbegue_, como si _en-_ fuese
preposición; de _ex-albicare_, blanquear, encalar, afeitar el rostro.
L. RUEDA, 2, 234: “Enjalbegase aquel rostro”.

[81] _Zapatillas de ámbar_, perfumadas de ámbar, como los _coletos de
ámbar_, que así se llamaban.

[82] Aquí concluye el texto en la edición de Pamplona y en el Ms.

[83] _Serena_ se decía por _sirena_. J. MENA, _Pecad. mort._: “Huid o
callad, serenas”.

[84] _De par en par_, del abrir enteramente ambas hojas de la puerta,
y por metáfora, enteramente abierto, sin embarazo. A. PÉREZ, _Dom._, 1
cuar., f. 133: “El pellejo duro, empero tan adelgazado, que se podían
ver por él de par en par las entrañas”.

[85] _Tecleados de moños_, acción de teclear en el moño,
componiéndoselo con los dedos, como suelen, para atraer las miradas y
dejando ver su continua ansia de aliñarse.

[86] _Trompicar_, dar trompicones. GALLO, _Job_, 53, 28: “Andar de día
a ciegas y de noche trompicando”. REBULLOSA, _Teatro_, p. 306: “Los
derriban trompicando en un valle de miserias”.

[87] “_Por debajo de la cuerda._ (Dícese cuando se juega a la pelota
en un corredor, puesta una cuerda, y pasa la pelota por debajo, y así
en otras cosas: echar faltas por debajo de la cuerda)”. (CORR., 603).
Pero aquí está tomado de lo que se hace tirando encubiertamente de una
cuerda, así que _por debajo de cuerda_ es lo que por debajo de mano,
escondidamente, con intento solapado. L. GRAC., _Crit._, 2, 7: “Para
hacer bajo cuerda cuanto quieren y todo va bajo manga”.

[88] _Atusado_; en _B_: _atufado_.

[89] _El tanto más cuanto._ _Andar, ponerse en tanto más cuanto_, en
cuentas y regateos. QUEV., _Cuent. de cuent._: “Quitaos de cuentos y
no andéis en tanto más cuanto”. H. SANTIAGO, _Dom._, 2 cuar, p. 216:
“Antes que el hombre se ponga en tanto más cuanto, Dios le enseña hoy
más que lo que le puede caber en la codicia”.

[90] _Azuzando_, así en _M S_; en la edición corregida, _aguzando_. En
_M S_: _alimentando cizañas_.

[91] _Tema_ femenino es porfía y terquedad. No se confunda con el
masculino _tema_, voz moderna tomada del griego. _Dar pistos a temas
desmayadas_ es alimentarlas como a enfermo, con alimentos líquidos y
fáciles, que ésos son los pistos.

[92] _Ese propio_, mismo. A. ÁLV., _Silv. Fer._, 6 cen., 6 c.: “Si
fuere moderado..., nada desto se le pega al Señor, sino a ti propio te
heciste mejor”. _Dos Hablad._: “Tiene mi mujer la propia enfermedad”.
J. PIN., _Agr._, 2, 7: “Vos soléis decir que está mal dicho _yo
propio_, y es lo que comúnmente se usa en esta tierra”.

[93] _Basilisco_, por matar con sola la vista.

[94] _Pujar_, acrecentar o subir la puja o puesta en subastas, ganarle
por la mano, adelantarle en ceremonias.

[95] _De buces_, como _de bruces_ y _de buzos_, bajando la cabeza, y
díjose el uno de _buz_, como el otro de _buruz_, de cabeza, que suena
en vascuence.

[96] _Roerle los zancajos_ a uno es hablar mal de él por detrás, como
gozquejo que ladra, y se tira a los zancajos o talones. CÁCERES, _ps._
100: “Aquéllos que andaban royendo los zancajos: 'Detrahentem secreto
proximo suo'”.

[97] _Que ya_, tanto, que de tanto roérselos, _se le ve el hueso_.
Sobre el _que_ comparativo véase CEJADOR, _Leng. de Cervantes_, I, 266,
17.

[98] _Coleo_, posverbal de _colear_, menear la cola.

[99] _Jeta_, los labios y narices como salientes, a modo de hocico y
trompa. QUEV., _Son._, 48: “Llamava labio y jeta comedera”.

[100] _Maridillo_ le llama, por ser poco marido, a fuer de consentidor,
que por una promesa que le haga se amansa y amodorra, vase de casa y al
volver tose fuerte para que el otro y ella sepan que llega y se pongan
de pura visita de etiqueta. Todo ello lo había bien pintado Mateo
Alemán.

[101] “sueño de los que no pueden”. (Edic. de Madrid de 1648 y
siguientes). Quiere decir que a los que no tienen que dar no les da el
menor pie para que pretendan su mujer ni menos tomen alas en su casa,
que esto es tenerles el ceño a raíz, que no salga afuera; en cambio, a
los generosos déjales el campo libre, inventando viajes y ausencias,
como hacía Guzmán de Alfarache.

[102] _Trompicones_, la cornamenta. _A la cabeza_ dicen _M S_.

[103] CORR., 574: “_Dar jabón._ (Por una reprensión)”.



                          LA HORA DE TODOS Y
                          LA FORTUNA CON SESO


                       A DON ÁLVARO DE MONSALVE,
    CANÓNIGO DE LA SANTA IGLESIA DE TOLEDO, PRIMADA DE LAS ESPAÑAS

Este libro tiene parentesco con vuesa merced, por tener su origen de
una palabra que le oí. A vuesa merced debe el nacimiento; a mí, el
crecer. Su comunicación es estudio para el bien atento, pues con pocas
letras que pronuncia, ocasiona discursos. Tal es la genealogía déste.
Doyle lo que es suyo en la sustancia y lo que es mío en la estatura y
bulto. Su título es: LA HORA DE TODOS Y LA FORTUNA CON SESO. Todos me
deberán una hora, por lo menos, y la Fortuna sacarla de los orates,
que lo más ha vivido entre locos. El tratadillo, burla burlando[104],
es de veras. Tiene cosas de las cosquillas, pues hace reír con enfado
y desesperación. Extravagante reloj, que, dando una hora sola, no hay
cosa que no señale con la mano[105]. Bien sé que le han de leer unos
para otros[106] y nadie para sí. Hagan lo que mandaren y reciban unos y
otros mi buena voluntad. Si no agradare lo que digo, bien se le puede
perdonar a un hombre ser necio una hora, cuando hay tantos que no lo
dejan de ser una hora en toda su vida. Vuesa merced, señor don Álvaro,
sabe empeñarse[107] por los amigos y desempeñarlos. Encárguese desta
defensa, que no será la primera que le deberé. Guarde Dios a vuesa
merced, como deseo. Hoy 12 de marzo de 1636.


                                NOTAS:

[104] CORR., 588: “_Burla burlando._ (Cuando se hace algo sin
intentarlo)”, o como en broma, al parecer, e intentándolo de veras,
como quien no quiere la cosa. Como si se dijera: _burlando burla_
(objeto intrínseco). También _burla burlanga_. F. SILVA, _Celest._, 25:
“Burla burlando, por mi vida, que me requirió de amores”. _Lazar._,
1: “Visto esto y las malas _burlas_, que el ciego _burlaba_ de mí,
determiné de todo en todo dejarle”.

[105] _Que no señale con la mano_ o manecilla del reloj. La de este
reloj alude a fulano y mengano, a _todo el mundo_, por ser _la hora de
todos_ cuando suena.

[106] _Leer para otro_, achacando a otro lo que dice la lectura y
saliéndose él mismo afuera, como si no fuera con él.

[107] _Empeñarse_, tomar por su cuenta y con empeño; _desempeñarlo_,
librarle. ZABALETA, _Día f._, 1, 8: “El cortesano se empeña por definir
el duelo”. H. SANT., _Dom. 3 cuar._: “Que le desempeña el alma, que le
rescata deste cautiverio”.



                                PRÓLOGO


Si eres idólatra o pagano, que vale tanto, no te escandalices, oh
amigo lector, porque llame a tus dioses a concejo a son de cuerno de
Baco. Que cuernos dieron a Júpiter, por lo que le llamaron _Cornupeta_
y _Ammon_, como quien de carnero le topa, y ya ves qué honrados
debieron ser los cuernos cuando coronar debieron la cabeza del padre
de los dioses. Mas si, como presumo, fueses jordanesco de casta y
te hubiese caído el rocío del cielo sobre la crisma, que Dios te
liberte de maleficios; détese una higa de que te enseñe con dioses
falsos o verdaderos. Que, como tú te enmiendes de lo que pecar sueles,
tanto vale el hisopo como el tridente, si es que no te gustan más
los pinchonazos del uno que los asperges del otro; que, a tal gusto,
con ellos te queda, que a mí me basta con el aspersilo, mas que sea
de sotana raída y de bonete torcido. No te rías porque se ría el
libro, que éste lo hace de ti viéndote panarra o inocente, que no le
entiendes, o pícaro, que te apartas del consejo; y cuida que, aunque
cuando, después de cerrado y dado al Leteo, que es el que lleva lo
bueno y lo malo al estanque sucio del olvido, se esconde dentro de los
pliegues de la conciencia para roerlas a sabor suyo cuando mejor le
viene, y tú no puedas evitarlo.

A todos llega la hora siempre temprano, porque es dama muy madrugona
y nada perezosa. Y así, cuando veas la del vecino, no te creas lejano
de la tuya, que te está echando la zarpa y entretejiendo el lazo con
que ha de ahogarte. Si te amarga la verdad escrita, échate un pedacito
de enmienda al alma y la endulzarás. Porque, si no, ha de avinagrarse
y causarte indigestión de muerte, que es la peor y para la que no
alcanzan las drogas de acá abajo, porque los boticarios de lametón no
han dado todavía con la píldora de la vida, siendo así que calzan borla
de doctores en las de la muerte.

No te fíes en que no te ha nevado la edad el cabello: que hay canas
que van tras los años y años que atraen las canas, y que la vida pasa,
cuando le place al del ojo grande, sin que necesite poner mojones de
aviso ni llamar con campanillas: que hay soplos que matan lo que no
mata un terremoto.

Si te amoscas porque te sorprenda en tus cálculos, peor para ti si no
los das de mano. Que yo cumplo con descubrirlos a tu conciencia, que
se alegra de ello tanto como tú lo lloras. Vierte lágrimas, pero sin
asemejarte al cocodrilo. Recógelas, que tu alma las necesita para la
_hora_, si son de arrepentido. Mira que a los rayos de Júpiter nada se
esconde, y que el fuego de Vulcano todo lo abrasa. Dirígete a Apolo y
te escudará en su carro, si fervorizante le pides. Y porque más has de
ver de lo que yo te diga y mi libro te enseñe, léelo con la mano en el
seno y ráscate, cuando te pique: que para sermón de lego ya es bastante
sin licencia del Prior.--(_Ms. de Lista._)


                       TABLA DE LOS SUCESOS[108]

         I. Un médico.

        II. Un azotado.

       III. Los chirriones.

        IV. La casa del ladrón ministro.

         V. El usurero y sus alhajas.

        VI. El hablador plenario.

       VII. Senadores votan un pleito.

      VIII. El casamentero.

        IX. El poeta culto.

         X. La buscona y el guardainfante.

        XI. El criado favorecido y el amo.

       XII. La casada que se afeita.

      XIII. Gran señor que visita su cárcel.

       XIV. Mujeres diferentes que van por la calle.

        XV. Potentado después de comer.

       XVI. Codiciosos y tramposos.

      XVII. Arbitristas en Dinamarca.

     XVIII. Las alcahuetas y las chillonas.

       XIX. El letrado y los pleiteantes.

        XX. Los taberneros.

       XXI. Enjambre de pretendientes.

      XXII. Hombres que piden prestado.

     XXIII. La imperial Italia.

      XXIV. El caballo de Nápoles.

       XXV. Los dos ahorcados.

      XXVI. El gran Duque de Moscovia y los tributos.

     XXVII. Un fullero.

    XXVIII. Los holandeses.

      XXIX. El gran Duque de Florencia.

       XXX. El alquimista.

      XXXI. Los tres franceses y el español.

     XXXII. La serenísima república de Venecia.

    XXXIII. El Dux y Senado de Génova.

     XXXIV. Los alemanes herejes.

      XXXV. El Gran Señor de los turcos.

     XXXVI. Los de Chile y los holandeses.

    XXXVII. Los negros.

   XXXVIII. El serenísimo Rey de Ingalaterra.

     XXXIX. Los judíos se juntan en su Salónique.

        XL. Los pueblos y súbditos de Príncipes y sus repúblicas.


                                NOTAS:

[108] En el Ms. del señor Duque de Frías son árabes los números de cada
uno de ellos, y están pospuestos al suceso respectivo.

Los asuntos de esta obra se anotan al margen de la correspondiente
plana en la edición de Zaragoza de 1650, en la siguiente forma:
“Médicos, alguaciles, escribanos, boticarios, mujeres afeitadas,
gangosos, teñidos, adinerado ladrón de hidalguía postiza, mohatrero,
hablador, senadores, casamentero, poeta culto, buscona, galán con
pantorrillas postizas, calvos y teñidos[109], mujer afeitada, dueña,
doncellita, visita de cárcel, damas que encubren años, a pie, en
coches, en sillas de manos, lisonjeros de señores y potentados,
embusteros y tramposos, arbitristas, cobradores y ejecutores,
alcahuetas y chillonas, dueñas, letrado, abogado, pasante, procurador,
escribano, relator, taberneros, pretendientes, envestidores que piden
prestado, Italia, Roma, Saboya, España, Francia, Italia, Venecia,
Nápoles, Duque de Osuna, Virrey de Nápoles, rufianes ahorcados,
médicos, tributos, fullero y tramposo, Holanda, romanos, Gran Duque
de Florencia, alquimista, miserable, carbonero, franceses, español,
Venecia, Italia, privado, alemanes, el Gran Turco, Duque de Osuna,
España y españoles, artillería, emprenta, holandeses en Chile, negros,
Inglaterra, sinagoga y judíos, monopantos, oro y plata, triaca, varias
naciones y malcontentos, Duque de Saboya, ginovés, contra el gobierno
repúblico, legisladores y mujeres, _nota_, francés y italiano, valido,
tiranos, de qué se ha de cuidar en una república, consejeros, premios,
jueces, pastores”.

En igual forma se encuentran en casi todas las impresiones anteriores a
la de Bruselas, 1660, donde los asuntos se sacan al pie con llamadas.
En las españolas del siglo pasado se pusieron como epígrafes al
principio de cada capítulo.

[109] “Criado de señor endemoniado”. (Ms. de la Biblioteca Nacional,
T. 153, pág. 240, v).



                LA HORA DE TODOS Y LA FORTUNA CON SESO


Júpiter[110], hecho de hieles[111], se desgañitaba[112] poniendo
los gritos en la tierra. Porque ponerlos en el cielo[113], donde
asiste, no era encarecimiento a propósito. Mandó que luego a consejo
viniesen todos los dioses trompicando[114]. Marte, don Quijote de las
deidades, entró con sus armas y capacete y la insignia de viñadero[115]
enristrada, echando chuzos[116], y a su lado, el panarra[117] de los
dioses, Baco, con su cabellera de pámpanos, remostada[118] la vista, y
en la boca, por lagar vendimias de retorno[119] derramadas, la palabra
bebida, el paso trastornado y todo el celebro en poder de las uvas.

Por otra parte, asomó con pies descabalados[120] Saturno, el dios
marimanta[121], comeniños, engulléndose sus hijos a bocados. Con él
llegó, hecho una sopa[122], Neptuno, el dios aguanoso, con su quijada
de vieja por cetro, que eso es tres dientes en romance, lleno de
cazcarrias[123] y devanado[124] en ovas, oliendo a viernes[125] y
vigilias, haciendo lodos con sus vertientes en el cisco[126] de Plutón,
que venía en su seguimiento. Dios dado a los diablos, con una cara
afeitada con hollín y pez, bien zahumado con alcrebite[127] y pólvora,
vestido de cultos[128] tan escuros, que no le amanecía todo el buchorno
del sol, que venía en su seguimiento con su cara de azófar y sus barbas
de oropel. Planeta bermejo y andante, devanador de vidas, dios dado
a la barbería, muy preciado de guitarrilla y pasacalles, ocupado en
ensartar un día tras otro y en engazar[129] años y siglos, mancomunado
con las cenas[130] para fabricar calaveras.

Entró Venus, haciendo rechinar los coluros con el ruedo del
guardainfante[131], empalagando de faldas a las cinco zonas, a medio
afeitar la jeta y el moño[132], que la encorozaba de pelambre la
cholla, no bien encasquetado, por la prisa. Venía tras ella la Luna,
con su cara en rebanadas, estrella en mala moneda[133], luz en cuartos,
doncella de ronda y ahorro de lanternas y candelillas. Entró con gran
zurrido el dios Pan, resollando con dos grandes piaras de númenes,
faunos, pelicabros y patibueyes[134]. Hervía todo el cielo de manes y
lemures y penatillos y otros diosecillos[135] bahunos[136]. Todos se
repantigaron en sillas y las diosas se rellanaron, y, asestando las
jetas a Júpiter con atención reverente, Marte se levantó, sonando a
choque de cazos y sartenes, y con ademanes de la carda[137], dijo:

--Pesia[138] tu hígado[139], oh grande Coime[140], que pisas el alto
claro, abre esa boca y garla: que parece que sornas.

Júpiter, que se vió salpicar de jacarandinas[141] los oídos y estaba,
siendo verano y asándose el mundo, con su rayo en la mano haciéndose
chispas, cuando fuera mejor hacerse aire con un abanico, con voz muy
corpulenta, dijo:

--Vusted envaine y llámeme a Mercurio.

El cual, con su varita de jugador[142] de manos y sus zancajos
pajaritos[143] y su sombrerillo hecho en horma de hongo, en un
santiamén y en volandas[144] se le puso delante. Júpiter le dijo:

--Dios virote[145], dispárate al mundo y tráeme aquí, en un cerrar y
abrir de ojos[146], a la Fortuna asida de los arrapiezos[147].

Luego, el chisme del Olimpo[148], calzándose dos cernícalos por
acicates, se despareció, que ni fué oído ni visto[149], con tal
velocidad, que verle partir y volver fué una misma acción de la vista.
Volvió hecho mozo de ciego y lazarillo, adestrando a la Fortuna, que
con un bordón en la una mano venía tentando y de la otra tiraba de la
cuerda que servía de freno a un perrillo.

Traía por chapines una bola, sobre que venía de puntillas, y hecha
pepita de una rueda, que la cercaba como a centro, encordelada de
hilos y trenzas, y cintas, y cordeles y sogas, que con sus vueltas se
tejían y destejían. Detrás venía, como fregona, la Ocasión, gallega
de _coramvobis_[150], muy gótica de facciones, cabeza de contramoño,
cholla bañada de calva de espejuelo y en la cumbre de la frente un
solo mechón, en que apenas había pelo para un bigote. Era éste más
resbaladizo que anguilla, culebreaba deslizándose al resuello[151] de
las palabras. Echábasele de ver en las manos que vivía de fregar y
barrer[152] y de fregar los arcaduces y de vaciar los que la Fortuna
llevaba.

Todos los dioses mostraron mohina de ver a la Fortuna, y algunos dieron
señal de asco cuando ella, con chillido desentonado, hablando a tiento,
dijo:

--Por tener los ojos acostados y la vista a buenas noches[153], no
atisbo quién sois los que asistís a este acto; empero, seáis quien
fuéredes, con todos hablo, y primero contigo, oh Jove, que acompañas
las toses de las nubes con gargajo trisulco[154]. Dime: ¿qué se te
antojó ahora de llamarme, habiendo tantos siglos que de mí no te
acuerdas? Puede ser que se te haya olvidado a ti y a esotro vulgo de
diosecillos lo que yo puedo, y que así he jugado contigo y con ellos
como con los hombres.

Júpiter, muy prepotente, la respondió:

--Borracha, tus locuras, tus disparates y maldades son tales, que
persuaden a la gente mortal que, pues no te vamos a la mano, que no hay
dioses, que el cielo está vacío y que soy un dios de mala muerte[155].
Quéjanse que das a los delitos lo que se debe a los méritos, y los
premios de la virtud, al pecado; que encaramas en los tribunales a
los que habías de subir a la horca, que das las dignidades a quien
habías de quitar las orejas y que empobreces y abates a quien debieras
enriquecer.

La Fortuna, demudada y colérica, dijo:

--Yo soy cuerda y sé lo que hago, y en todas mis acciones ando pie
con bola[156]. Tú, que me llamas inconsiderada y borracha, acuérdate
que hablaste por boca de ganso[157] en Leda[158], que te derramaste
en lluvia de bolsa[159] por Dánae, que bramaste y fuiste _Inde toro
pater_[160] por Europa, que has hecho otras cien mil picardías y
locuras y que todos ésos y ésas que están contigo han sido avechuchos,
hurracas y grajos, cosas que no se dirán de mí. Si hay beneméritos
arrinconados y virtuosos sin premios, no toda la culpa es mía: a muchos
se los ofrezco que los desprecian, y de su templanza fabricáis mi
culpa. Otros, por no alargar la mano a tomar lo que les doy, lo dejan
pasar a otros, que me lo arrebatan sin dárselo. Más son los que me
hacen fuerza que los que yo hago ricos; más son los que me hurtan lo
que les niego que los que tienen lo que les doy. Muchos reciben de mí
lo que no saben conservar: piérdenlo ellos y dicen que yo se lo quito.
Muchos me acusan por mal dado en otros lo que estuviera peor en ellos.
No hay dichoso sin invidia de muchos; no hay desdichado sin desprecio
de todos. Esta criada me ha servido perpetuamente. Yo no he dado paso
sin ella. Su nombre es la Ocasión. Oídla; aprended a juzgar de una
fregona.

Y desatando la taravilla[161] la Ocasión, por no perderse a sí misma,
dijo:

--Yo soy una hembra que me ofrezco a todos. Muchos me hallan, pocos me
gozan. Soy Sansona femenina, que tengo la fuerza en el cabello. Quien
sabe asirse a mis crines[162], sabe defenderse de los corcovos de mi
ama. Yo la dispongo, yo la reparto, y de lo que los hombres no saben
recoger y gozar me acusan. Tiene repartidas la necedad por los hombres
estas infernales cláusulas:

“Quién dijera, no pensaba, no miré en ello, no sabía, bien está, qué
importa, qué va ni viene, mañana se hará, tiempo hay, no faltará
ocasión, descuidéme, yo me entiendo, no soy bobo, déjese deso, yo me lo
pasaré, ríase de todo, no lo crea, salir tengo con la mía, no faltará,
Dios lo ha de proveer, más días hay que longanizas, donde una puerta
se cierra otra se abre, bueno está eso, qué le va a él, paréceme a mí,
no es posible, no me diga nada, ya estoy al cabo, ello dirá, ande el
mundo, una muerte debo a Dios, bonito soy yo para eso, sí por cierto,
diga quien dijere, preso por mil, preso por mil y quinientos, no es
posible, todo se me alcanza, mi alma en mi palma, ver veamos, diz que,
y pero, y quizás”.

Y el tema de los porfiados:

“Dé donde diere”.

Estas necedades hacen a los hombres presumidos, perezosos y
descuidados. Éstas son el hielo en que yo me deslizo, en éstas se
trastorna la rueda de mi ama y trompica la bola que la sirve de chapín.
Pues si los tontos me dejan pasar, ¿qué culpa tengo yo de haber pasado?
Si a la rueda de mi ama son tropezones y barrancos, ¿por qué se quejan
de sus vaivenes? Si saben que es rueda, y que sube y baja, y que, por
esta razón, baja para subir y sube para bajar, ¿para qué se devanan
en ella? El sol se ha parado; la rueda de la Fortuna, nunca. Quien
más seguro pensó haberla fijado el clavo[163], no hizo otra cosa que
alentar con nuevo peso el vuelo de su torbellino. Su movimiento digiere
las felicidades y miserias, como el del tiempo las vidas del mundo, y
el mundo mismo poco a poco. Esto es verdad, Júpiter. Responda quien
supiere.

La Fortuna, con nuevo aliento, bamboleándose con remedos de veleta y
acciones de barrena, dijo[164]:

--La Ocasión ha declarado la ocasión injusta de la acusación que se
me pone; empero yo quiero de mi parte satisfacerte a ti, supremo
atronador[165], y a todos esotros que te acompañan, sorbedores de
ambrosía y néctar, no obstante que en vosotros he tenido, tengo y
tendré imperio, como le tengo en la canalla más soez del mundo. Y yo
espero ver vuestro endiosamiento muerto de hambre por falta de víctimas
y de frío, sin que alcancéis una morcilla por sacrificio, ocupados en
sólo abultar poemas y poblar coplones[166], gastados en consonantes y
en apodos amorosos, sirviendo de munición a los chistes y a las pullas.

--Malas nuevas tengas de cuanto deseas--dijo el Sol--, que con tan
insolentes palabras blasfemas de nuestro poder. Si me fuera lícito,
pues soy el Sol, te friyera en caniculares, y te asara en buchornos, y
te desatinara a modorras.

--Vete a enjugar lodazales--dijo Fortuna--, a madurar pepinos y a
proveer de tercianas a los médicos y a adestrar las uñas de los que se
espulgan a tus rayos; que ya te he visto yo guardar vacas[167] y correr
tras una mozuela, que, siendo sol, te dejó a escuras. Acuérdate que
eres padre de un quemado[168]. Cósete la boca[169], y deja de hablar, y
hable quien le toca[170].

Entonces Júpiter severo pronunció estas razones:

--En muchas de las que tú[171] y esa picarona que te sirve habéis
dicho, tenéis razón; empero, para satisfacción de las gentes está
decretado irrevocablemente[172] que en el mundo, en un día y en una
propia hora, se hallen de repente todos los hombres con lo que cada uno
merece. Esto ha de ser: señala hora y día.

La Fortuna respondió:

--Lo que se ha de hacer, ¿de qué sirve dilatarlo? Hágase hoy. Sepamos
qué hora es.

El Sol, jefe de relojeros, respondió:

--Hoy son 20 de junio[173], y la hora, las tres de la tarde y tres
cuartos y diez minutos.

--Pues en dando las cuatro--dijo la Fortuna--, veréis lo que pasa en la
tierra.

Y diciendo y haciendo[174], empezó a untar el eje de su rueda y
encajar manijas, mudar clavos, enredar cuerdas, aflojar unas y estirar
otras, cuando el Sol, dando un grito, dijo:

--Las cuatro son, ni más ni menos: que ahora acabo de dorar la cuarta
sombra posmeridiana de las narices de los relojes de sol.

En diciendo estas palabras, la Fortuna, como quien toca sinfonía,
empezó a desatar su rueda, que, arrebatada en huracanes y vueltas,
mezcló en nunca vista confusión todas las cosas del mundo, y dando un
grande aullido, dijo:

--Ande la rueda, y coz con ella[175].

I. En aquel propio instante, yéndose a ojeo de calenturas, paso entre
paso[176] un médico en su mula, le cogió la _hora_ y se halló de
verdugo, perneando[177] sobre un enfermo, diciendo _credo_, en lugar de
_récipe_, con aforismo escurridizo.

II. Por la misma calle, poco detrás, venía un azotado, con la palabra
del verdugo delante chillando[178] y con las mariposas del _sepan
cuantos_, detrás y el susodicho en un borrico, desnudo de medio arriba,
como nadador de rebenque[179]. Cogióle la _hora_, y, derramando[180]
un rocín al alguacil que llevaba y el borrico al azotado, el rocín se
puso debajo del azotado y el borrico debajo del alguacil, y, mudando
lugares, empezó a recibir los pencazos el que acompañaba al que los
recibía, y el que los recibía, a acompañar al que le acompañaba[181].

III. Atravesaban por otra calle unos chirriones[182] de basura,
y, llegando enfrente de una botica, los cogió la _hora_, y empezó
a rebosar la basura y salirse de los chirriones y entrarse en la
botica, de donde saltaban los botes y redomas, zampándose[183] en los
chirriones con un ruido y admiración increíble. Y como se encontraban
al salir y al entrar los botes y la basura, se notó que la basura, muy
melindrosa, decía a los botes:

--Háganse allá.

Los basureros andaban con escobas y palas traspalando en los chirriones
mujeres afeitadas y gangosos y teñidos, sin poder nadie remediarlo[184].

IV. Había hecho un bellaco una casa de grande ostentación con resabios
de palacio y portada sobreescrita de grandes genealogías de piedra. Su
dueño era un ladrón que, por debajo de[185] su oficio, había robado el
caudal con que la había hecho. Estaba dentro y tenía cédula a la puerta
para alquilar tres cuartos. Cogióle la _hora_. ¡Oh, inmenso Dios,
quién podrá referir tal portento! Pues, piedra por piedra y ladrillo
por ladrillo, se empezó a deshacer, y las tejas, unas se iban a unos
tejados y otras a otros. Veíanse vigas, puertas y ventanas entrar
por diferentes casas, con espanto de los dueños, que la restitución
tuvieron a terremoto y a fin del mundo. Iban las rejas y las
celosías[186] buscando sus dueños de calle en calle. Las armas de la
portada partieron, como rayos, a restituirse a la montaña, a una casa
de solar, a quien este maldito había achacado su pícaro nacimiento.
Quedó desnudo de paredes y en cueros de edificio, y sólo en una esquina
quedó la cédula de alquiler que tenía puesta, tan mudada por la fuerza
de la _hora_, que, donde decía: “Quien quisiere alquilar esta casa
vacía, entre: que dentro vive su dueño”, se leía: “Quien quisiere
alquilar este ladrón, que está vacío de su casa, entre sin llamar,
pues la casa no lo estorba”.

V. Vivía enfrente déste un mohatrero, que prestaba sobre prendas, y
viendo afufarse[187] la casa de su vecino, quiso prevenirse, diciendo:

--¿Las casas se mudan de los dueños? ¡Mala invención!

Y por presto que quiso ponerse en salvo, cogido de la _hora_, un
escritorio, y una colgadura y un bufete de plata, que tenía cautivos
de intereses argeles[188], con tanta violencia se desclavaron de las
paredes y se desasieron, que, al irse a salir por la ventana un tapiz,
le cogió en el camino y, revolviéndosele al cuerpo, amortajado en
figurones, le arrancó y llevó en el aire más de cien pasos, donde,
desliado, cayó en un tejado, no sin crujido del costillaje; desde
donde, con desesperación, vió pasar cuanto tenía en busca de sus
dueños, y detrás de todo, una ejecutoria, sobre la cual, por dos meses,
había prestado a su dueño doscientos reales, con ribete de cincuenta
más. Ésta ¡oh extraña maravilla!, al pasar, le dijo:

--Morato, arráez[189] de prendas: si mi amo por mí no puede ser preso
por deudas, ¿qué razón hay para que tú por deudas me tengas presa[190]?

Y diciendo esto, se zampó en un bodegón, donde el hidalgo estaba
disimulando ganas de comer, con el estómago de rebozo, acechando unas
tajadas que so el poder de otras muelas rechinaban.

VI. Un hablador plenario, que de lo que le sobra de palabras a dos
leguas pueden moler otros diez habladores, estaba anegando en prosa su
barrio, desatada la taravilla en diluvios de conversación. Cogióle la
_hora_ y quedó tartamudo y tan zancajoso de pronunciación, que a cada
letra que pronunciaba, se ahorcaba en pujos de _be a ba_, y como el
pobre padecía, paró la lluvia. Con la retención empezó a rebosar charla
por los ojos y por los oídos.

VII. Estaban unos senadores votando un pleito. Uno dellos, de puro
maldito, estaba pensando cómo podría condenar a entrambas partes. Otro
incapaz, que no entendía la justicia de ninguno de los dos litigantes,
estaba determinando su voto por aquellos dos textos de los idiotas:
“Dios se la depare buena” y “dé donde diere”. Otro caduco, que se
había dormido en la relación, discípulo de la mujer de Pilatos en
alegar sueño[191], estaba trazando a cuál de sus compañeros seguiría
sentenciando a trochimoche. Otro, que era docto y virtuoso juez, estaba
como vendido al lado de otro, que estaba como comprado, senador brujo
untado[192]. Éste alegó leyes torcidas[193], que pudieran arder en un
candil, trujo a su voto al dormido y al tonto y al malvado. Y habiendo
hecho sentencia, al pronunciarla, los cogió la _hora_ y, en lugar de
decir: “Fallamos que debemos condenar y condenamos”, dijeron:

“Fallamos que debemos condenarnos y nos condenamos”.

--Ése sea tu nombre[194]--dijo una voz.

Y, al instante, se les volvieron las togas pellejos de culebras, y,
arremetiendo los unos a los otros, se trataban de monederos falsos de
la verdad. Y de tal suerte se repelaron, que las barbas de los unos
se vían en las manos de los otros, quedando las caras lampiñas y las
uñas barbadas, en señal de que juzgaban con ellas[195], por lo cual les
competía la zalea jurisconsulto.

VIII. Un casamentero estaba emponzoñando el juicio de un buen hombre,
que, no sabiendo qué se hacer de su sosiego, hacienda y quietud,
trataba de casarse. Proponíale una picarona, y guisábala con prosa
eficaz, diciéndole:

--Señor, _de nobleza_ no digo nada, porque, gloria a Dios, a vuesa
merced le sobra para prestar. _Hacienda_, vuesa merced no la ha
menester. _Hermosura_, en las mujeres propias antes se debe huir, por
peligro. _Entendimiento_, vuesa merced la ha de gobernar, y no la
quiere para letrado. _Condición_, no la tiene. Los _años_ _que tiene_,
son pocos, y decía entre sí: “por vivir”. Lo demás es a pedir de
boca[196].

El pobre hombre estaba furioso, diciendo:

--Demonio, ¿qué será lo demás, si ni es noble, ni rica, ni hermosa ni
discreta? Lo que tiene sólo es lo que no tiene, que es condición.

En esto, los cogió la _hora_, cuando el maldito casamentero, sastre
de bodas, que hurta, y miente, y engaña, y remienda y añade, se halló
desposado con la fantasma que pretendía pegar al otro, y hundiéndose
a voces sobre: “¿Quién sois vos, qué trujistes vos? No merecéis
descalzarme”, se fueron comiendo a bocados.

IX. Estaba un poeta en un corrillo, leyendo una canción cultísima, tan
atestada de latines y tapida[197] de jerigonzas, tan zabucada[198] de
cláusulas, tan cortada de paréntesis, que el auditorio[199] pudiera
comulgar de puro en ayunas que estaba. Cogióle la _hora_ en la cuarta
estancia, y a la oscuridad de la obra, que era tanta que no se vía la
mano, acudieron lechuzas y murciélagos[200], y los oyentes, encendiendo
lanternas y candelillas, oían de ronda a la musa, a quien llaman

            la enemiga del día,
      que el negro manto descoge.

Llegóse uno tanto con un cabo de vela al poeta, noche de invierno,
de las que llaman boca de lobo[201], que se encendió el papel por en
medio. Dábase el autor a los diablos, de ver quemada su obra, cuando el
que la pegó fuego le dijo:

--Estos versos no pueden ser claros y tener luz si no los queman: más
resplandecen luminaria que canción[202].

X. Salía de su casa una buscona[203] piramidal[204][205], habiendo
hecho sudar la gota tan gorda[206] a su portada, dando paso a un
inmenso contorno de faldas, y tan abultadas, que pudiera ir por debajo
rellena de ganapanes, como la tarasca. Arrempujaba con el ruedo las
dos aceras de una plazuela[207]. Cogióla la _hora_, y, volviéndose
del revés las faldas del guardainfante y arboladas, la sorbieron en
campana vuelta del revés, con faciones de tolva, y descubrióse que,
para abultar de caderas, entre diferentes legajos de arrapiezos que
traía, iba un repostero plegado y la barriga en figura de taberna, y al
un lado, un medio tapiz. Y lo más notable fué que se vía un Holofernes
degollado, porque la colgadura debía de ser de aquella historia.
Hundíase la calle a silbos y gritos. Ella aullaba, y, como estaba
sumida en dos estados de carcavueso[208], que formaban los espartos del
ruedo, que se había erizado, oíanse las voces como de lo profundo de
una sima, donde yacía con pinta de[209] carantamaula[210]. Ahogárase
en la caterva que concurrió, si no sucediera que, viniendo por la calle
rebosando narcisos uno con pantorrillas postizas y tres dientes, y
dos teñidos y tres calvos con sus cabelleras, los cogió la _hora_ de
pies a cabeza, y el de las pantorrillas empezó a desangrarse de lana,
y sintiendo mal acostadas, por falta de los colchones, las canillas,
y queriendo decir: “¿Quién me despierna?”, se le desempedró la boca
al primer bullicio de la lengua. Los teñidos quedaron con requesones
por barbas, y no se conocían unos a otros. A los calvos se les huyeron
las cabelleras con los sombreros en grupa[211], y quedaron melones con
bigotes, con una cortesía de _memento homo_.

XI. Era muy favorecido de un señor un criado suyo. Éste le engañaba
hasta el sueño, y a éste, un criado que tenía, y a este criado, un
mozo suyo, y a este mozo, un amigo, y a este amigo, su amiga, y a
ésta, el diablo. Pues cógelos la _hora_, y el diablo, que estaba al
parecer, tan lejos[212] del señor, revístese en[213] la puta; la puta,
en su amigo; el amigo, en el mozo; el mozo, en el criado; el criado,
en el amo; el amo, en el señor. Y como el demonio llegó a él destilado
por puta y rufián, y mozo de mozo de criado de señor, endemoniado por
pasadizo y hecho un infierno, embistió con su siervo; éste, con su
criado; el criado, con su mozo; el mozo, con su amigo; el amigo, con su
amiga; ésta, con todos, y chocando los arcaduces del diablo unos con
otros, se hicieron pedazos, se deshizo la sarta de embustes, y Satanás,
que enflautado[214] en la cotorrera, se paseaba sin ser sentido,
rezumándose de mano en mano, los cobró a todos de contado[215].

XII. Estábase afeitando una mujer casada[216] y rica. Cubría con
hopalandas[217] de solimán unas arrugas jaspeadas de pecas.
Jalbegaba[218], como puerta de alojería[219], lo rancio de la tez.
Estábase guisando las cejas con humo, como chorizos. Acompañaba
lo mortecino de sus labios con munición de lanternas a poder de
cerillas[220]. Iluminábase de vergüenza postiza con dedadas de
salserilla de color. Asistíala como asesor de cachivaches una
dueña, calavera confitada en untos[221]. Estaba de rodillas sobre
sus chapines[222], con un moñazo imperial en las dos manos, y a
su lado una doncellita, platicanta de botes, con unas costillas de
borrenas[223], para que su ama lanaplenase[224] las concavidades que le
resultaban de un par de jibas que la trompicaban el talle. Estándose,
pues, la tal señora dando pesadumbre y asco a su espejo, cogida de la
_hora_, se confundió en manotadas, y, dándose con el solimán en los
cabellos, y con el humo en los dientes, y con la cerilla en las cejas,
y con la color en todas las mejillas, y encajándose[225] el moño en
las quijadas, y atacándose las borrenas al revés, quedó cana y cisco
y Antón Pintado y Antón Colorado[226], y barbada de rizos, y hecha
abrojo, con cuatro corcovas, vuelta visión[227] y cochino de San Antón.
La dueña, entendiendo que se había vuelto loca, echó a correr con los
andularios[228] de _requiem_ en las manos[229]. La muchacha se desmayó,
como si viera al diablo. Ella salió tras la dueña, hecha un infierno,
chorreando pantasmas[230]. Al ruido salió el marido, y viéndola, creyó
que eran espíritus que se le habían revestido[231], y partió de carrera
a llamar quien la conjurase.

XIII. Un gran señor fué a visitar la cárcel de su Corte, porque le
dijeron servía de heredad y bolsa a los que la tenían a cargo, que de
los delitos hacían mercancía y de los delincuentes tienda, trocando los
ladrones en oro y los homicidas en buena moneda. Mandó que sacasen a
visita los encarcelados, y halló que los habían preso por los delitos
que habían cometido y que los tenían presos por los que su codicia
cometía con ellos. Supo que a los unos contaban lo que habían hurtado y
podido hurtar, y a otros, lo que tenían y podían tener, y que duraba la
causa todo el tiempo que duraba el caudal, y que, precisamente el día
del postrero maravedí era el día del castigo, y que los prendían por
el mal que habían hecho, y los justiciaban porque ya no tenían[232].
Saliéronse a visitar dos, que habían de ahorcar otro día. Al uno,
porque le había perdonado la parte, le tenían como libre; al otro, por
hurtos ahorcaban, habiendo tres años que estaba preso, en los cuales le
habían comido los hurtos y su hacienda y la de su padre y su mujer, en
quien tenía dos hijos. Cogió la _hora_ al gran señor en esta visita, y,
demudado de color, dijo:

--A este que libráis porque perdonó la parte, ahorcaréis mañana.
Porque, si esto se hace, es instituír mercado público de vidas y
hacer que por el dinero del concierto con que se compra el perdón
sea mercancía la vida del marido para la mujer, y la del hijo para
el padre, y la del padre para el hijo, y, en puniéndose los perdones
de muertes en venta, las vidas de todos están en almoneda pública, y
el dinero inhibe en la justicia el escarmiento, por ser muy fácil de
persuadir a las partes que les serán más útil mil escudos o quinientos
que un ahorcado. Dos partes hay en todas las culpas públicas: la
ofendida y la justicia. Y es tan conveniente que ésta castigue lo que
le pertenece como que aquélla perdone lo que le toca. Este ladrón, que
después de tres años de prisión queréis ahorcar, echaréis a galeras.
Porque, como tres años ha estuviera justamente ahorcado, hoy será
injusticia muy cruel, pues será ahorcar con el que pecó a su padre,
a sus hijos y a su mujer, que son inocentes, a quien habéis vosotros
comido y hurtado con la dilación las haciendas.

Acuérdome del cuento del que, enfadado de que los ratones le roían
papelillos y mendrugos de pan, y cortezas de queso y los zapatos
viejos, trujo gatos que le cazasen los ratones; y viendo que los gatos
se comían los ratones y juntamente un día le sacaban la carne de la
olla, otro se la desensartaban del asador, que ya le cogían una paloma,
ya una pierna de carnero, mató los gatos y dijo: “Vuelvan los ratones”.
Aplicad vosotros este chiste, pues como gatazos, en lugar de limpiar la
república, cazáis y corréis los ladrones[233] ratoncillos, que cortan
una bolsa, agarran un pañizuelo, quitan una capa y corren un sombrero,
y juntamente os engullís el reino, robáis las haciendas y asoláis las
familias. Infames, ratones quiero, y no gatos.

Diciendo esto, mandó soltar todos los presos y prender todos los
ministros de la cárcel. Armóse una herrería[234] y confusión espantosa.
Trocaban unos con otros quejas y alaridos. Los que tenían los grillos
y las cadenas se las echaban a los que se las mandaron echar y se las
echaron.

XIV. Iban diferentes mujeres por la calle, las unas a pie. Y aunque
algunas dellas se tomaban ya de los años[235], iban gorjeándose[236]
de andadura y desviviéndose de ponleví y enaguas[237]. Otras iban
embolsadas en coches, desantañándose[238] de navidades con melindres
y manoteado de cortinas. Otras[239], tocadas de gorgoritas[240] y
vestidas de _noli me tangere_[241], iban en figura de camarines, en una
alhacena de cristal, con resabios de hornos de vidrio, romanadas[242]
por dos moros, o, cuando mejor, por dos pícaros. Llevan las tales
transparentes los ojos, en muy estrecha vecindad con las nalgas
del mozo delantero, y las narices molestadas del zumo de sus pies,
que, como no pasa por escarpines[243], se perfuma de Fregenal[244].
Unas y otras iban reciennaciéndose[245], arrulladas de galas y con
niña postiza[246], callando la vieja, como la caca, pasando a la
arismética[247] de los ojos los ataúdes por las cunas. Cogiólas la
_hora_, y, topándolas Estoflerino y Magino y Origano y Argolo[248], con
sus efemérides desenvainadas, embistieron con ellas a ponerlas a todas
las fechas de sus vidas, con día, mes y año, hora, minutos y segundos.
Decían con voces descompuestas:

--Demonios, reconocé vuestra fecha, como vuestra sentencia. Cuarenta y
dos años tienes, dos meses, cinco días, seis horas, nueve minutos y
veinte segundos.

¡Oh, inmenso Dios, quién podrá decir el desaforado zurrido[249] que se
levantó! No se oía otra cosa que “mentises; no hay tal; no he cumplido
quince; ¡Jesús! ¿Quién tal dice? Aún no he entrado en diez y ocho; en
trece estoy; ayer nací; no tengo ningún año; miente el tiempo”.

Y una, a quien Origano estaba sobrescribiendo como escritura: “Fué
fecha y otorgada esta mujer el año de 1578[250]”, viendo ella que se le
averiguaban sesenta y siete años[251], entigrecida y enserpentada, dijo:

--Yo no he nacido, legalizador de la muerte; aún no me han salido los
dientes.

--Antigualla, mamotreto de siglos, no salen sobre raigones[252]; tente
a la fecha.

--No conozco fecha.

Y arremetiendo el uno al otro, se confundió todo en una resistencia
espantosa.

XV. Estaba un potentado, después de comer, arrullando su
desvanecimiento con lisonjas arpadas en los picos de sus criados[253].
Oíase el rugir de las tripas galopines[254], que en la cocina de su
barriga no se podían averiguar con la carnicería que había devorado.
Estaba espumando en salivas, por la boca, los hervores de las azumbres,
todo el _coramvobis_[255] iluminado de panarras, con arreboles de
brindis. A cada disparate y necedad que decía, se desatinaban en los
encarecimientos y alabanzas los circunstantes. Unos decían: “¡Admirable
discurso!” Otros: “No hay más que decir. ¡Grandes y preciosísimas
palabras!” Y un lisonjero, que procuraba pujar[256] a los otros la
adulación, mintiendo de puntillas, dijo:

--Oyéndote ha desfallecido pasmada la admiración y la dotrina.

El tal señor, encantusado[257] y dando dos ronquidos, parleros del
ahito, con promesas de vómito, derramó con zollipo[258] estas palabras:

--Afligido me tiene la pérdida de las dos naves mías.

En oyéndolo, se afilaron los lisonjeros de embeleco[259], y,
revistiéndoseles la mesma mentira, dijeron unos que “antes la pérdida
le había sido de autoridad y a pedir de boca, y que por útil debiera
haber deseádola, pues le ocasionaba causa justa para romper con los
amigos y vecinos que le habían robado, y que por dos les tomaría
ducientos, y que esto él se obligaba a disponerlo”[260]. Salpicó el
detestable adulador este enredo de ejemplos.

Otros dijeron “había sido la pérdida glorioso suceso y lleno de
majestad, porque aquél era gran príncipe, que tenía más que perder,
y que en eso se conocía su grandeza, y no en gañar[261] y adquirir,
que es mendiguez propia de piratas y ladrones”. Y añadió que “aquesta
pérdida había de ser su remedio”. Y luego empezó a granizarle de
aforismos y autores, ensartando a Tácito y a Salustio, a Polibio y
Tucídides, embutiendo las grandes pérdidas de los romanos y griegos
y otra gran cáfila de dislates. Y como el glotonazo no buscaba sino
disculpas de su flojedad, alegró la pérdida con el engaño. No hiciera
más el diablo.

En esto, a persuasión de las crudezas, por el mal despacho de la
digestión, disparó un regüeldo. No le hubieron oído, cuando los
malvados lisonjeros, hincando con suma veneración la rodilla, por
hacerle creer había estornudado[262], dijeron: “Dios le ayude[263]”.
Pues cógele la _hora_, y, revestido de furias infernales, aullando,
dijo:

--Infames, pues me queréis hacer encreyentes[264] que es estornudo el
regüeldo, estando mi boca a los umbrales de mis narices, ¿qué haréis de
lo que ni veo ni güelo?

Y dándose de manotadas en las orejas y mosqueándose de[265] mentiras,
arremetió con ellos y los derramó a coces de su palacio, diciendo:

--Príncipes, si me cogen acatarrado[266], me destruyen. Por un sentido
que me dejaron libre se perdieron: no hay cosa como oler.

XVI. Los codiciosos, escarmentados, se apartaron de los tramposos, y
los tramposos, por no pagar de balde el embuste, se embistieron unos
a otros, disimulándose en las palabras y dándose un baño exterior de
simplicidad. Decíanse el un embustero al otro:

--Señor mío, escarmentado de tratar con tramposos, que me tienen
destruido, vengo a que, pues sabéis mi puntualidad, me prestéis tres
mil reales en vellón, de que os daré letra acetada a dos meses, que se
pagará en plata, en persona tan abonada, que es como tenerlos en la
bolsa, y que no es menester más de llegar y contar.

Y era éste en quien daba la letra la misma trampa. Mas el tramposo, que
oía al otro tramposo que le abonaba al tercer tramposo, disimulando el
conocerlos, y adargándose del trampantojo, con lamentación ponderada le
dijo que él andaba a buscar cuatro mil reales sobre prenda que valía
ocho, y que a ese efecto había salido de su casa. Andaban chocando[267]
los unos con los otros con cadenas de alquimia, hipócritas del oro, y
letras falsas acetadas, y con fiadores falidos y escrituras falsas, y
hipotecas ajenas, y plata que habían pedido prestada para un banquete,
y migajas de[268] pies de tazas de vidrio, y claveques[269] con
apellido de diamantes. Era admirable la prosa que gastaban. Uno decía:

--Yo profeso verdad, y se ha de hallar en mí, si se perdiere. No
profeso sino pan por pan y vino por vino[270]. Antes moriré de hambre,
pegada la boca a la pared[271], que hacer ruindad. No quiero sino
crédito. No hay tal como poder traer la cara descubierta[272]. Esto me
enseñaron mis padres.

Respondía el otro tramposo:

--No hay cosa como la puntualidad. Sí por sí y no por no[273]. Por
malos medios no quiero hacienda. Toda mi vida he tenido esta condición.
No quiero tener que restituir; lo que importa es el alma. No haría una
trampa por los haberes del mundo. Más quiero mi conciencia que cuanto
tiene la tierra.

En esto estaban las ratoneras vivas, arrebozando de cláusulas
justificadas las intenciones cardas[274], cuando los cogió de medio
a medio la _hora_, y, creyéndose los unos tramposos a los otros, se
destruyeron. El de la cadena de alquimia la daba por la letra falsa,
y el de los diamantes claveques tomaba por ellos la plata prestada.
Los tres partieron al contraste[275]. El otro a verificar la letra
y asegurarla y perder la mitad, porque se la pagasen antes que se
averiguase el cadenón de hierro viejo. Llegó volando a la casa del
hombre en cuyo nombre estaba acetada, el cual le dijo que aquella letra
no era suya ni conocía tal hombre, y envióle noramala[276]. Él se
salió, letra entre piernas[277], diciendo:

--¡Oh, ladrón! ¡Cuál me la habrías pegado[278] si la cadena no fuera de
trozos de jeringa!

El de los claveques decía, estando vendiendo la plata a un platero sin
hechura y por menos[279] del peso:

--¡Bien se la pegué con mendrugos de vidrio!

En esto llegó el dueño, y conociendo su plata, que andaba dando
cosetadas[280] en el peso, llamó a un alguacil y hizo prender al
tramposo por ladrón. Empelazgáronse[281]. Al ruido salió el de los
diamantes falsos dando gritos. El que vendía la plata, dijo:

--Ese infame me la vendió.

El otro decía:

--Miente; que ése me la ha hurtado.

El platero decía:

--Ese maulero[282] me traía chinas por diamantes.

El dueño de la plata requería que los prendiesen a entrambos. El
escribano decía que a todos tres hasta que se averiguase. El alguacil,
poniéndose la vara en la boca y asiendo a los dos tramposos con las
dos manos, y el escribano de la capa al dueño de la plata, después
de haberse desgarrado las jetas unos a otros, con gran séquito de
pícaros[283] fueron entregados en la cárcel al guardajoyas del
verdugo[284].

XVII. En Dinamarca había un señor de una isla poblada con cinco
lugares. Estaba muy pobre, más por la ansia de ser más rico que por lo
que le faltaba. Castigó el cielo a los vecinos y naturales desta isla
con inclinación casi universal a ser arbitristas. En este nombre hay
mucha diferencia en los manuscritos: en unos se lee _arbitristes_; en
otros, _arbatristes_, y en los más, _armachismes_. Cada uno enmiende
la lección como mejor le pareciere a sus acontecimientos. Por esta
causa, esta tierra era habitada de tantas plagas como personas. Todos
los circunvecinos se guardaban de las gentes desta isla como de pestes
andantes, pues de sólo el contagio del aire que pasado por ella los
tocaba, se les consumían los caudales, se les secaban las haciendas,
se les desacreditaba el dinero y se les asuraba[285] la negociación.
Era tan inmensa la arbitrería que producía aquella tierra, que los
niños, en naciendo, decían _arbitrio_ por decir _taita_[286]. Era una
población de laberintos, porque, las mujeres con sus maridos, los
padres con los hijos, los hijos con los padres y los vecinos unos con
otros, andaban a daca mis arbitrios y toma los tuyos[287], y todos se
tomaban del arbitrio como del vino.

Pues este buen señor, en las partes de allende, convencido de la
cudicia, que es uno de los peores demonios que esgrimen cizaña en el
mundo, mandó tocar a arbitrios. Juntáronse legiones de arbitrianos en
el teatro del palacio[288], empapeladas las pretinas y asaeteadas de
legajos de discursos las aberturas de los sayos. Díjoles su necesidad,
pidióles el remedio. Todos a un tiempo echando mano a sus discursos, y
con cuadernos en ristre, embistieron en _turba multa_, y, ahogándose
unos en otros por cuál llegaría antes, nevaron[289] cuatro bufetes de
cartapeles[290]. Sosegó el runrún que tenían, y empezó a leer el primer
arbitrio. Decía así:

“Arbitrio para tener inmensa cantidad de oro y plata sin pedirla ni
tomarla a nadie”.

--Durillo se me hace--dijo el señor--. Segundo:

“Para tener inmensas riquezas en un día, quitando a todos cuanto tienen
y enriqueciéndolos con quitárselo”.

--La primera parte de quitar a todos, me agrada; la segunda, de
enriquecerlos quitándoselo, tengo por dudosa; mas allá se avengan.
Tercero:

“Arbitrio fácil y gustoso y justificado para tener gran suma de
millones, en que los que los han de pagar no lo han de sentir; antes
han de creer que se los dan”.

--Me place, dejando esta persuasión por cuenta del arbitrista--dijo el
señor--. Cuarto arbitrio:

“Ofrece hacer que lo que falta sobre, sin añadir nada ni alterar cosa
alguna, y sin queja de nadie”.

--Arbitrio tan bienquisto no puede ser verdadero. Quinto:

“En que se ofrece cuanto se desea. Hase de tomar y quitar y pedir a
todos y todos se darán a los diablos”.

--Este arbitrio, con lo endemoniado, asegura lo platicable.

Animado con la aprobación, el autor dijo:

--Y añado que los que le cobraren serán consuelo para los que le han de
padecer[291].

--¿Quién fuiste tú, que tal dijiste?

Alza Dios su ira[292] y emborrúllanse en remolinos furiosos los
arbitristas, chasqueando barbulla[293], llamándole de borracho y perro.
Decíanle:

--Bergante, ¿propusiera Satanás el consuelo en los cobradores, siendo
ellos la enfermedad de todos los remedios?

Llamábanse de hidearbitristas[294], contradiciéndose los arbitrios
los unos a los otros, y cada uno sólo aprobaba el suyo. Pues estando
encendidos en esta brega, entraron de repente muchos criados, dando
voces, desatinados, que se abrasaba el palacio por tres partes, y
que el aire era grande. Coge la _hora_ en este susto al señor y
a los arbitristas. El humo era grande y crecía por instantes. No
sabía el pobre señor qué hacerse. Los arbitristas le dijeron se
estuviese quedo, que ellos lo remediarían en un instante. Y saliendo
del teatro a borbotones, los unos agarraron de cuanto había en
palacio, y, arrojando por las ventanas los camarines y la recámara,
hicieron pedazos cuantas cosas tenía de precio. Los otros, con picos,
derribaron una torre. Otros, diciendo que el fuego en respirando se
moría, deshicieron gran parte de los tejados, arruinando los techos y
asolándolo todo. Y ninguno de los arbitristas acudió a matar el fuego
y todos atendieron a matar la casa y cuanto había en ella[295]. Salió
el señor, viendo el humo casi aplacado, y halló que los vasallos y
gente popular y la justicia habían ya apagado el fuego. Y vió que los
arbitristas daban tras los cimientos y que le habían derribado su casa
y hecho pedazos cuanto tenía, y, desatinado con la maldad y hecho una
sierpe, decía:

--Infames, vosotros sois el fuego. Todos vuestros arbitrios son desta
manera. Más quisiera, y me fuera más barato, haberme quemado, que
haberos creído. Todos vuestros remedios son desta suerte: derribar toda
una casa, porque no se caiga un rincón. Llamáis defender la hacienda
echarla en la calle y socorrer el rematar. Dais a comer a los príncipes
sus pies, y sus manos y sus miembros, y decís que le sustentáis, cuando
le hacéis que se coma a bocados a sí propio. Si la cabeza se come todo
su cuerpo, quedará cáncer de sí misma, y no persona. Perros: el fuego
venía con harta razón a quemarme a mí porque os junté y os consiento.
Y como me vió en poder de arbitristas, cesó y me dió por quemado.
El más piadoso arbitrista es el fuego: él se ataja con el agua;
vosotros crecéis con ella y con todos los elementos y contra todos. El
Anticristo ha de ser arbitrista. A todos os he de quemar[296] vivos y
guardar vuestra ceniza para hacer della cernada y colar las manchas de
todas las repúblicas. Los príncipes pueden ser pobres; mas, en tratando
con arbitristas para dejar de ser pobres, dejan de ser príncipes.

XVIII. Las alcahuetas y las chillonas estaban juntas en parlamento
nefando. Hablaban muy bellacamente en ausencia de las bolsas y roían
al dinero los zancajos[297]. La más antigua de las alcahuetas, mal
asistida de dientes y mamona de pronunciación, tableteando[298] con las
encías, dijo:

--El mundo está para dar un estallido. Mirad qué gentil dádiva. El
tiempo hace hambre. Todo está en un tris[299]. Las ferias y los
aguinaldos días ha que pudren. Las albricias contadlas con los muertos.
El dinero está tan trocado, que no se conoce: con los premios[300]
se ha desvanecido, como ruin en honra. Un real de a ocho se enseña a
dos cuartos como un elefante. De los doblones se dice lo que de los
Infantes de Aragón:

      ¿Qué se hicieron?[301]

_Yo daré_ hace los papeles de _toma_. Ítem: _fíe vuesa merced de
mi palabra_, es mataperros[302]; _libranza_, es gozque mortecino.
Mancebito de piernas con guedejas y sienes con ligas, son ganas de
comer y un ayuno barbiponiente. Hijas, lo que conviene es tengamos y
tengamos, y encomendaros al contante y al antemano[303]. Yo administro
unos hombres a medio podrir, entre vivos y muertos[304], que traen
bienaliñada pantasma[305] y tratan de que los herede su apetito, y
pagan en buena moneda lo roñoso de su estantigua. Niñas, la codicia
quita el asco. Cerrad los ojos y tapad las narices, como quien toma
purga. Beber lo amargo por el provecho, es medicina. Haced cuenta que
quemáis franjas viejas para sacarlas el oro, o que chupáis huesos para
sacar la médula. Yo tengo para cada una de vosotras media docena de
carroños, amantes pasas, arrugados, que gargajean mejicanos[306]. Yo no
quiero tercera parte; con un porte moderado[307] que se me pague estoy
contenta, para conservar esta negra honra, de que me he preciado toda
mi vida[308].

Acabó de mamullar[309] estas razones, y, juntando la nariz con la
barbilla, a manera de garra, las hizo un gesto de la impresión del
grifo. Una de las pidonas y tomascas[310], arrebatiña en naguas, moño
rapante, la respondió:

--Agüela, endilgadora de refocilos, engarzadora de cuerpos,
eslabonadora de gentes, enflautadora de personas, tejedora de
caras[311], has de advertir que somos muy mozas para vendernos a la pu
barbada[312] y a los cazasiglos[313]. Gasta esa munición en dueñas, que
son mayas[314] de los difuntos y mariposas[315] del _aquí yace_. Tía,
la sangre que bulle, más quiere tararira[316] que dineros y gusto que
dádivas. Toma otro oficio; que los coches se han alzado a mayores con
la coroza, y espero verlos tirar pepinazos por alcahuetes.

No hubo la buscona acabado estas palabras, cuando a todas las cogió la
_hora_, y, entrando una bocanada de acreedores, embistieron con ellas.
Uno, por el alquiler de la casa las embargaba los trastos y la cama;
otro, porque eran suyos, desde las almohadas a la guitarra, las asía
de los vestidos por los alquileres y asía de todo. Y de palabra en
palabra, el uno al otro se empujaron las caras con los puños cerrados.
Hundía la vecindad a gritos un ropero por unos guardainfantes. Las
mancebitas de la sonsaca[317] formaban una capilla de chillidos,
diciendo que qué término era aquél y que para ésta y para aquélla,
y como creo en Dios, y bonitas somos nosotras, y lo del negro, a
quien apelan las venganzas de las andorras[318]. La maldita vieja se
santiguaba a manotadas, y no cesaba de clamar: “¡Jesús y en Jesús!”
cuando[319] a la tabaola[320] entró el amigo de la una de las busconas,
y, sacando la espada, sin prólogo de razonamiento, embistió con los
cobradores, llamándolos pícaros y ladrones. Sacaron las espadas y,
tirándose unos a otros, hicieron pedazos cuanto había en la casa.
Las busconas, a las ventanas, desgañitándose, pregonaban el _que se
matan_ y _¿no hay justicia?_ Al ruido subió un alguacil con todos sus
arrabales, con el _favor al Rey, ténganse a la justicia_[321].

Emburujáronse[322] todos en la escalera; salieron a la calle, unos
heridos y otros desgarrados. El rufián, abierta la media cabeza y la
otra media, a lo que sospecho, no bien cerrada, sin capa y sombrero,
se fué a una iglesia. El alguacil entró en la casa, y, en viendo a la
buena vieja, embistió con ella, diciendo:

--¿Aquí estás, bellaca, después de desterrada tres veces? Tú tienes la
culpa de todo.

Y asiéndola y a las demás todas, y embargando lo que hallaron, las
llevaron en racimo a la cárcel, desnudas y remesadas, acompañadas del
_vayan las pícaras_, pronunciado por toda la vecindad.

XIX. Un letrado bien frondoso de mejillas, de aquéllos que, con barba
negra y bigotes de buces[323], traen la boca con sotana y manteo,
estaba en una pieza atestada de cuerpos tan sin alma como el suyo.
Revolvía menos los autores que las partes. Tan preciado de rica
librería, siendo idiota, que se puede decir que en los libros no
sabe lo que se tiene. Había adquirido fama por lo sonoro de la voz,
lo eficaz de los gestos, la inmensa corriente de las palabras en que
anegaba a los otros abogados. No cabían en su estudio los litigantes de
pies, cada uno en su proceso como en su palo, en aquel peralvillo[324]
de las bolsas. Él salpicaba de leyes a todos. No se le oía otra cosa
sino:

--Ya estoy al cabo; bien visto lo tengo; su justicia de vuesa merced
no es dubitable; ley hay en propios términos; no es tan claro el día;
éste no es pleito, es caso juzgado; todo el derecho habla en nuestro
favor; no tiene muchos lances; buenos jueces tenemos; no alega el
contrario cosa de provecho; lo actuado está lleno de nulidades; es
fuerza que se revoque la sentencia dada; déjese vuesa merced gobernar.

Y con esto, a unos ordenaba peticiones; a otros, querellas; a otros,
interrogatorios; a otros, protestas; a otros, súplicas, y a otros,
requerimientos. Andaban al retortero los Bártulos, los Baldos, los
Abades, los Surdos, los Farinacios, los Tuscos, los Cujacios, los
Fabros, los Ancharanos, el señor presidente Covarrubias, Chasaneo,
Oldrado, Mascardo, y tras la ley del reino, Montalvo y Gregorio López,
y otros inumerables[325], burrajeados[326] de párrafos, con sus dos
corcovas de la _ce_ abreviatura, y de la _efe_[327] preñada con grande
prole de números, y su _ibi_ a las ancas. La nota de la petición pedía
dineros; el platicante, la pitanza[328] de escribirla; el procurador,
la de presentarla; el escribano de la cámara[329], la de su oficio; el
relator, la de su relación. En estos dacas, los cogió la _hora_, cuando
los pleiteantes dijeron a una voz:

--Señor licenciado: en los pleitos, lo más barato es _la parte
contraria_, porque ella pide lo que pretende que la den, y lo pide a
su costa, y vuesa merced, por la defensa, pide y cobra a la nuestra;
el procurador, lo que le dan; el escribano y el relator, lo que le
pagan. El contrario aguarda la sentencia de vista y revista, y vuesa
merced y sus secuaces sentencian para sí sin apelación. En el pleito
podrá ser que nos condenen o nos absuelvan, y en seguirle no podemos
dejar de ser condenados cinco veces cada día. Al cabo, nosotros
podemos tener justicia; mas no dinero. Todos esos autores, textos y
decisiones y consejos no harán que no sea abominable necedad gastar lo
que tengo por alcanzar lo que otro tiene y puede ser que no alcance.
Más queremos una _parte contraria_ que cinco. Cuando nosotros ganemos
el pleito, el pleito nos ha perdido a nosotros. Los letrados defienden
a los litigantes en los pleitos como los pilotos en las borrascas los
navíos, sacándoles cuanto tienen en el cuerpo, para que, si Dios fuere
servido, lleguen vacíos y despojados a la orilla. Señor mío: el mejor
jurisconsulto es la concordia, que nos da lo que vuesa merced nos
quita. Todos, corriendo, nos vamos a concertar con nuestros contrarios.
A vuesa merced le vacan las rentas[330] y tributos que tiene situados
sobre nuestra terquedad y porfía. Y cuando por la conveniencia perdamos
cuanto pretendemos, ganamos cuanto vuesa merced pierde. Vuesa merced
ponga cédula de alquiler en sus textos; que buenos pareceres los dan
con más comodidad las cantoneras. Y pues ha vivido de revolver caldos,
acomódese a cocinero y profese de cucharón.

XX. Los taberneros, de quien, cuando más encarecen el vino, no se puede
decir que lo suben a las nubes[331], antes que bajan las nubes al vino,
según le llueven[332], gente más pedigüeña del agua que los labradores,
aguadores de cuero, que desmienten con el piezgo los cántaros, estaban
con un grande auditorio de lacayos, esportilleros y mozos de sillas y
algunos escuderos, bebiendo de rebozo seis o siete dellos en maridaje
de mozas gallegas, haciendo sed bailando, para bailar bebiendo. Dábanse
de rato en rato grandes cimbronazos[333] de vino. Andaba la taza de
mano en mano, sobre los dos dedos, en figura de gavilán. Uno de ellos,
que reconoció el pantano mezclado, dijo: “¡Rico vino!” a un picarazo a
quien brindó. El otro, que, por lo aguanoso, esperaba antes pescar en
la copa ranas que soplar mosquitos, dijo:

--Éste es, verdaderamente, rico vino, y no otros vinos pobretones[334],
que no llueve Dios sobre cosa suya.

El tabernero, sentido de los remoquetes[335], dijo:

--Beban y callen los borrachos.

--Beban y naden, ha de decir--replicó un escudero.

Pues cógelos a todos la _hora_, y, amotinados, tirándole las tazas y
jarros, le decían:

--Diluvio de la sed, ¿por qué llamas borrachos a los anegados? ¿Vendes
por azumbres lo que llueves a cántaros y llamas zorras a los que haces
patos? Más son menester fieltros y botas de baqueta para beber en tu
casa que para caminar en invierno, infame falsificador de las viñas.

El tabernero, convencido de Neptuno, diciendo: “¡Agua, Dios, agua!”,
con el pellejo en brazos, se subió a una ventana y empezó a gritar,
derramando el vino:

--Agua va, que vacío.

Y los que iban por la calle, respondían:

--Aguarda, fregona de las uvas.

XXI. Estaba un enjambre de treinta y dos pretendientes de un mismo
oficio aguardando al señor que había de proveerle. Cada uno hallaba
en sí tantos méritos como faltas en todos los demás. Estábanse
santiguando mentalmente unos de otros. Cada uno decía entre sí que
eran locos y desvergonzados los otros en pretender lo que merecía él
sólo. Mirábanse con un odio infernal, tenían los corazones rellenos de
víboras, preveníanse afrentas y infamias para caluminarse, mostraban
los semblantes aciagos y las coyunturas azogadas de reverencias
y sumisiones. A cada movimiento de la puerta se estremecían de
acatamientos, bamboleándose con alferecía solícita. Tenían ajadas las
caras con la frecuencia de gestos meritorios, flechados de obediencia,
con las espaldas en jiba, entre pisarse el ranzal y pelícanos. No
pasaba paje a quien no llamasen _mi rey_, frunciendo las jetas en
requiebros. Pasó el secretario con andadura de flecha. Aquí fué ella,
que, desapareciéndose de estatura y gandujando[336] sus cuerpos en
cincos de guarismo, le sitiaron de adoración en cuclillas. Él, con
un “perdonen vuesas mercedes, que voy de prisa”, trotado[337] en la
pronunciación, se entró con miradura de novia. Pidió el señor la caja.
Oyóse una voz que dijo:

--Venga el servicio.

--Yo soy--dijo uno de los pretendientes.

Otro:

--Ya entro.

Otro:

--Aquí estoy.

Apretábanse con la puerta hasta sacarse zumo. El pobre señor, que supo
la tabaola que le aguardaba de plegarias, y columbró a los malditos
pretendientes terciando contra él los memoriales enherbolados[338],
no sabía qué se hacer de sus orejas. Dábase a los demonios entre sí
mismo, diciendo que el tener que dar era la cosa mejor del mundo,
si no hubiera quien lo pretendiera, y que las mercedes, para no ser
persecución del que las hace, habían de ser recibidas y no solicitadas.
Los quebrantahuesos[339], que veían se dilataba su despacho, se
carcomían, considerando que el oficio era uno y ellos muchos.
Atollábaseles la arismética en decir:

--Un oficio entre treinta y dos, ¿a cómo les cabe?

Y restaban:

--Recibir uno y pagar treinta y dos, no puede ser.

Y todos se hacían el _uno_ y encajaban a los otros en el _no puede
ser_. El señor decía:

--Fuerza es que yo deje uno premiado y treinta y uno quejosos.

Mas, al fin, se determinó, por limpiarse dellos, a que entrasen. Dióse
un baño de piedra mármol y revistióse en estatua para mesurarse de
audiencia. Embocáronse en manada y rebaño.

Y viendo empezaban a quererle informar en bulla, les dijo:

--El oficio es uno, vosotros muchos: yo deseo dar a uno el oficio y
dejaros contentos[340].

Estando diciendo esto, los cogió la _hora_, y el señor, haciendo a
uno[341] la merced, empezó a ensartarlos a todos en futura sucesión de
futuras sucesiones perdurables, que nunca se acaban[342]. Los pobres
futurados empezaron[343] a desearse la muerte, invocar garrotillos,
pleurites, pestes, tabardillos, muertes repentinas, apoplejías,
disenterías y puñaladas. Y no habiendo un instante que lo dijo, les
parecía a los futuros sucesores que habían vivido ya sus antecesores
diez Matusalenes en retahila. Y siendo así que el décimo reculaba en su
futura en quinientos años venideros, todos acetaron la posmuerte[344]
de su antecedente; sólo el treinta y uno, que halló hecha bien
la cuenta, que llegaba su plazo horas con horas con la fin del
mundo[345], allende del Antecristo, dijo:

--Yo vengo a poseer entre las cañitas[346] y el fuego. ¡Bien haré yo mi
oficio quemado! El día del juicio, ¿quién hará que me paguen mis gajes
las calaveras? Por mí, viva muchos años el treinta futuro, que, cuando
a él llegue la tanda, estará el mundo dando arcadas[347].

El señor los dejó sobreviviéndose y trasmatándose unos a otros, y
se fué podrido de ver que se arrempujaban las edades[348] hacia el
_saeculum per ignem_[349] y que pretendían emparejar con _saecula
saeculorum_. El que pescó el oficio estaba atónito viéndose con tan
larga retahila de herederos. Fuese tomándose el pulso y propuniendo
de no cenar y guardarse de soles. Los demás se miraban como venenos
eslabonados, y, anatematizándose las vidas, se iban levantando
achaques, y añadiéndose años, y amenazándose de ataúdes, y zahiriéndose
la buena disposición, y enfermando de la salud de sus precedentes y
dándose a médicos como a perros.

XXII. Unos hombres, que piden prestado, a imitación del día que pasó
para no volver, discípulos de las arañas en cazar la mosca, se estaban
en la cama al anochecer, por tener las carnes a letra vista[350].
Habían gastado entre todos, en oblea, tinta y pluma y papel, ocho
reales, que habían juntado a escote, y todo lo consumieron en billetes,
bacinicas[351] de demanda, con nota rematada y cláusulas de extrema
necesidad, “por ser negocio de honra, en que les iba la vida”; con
el fiador, de que “se volvería con toda brevedad, que sería echarlos
una _S_ y un clavo[352]”. Y por si faltaba el dinero, remataban con la
plegaria, que es las mil y quinientas[353] de la bribia[354], diciendo
que, si no se hallasen con algún contante, se sirviesen de enviar una
prenda, que los buscarían sobre ella[355], y se guardaría como los ojos
de la cara, con su contera[356] de que: “Perdone el atrevimiento”, y
“que no se avergonzaran a otra persona”. Habían, pues, flechado cien
papeles déstos, rociando de estafa todo el lugar[357]. Llevábalos un
compañero panza al trote[358], insigne clamista[359], que, con una
barba de cola de pescado y una capa larga, pintaba en[360] platicante
de médico. Quedó el nido de emprestillones[361] haciendo la cuenta de
cuánto dinero traería, y sobre si serían seiscientos o cuatrocientos
reales, armaron una zalagarda del diablo[362]. Llegaron a reñir y a
desmentirse[363] sobre lo que se había de hacer de lo que pillasen.
Y tanto se enfurecieron, que saltaron de las camas, con tal dieta de
camisas las partes bajas, que era más fácil darse de azotes que de
sopapos. Entró en este punto la estafeta de los enredos, con tufo de
“no hay, no tengo, Dios los provea”. Traía las dos manos descubiertas,
sin codo manco: señal de desembarazo. Víanse las dos barajas de
billetes. Quedáronse transidos viendo que su fábrica pintaba en solas
respuestas de retorno, y con prosa falida de voz[364], dijeron:

--¿Qué tenemos?

--Que no tienen--respondió el sacatrapos[365]--; entreténganse vustedes
en leer, ya que no pueden contar.

Empezaron a abrir billetes. El primero decía:

“No he sentido en mi vida cosa tanta como no poder servir a vuesa
merced con esta niñería”.

--Pues socorriérame y lo sintiera más.

El segundo:

“Señor mío: si ayer recibiera su papel de vuesa merced, le pudiera
servir con mil gustos”.

--¡Válgate el diablo por _ayer_, que te andas cada día tras los
embestidores!

El tercero:

“El tiempo está de manera”...

--¡Oh, maldito caballero almanac! ¿Pídente dinero y das pronóstico?

El cuarto:

“No siente vuesa merced tanto su necesidad como yo no poder
socorrerla”.

--¿Quién te lo dijo, demonio? ¿Profeta te haces, miserable? ¿Cuando te
piden, adivinas?

--No hay más que leer--dijeron todos.

Y alzando un zurrido[366] infernal, dijeron:

--Ya es de noche: desquitémonos de lo gastado royendo las obleas de
los sellos, a falta de cena, y juntemos estos billetes con otros dos
cahices que tenemos, y véndanse a un confitero, que, por lo menos,
dará por ellos cuatro reales para amortajar especias, y encorozar[367]
confites, y hacer mantellinas al azúcar de las pellas y calzar los
bizcochos.

--Esto de pedir prestado--decía bostezando el andadero--, diez años ha
que murió súpito[368]; ya no hay qué prestar sino paciencia. Por no ver
los gestos y garambainas[369] que hacen con las caras los embestidos,
puede uno darles lo que les pide, y, hecha la cuenta, se gasta más en
secretaría y trotes que se cobra. Caballeros de la arrebatiña, no hay
sino ojo avizor[370].

En esto estaban los pescadores de papel, cuando los cogió la _hora_, y
dijo el más desembainado de persona:

--Mucho se nos hacen de rogar los bienes ajenos, y, si aguardamos a que
se nos vengan a casa, pereceremos en la calle. No es buena ganzúa la
oratoria, y la prosa se entra por los oídos y no por las faltriqueras.
Dar audiencia al que pide cuartos es dar al diablo. Más fácil es tomar
que pedir. Cuando todos guardan, no hay que aguardar. Lo que conviene
es hurtar de boga arrancada[371] y con consideración: quiero decir,
considerando que se ha de hurtar de suerte que haya hurto para el que
acusa, para el que escribe, para el que prende, para el que procura,
para el que aboga, para el que solicita, para el que relata y para el
que juzga, y que sobre algo; porque donde el hurto se acaba, el verdugo
empieza. Amigos, si nos desterraren es mejor que si nos enterrasen.
Los pregones, por un oído se entran y por otro se salen. Si nos sacan
a la vergüenza, es saca que no _escuece_[372], y yo no sé quién tiene
la vergüenza adonde nos han de sacar. Si nos azotaren, a quien dan
no escoge, y, por lo menos, oye un hombre alabar sus carnes, y en
apeándose un jubón[373], cubre otro. En el tormento no tenemos riesgo
los mentirosos, pues toda su tema es que digan la verdad, y, con
_hágome sastre_[374], se asegura la persona. Ir a galeras es servir al
Rey y volverse lampiños[375]: los galeotes son candiles, que sirven
a falta de velas. Si nos ahorcan, que es el _finibus terrae_, tal
día hizo un año, y, por lo menos, no hay ahorcado que no honre a sus
padres, diciendo los ignorantes que los deshonran, pues no se oye otra
cosa, aunque el ahorcado sea un pícaro, sino que es muy bien nacido y
hijo de buenos padres. Y aunque no sea sino por morirse uno dejando de
la agalla[376] a la botica y al médico, no le está mal la enfermedad
de esparto[377]. Caballeros, no hay sino manos a la obra[378].

No lo hubo dicho, cuando, revolviéndose las sábanas de las camas al
cuerpo y engulliéndose el candil en el balsopeto[379], se descolgaron
por una manta a la calle desde una ventana y partieron como rayos a
sofaldar[380] cofres y retozar[381] pestillos y manosear faltriqueras.

XXIII. La imperial Italia, a quien sólo quedó lo augusto del nombre,
viendo gastada su Monarquía en pedazos, con que añadieron tan
diferentes Príncipes sus dominios, y ocupada su jurisdición en remendar
señoríos, poco antes desarrapados; desengañada de que, si pudo con
dicha quitar ella sola a todos lo que poseían, había sido fácil
quitarla a ella todos lo que sola les había quitado; hallándose pobre
y sumamente ligera, por haber dejado el peso de tantas provincias,
dió en volatín[382], y, por falta de suelo, andaba en la maroma, con
admiración de todo el mundo. Fijó los ejes de su cuerda en Roma y en
Saboya. Eran auditorio y aplauso España del un lado y Francia del otro.
Estaban cuidadosos estos dos grandes Reyes, aguardando hacia dónde se
inclinaba en las mudanzas y vueltas que hacía, para si por descuido
cayese, recogerla cada una[383]. Italia, advertida de la prevención
del auditorio, para tenerse firme y pasear segura tan estrecha
senda, tomó por bastón[384] la señoría de Venecia en los brazos, y,
equilibrando sus movimientos, hacía saltos y vueltas maravillosas,
unas veces fingiendo caer hacia España, otras hacia Francia; teniendo
por entretenimiento la ansia con que una y otra extendían los brazos
a recogerla, y siendo fiesta a todos la burla que, restituyéndose en
su firmeza, les hacía. Pues estando entretenidos en esto, cógelos
la _hora_, y el Rey de Francia, desconfiado de su arrebatiña, para
que diese zaparrazo[385] a su lado, empezó a falsear el asiento
del eje de la maroma, que estaba afirmado en Saboya. El Monarca de
España, que lo entendió, le añadía por puntales el Estado de Milán y
el reino de Nápoles y a Sicilia. Italia, que andaba volando, echó de
ver que el bastón de Venecia, que, trayéndole en las manos, la servía
de equilibrio, por otra parte la tenía crucificada, le arrojó, y,
asiéndose a la maroma con las manos, dijo:

--Basta de volatín, que mal podré volar si los que me miran desean que
caiga y quien me bilanza[386] y contrapesa, me crucifica.

Y con sospecha de los puntales de Saboya, se pasó a los de Roma,
diciendo:

--Pues todos me quieren prender, Iglesia me llamo[387], donde, si
cayere, habrá quien me absuelva.

El Rey de Francia se fué llegando a Roma con piel de cardenal, por
no ser conocido; empero el Rey de España, que penetró la maula de
disfrazar el monsiur en monseñor, haciéndole al pasar cortesía, le
obligó a que, quitándose el capello, descubriese lo calvino de su
cabeza[388].

XXIV. El caballo de Nápoles, a quien algunos han hurtado la cebada,
otros ayudado a comer la paja, algunos le han hecho rocín, otros posta
azotándole, otros yegua, viendo que en poder del Duque de Osuna,
incomparable virey, invencible capitán general, juntó pareja con el
famoso y leal caballo que es timbre de sus armas, y que le enjaezó con
las granas de las dos mahonas de Venecia y con el tesoro de la nave de
Brindis[389]; que le hizo caballo marino con tantas y tan gloriosas
batallas navales, que le dió verde en Chipre y de beber en el
Tenedo[390], cuando se trujo a las ancas la nave poderosa de la Sultana
y de Salónique[391], para que le almohazase al capitán[392] de aquellas
galeras con su capitana, por lo cual Neptuno le reconoció por su
primogénito, el que produjo en competencia de Minerva; acordábase que
el grande Girón le había hecho gastar por herraduras las medias lunas
del turco, y que con ellas fueron sus coces sacamuelas de los leones
venecianos en la prodigiosa batalla sobre Raguza, donde, con quince
velas, les desbarató ochenta, obligándolos a retirarse vergonzosamente,
con pérdida de muchas galeras y galeazas, y de la mayor y mejor parte
de la gente. Cuando se acordaba destos triunfos, se vía sin manta y con
mataduras y muermo, que le procedía de plumas de gallina que le echaban
en el pesebre. Víase ocupado en tirar un coche quien fué tan áspero,
que nunca supieron, con ser buenos bridones, los franceses tenerse
encima dél, habiéndolo intentado muchas veces. Ocasionóle el miserable
estado en que se vía tal tristeza y desesperación, que, enfurecido y
relinchando clarines y resollando fuego, quiso ser caballo de Troya, y,
a corcovos y manotadas, asolar la ciudad[393]. Al ruido entraron los
sexos de Nápoles, y, arrojándole una toga en la cara, le taparon los
ojos, y con halagos, hablándole calabrés cerrado, le pusieron maneotas
y cabestro. Y estándole atando a un aldabón del establo, cógelos
la _hora_[394], y dos de los sexos dijeron que convenía y era más
barato dar a Roma de una vez el caballo que cada año una hacanea con
dote[395], y quitarse de ruidos, pues, según le miraban, se podía temer
que le matasen de ojo los nepotes. A esto, demudados, respondieron
los otros que el Rey de España le aseguraba de tal enfermedad con
tres castillos, que le tenía puestos en la frente por texón, y que
primero le cortarían las piernas que verle servir de mula y escondido
en hopalandas. Los dos replicaron que parecía lenguaje de herejes no
querer ser papistas, y que ninguna silla le podía estar tan bien como
la de San Pedro. A esto dijeron coléricos los demás que, para que
los herejes no hiciesen al Pontífice perder los estribos en aquella
silla, convenía que sólo el Rey de España se sirviese deste caballo.
Unos decían _bonete_; otros, _corona_, y de una palabra en otra, se
envedijaron de suerte, que si no entra el electo del pueblo, se hacen
pedazos. El cual, sabiendo dellos la ocasión de la pendencia, les dijo:

--Este caballo, con ser desbocado, ha tenido muchos amos, y las más
veces se ha ido él por su pie que dejádose llevar del ranzal. Lo que
conviene es guardarle con cuidado, que anda en Italia mucha gente de
a pie que busca bagaje, y cuatreros con botas y espuelas, y el gitano
trueca borricas que le ha hurtado otras veces, y ahora tiene puerta
falsa a la estala[396] y no conviene que le almohace ningún mozo de
caballos francés, que le hacen cosquillas en lugar de limpiarle, y
tanto ojo con los monsiures, que se visten manteo y sotana para echarle
la pierna encima.

XXV. Estaban ahorcando dos rufianes por media docena de muertes[397]:
el uno estaba ya hecho badajo de la _ene_ de palo[398], el otro
acababa de sentarse en el poyo donde se pone a caballo el jinete
de gaznates. Entre la multitud de gente que los miraba, pasando en
alcance de unos tabardillos, se pararon dos médicos, y viéndolos,
empezaron a llorar como unas criaturas, y con tantas lágrimas, que
unos tratantes que estaban junto a ellos los preguntaron si eran sus
hijos los ajusticiados. A lo cual respondieron que no los conocían,
empero que sus lágrimas eran de ver morir dos hombres sin pagar nada
a la facultad. En esto los cogió a todos la _hora_, y columbrando el
ahorcado a los médicos, dijo:

--¡Ah, señores dotores! Aquí tienen vuestedes lugar, si son servidos,
pues por los que han muerto merecen el mío, y por lo que saben
despachar, el del verdugo. Algún entierro ha de haber sin galeno, y
también presume de aforismo el esparto. En lo que tienen encima, y en
los malos pasos, sus mulas de vuestedes son escaleras de la horca de
pelo negro. Tiempo es de verdades. Si yo hubiera usado de receta, como
de daga, no estuviera aquí, aunque hubiera asesinado a cuantos me ven.
Una docena de misas les pido, pues les es fácil acomodarlas en uno de
los infinitos codicillos a que dan prisa.

XXVI. El gran Duque de Moscovia, fatigado con las guerras y robos
de los tártaros, y con frecuentes invasiones de los turcos, se vió
obligado a imponer nuevos tributos en sus estados y señoríos. Juntó sus
favorecidos y criados, ministros y consejeros y el pueblo de su Corte,
y díjoles:

--Ya los constaba de la necesidad extrema en que le tenían los gastos
de sus ejércitos para defenderlos de la invidia de sus vecinos y
enemigos, y que no podían las repúblicas y monarquías mantenerse sin
tributos, que siempre eran justificados los forzosos y suaves, pues se
convierten en la defensa de los que los pagan, redimiendo la paz y la
hacienda y las vidas de todos aquella pequeña y casi insensible porción
que da cada uno al repartimiento, bienquisto por igual y moderado;
que él los juntaba para su mesmo negocio; que le respondiesen como en
remedio y comodidad propia.

Hablaron primero los allegados y ministros, diciendo que la propuesta
era tan santa y ajustada, que ella se era respuesta y concesión; que
todo era debido a la necesidad del Príncipe y defensa de la Patria; que
así podía arbitrar conforme a su gusto en imponer todos y cualesquier
tributos que fuese servido a sus vasallos, pues cuanto diesen
pagaban[399] a su útil y descanso, y que cuanto mayores fuesen las
cargas, mostraría más la grande satisfacción que tenía de su lealtad,
honrándolos con ella. Oyólos con gusto el Duque, mas no sin sospecha, y
así, mandó que el pueblo le respondiese por sí. El cual, en tanto que
razonaban los magistrados, había susurrádose en conferencia callada.
Eligieron uno que hablase por ellos conforme al sentir de todos. Éste,
saliendo a lugar desembarazado, dijo:

--Muy poderoso señor: vuestros buenos vasallos por mí os besan con
suma reverencia la mano por el cuidado que mostráis de su amparo y
defensa, y, como pueblo que en vuestra sujeción nació y vive con amor
heredado, confiesan que son vuestros a toda vuestra voluntad, con ciega
obediencia, y os hacen recuerdo que su blasón es haberlo mostrado así
en todo el tiempo de vuestro imperio, que Dios prospere. Conocen que
su protección es vuestro cuidado y que esa congoja os baja de príncipe
soberano de todos y en todo, a padre de cada uno: amor y benignidad que
inestimablemente aprecian. Saben las urgentes y nuevas ocasiones que
os acrecientan gastos inexcusables, que por ellos y por vos no podéis
evitar, y entienden que por vuestra pobreza no los podéis atender.
Yo, en nombre de todos, os ofrezco, sin exceptar algo, cuanto todos
tienen; empero pongo a vuestro celo dos cosas en consideración: la una,
que si tomáis todo lo que tienen vuestros vasallos[400], agotaréis
el manantial que perpetuamente ha de socorreros a vos y a vuestra
sucesión; y si vos, señor, los acabáis, hacéis lo que teméis que hagan
vuestros enemigos, tanto más en vuestro daño, cuanto en ello, es dudosa
la ruina, y, en vos, cierta; y quien os aconseja que os asoléis porque
no os asuelen, antes es munición de vuestros contrarios que consejero
vuestro. Acordaos del labrador a quien Júpiter, según Isopo, concedió
una pájara, que, para su alimento le ponía cada día un güevo de oro.
El cual, vencido de la codicia, se persuadió a que ave que cada día le
daba un huevo de oro, tenía ricas minas de aquel metal en el cuerpo,
y que era mejor tomárselo todo de una vez que recibirlo continuamente
poco a poco y como Dios lo había dispuesto. Mató la pájara, y quedó
sin ella y sin el huevo de oro. Señor, no hagáis verdad esta que fué
fábula en el filósofo; que os haréis fábula de vuestro pueblo. Ser
príncipe de pueblo pobre más es ser pobre y pobreza que príncipe. El
que enriquece los súbditos tiene tantos tesoros como vasallos; el que
los empobrece, otros tantos hospitales y tantos temores como hombres
y menos hombres que enemigos y miedos. La riqueza se puede dejar
cuando se quiere; la pobreza, no. Aquélla pocas veces se quiere dejar;
ésta, siempre. La otra es que debéis considerar que vuestra ultimada
necesidad presente nace de dos causas: la una, de lo mucho que os han
robado y usurpado los que os asisten; la otra, de las obligaciones que
hoy se os añaden. No hay duda que aquélla es la primera; si es también
la mayor, a vos os toca el averiguarlo. Repartid, pues, vuestro socorro
como mejor os pareciere entre restituciones de los usurpadores y
tributos de los vasallos, y sólo podrá quejarse quien os fuere traidor.

En estas palabras los cogió la _hora_, y el Duque, levantándose en pie,
dijo:

--Denme lo que me falta de lo que tenía, los que me lo han quitado,
y páguenme lo demás que hubiere menester mis pueblos. Y porque no se
dilate, todos vosotros y los vuestros, que desde lejos, con la esponja
de la intercesión, me habéis chupado el patrimonio y tesoro, quedaréis
solamente con lo que trujistes a mi servicio, descontados los sueldos.

Fué tan grande y tan universal el gozo de los inferiores, viendo la
justa y piadosa resolución del Duque, que, aclamándole Augusto, y los
más de rodillas, dijeron:

--Queremos, en agradecimiento, después de servir con lo que nos
repartieres, pagar otro tanto más, y que esta parte quede por servicio
perpetuo para todas las veces que cobrares lo que te tomaren; de que
resultará que los codiciosos aún tendrán escrúpulo de recibir lo que
les dieres.

XXVII. Un fullero, con más flores[401] que mayo en la baraja y más
gatos[402] que enero en las uñas, estaba jugando con un tramposo sobre
tantos, persuadido de que se pierde más largo que con el dinero
delante. Concedíale la trocada[403] y la derecha, y la derecha, como la
quería, porque, retirando las cartas, la derecha se la volvía zurda y
la trocada se la cobraba con premio. Las suertes del fullero eran unos
Apeles en pintar, y las del tramposo boqueaban de tabardillo a puras
pintas; las suertes del maullón[404] siempre eran veinte y cuatro, con
licencia del cabildo de Sevilla; las del tramposo se andaban tras el
mediodía, sin pasar de la una. Pues cógelos la _hora_, y contando el
fullero los tantos, dijo:

--Vuesa merced me debe dos mil reales.

El tramposo respondió, después de haberlos vuelto a contar, como si
pensara pagarlos:

--Señor mío: a su ramillete de vuesa merced le falta mi flor, que es
perder y no pagar. Vuesa merced se la añada, y no tendrá que invidiar a
Daraja[405]. Haga vuesa merced cuenta que ha jugado con un saúco, cuya
flor es ahorcar bolsas[406]; lo que aquí se ha perdido es el tiempo,
que tampoco lo cobrará vuesa merced como yo.

XXVIII. Los holandeses, que, por merced del mar pisan la tierra en
unos andrajos de suelo que la hurtan por detrás de unos montones de
arena que llaman diques, rebeldes a Dios[407] en la fe y a su Rey en el
vasallaje, amasando su discordia en un comercio político, después[408]
de haberse con el robo constituido en libertad y soberanía delincuente,
y crecido en territorio por la traición bien armada y atenta, y
adquirido con prósperos sucesos opinión belicosa y caudal opulento,
presumiendo de hijos primogénitos del Océano, y persuadidos a que el
mar, que les dió la tierra que cubría para habitación, no les negaría
la que le rodeaba, se determinaron, escondiéndole en naves y poblándole
de cosarios, a pellizcar y roer por diferentes partes el occidente
y el oriente. Van por oro y plata a nuestras flotas, como nuestras
flotas van por él a las Indias. Tienen por ahorro y atajo tomarlo de
quien lo trae y no sacarlo de quien lo cría. Dales más barato los
millones el descuido de un general o el descamino de una borrasca que
las minas. Para esto los ha sido aplauso, confederación y socorro la
invidia que todos los reyes de Europa tienen a la suprema grandeza de
la Monarquía de España. Animados, pues, con tan numerosa asistencia,
han establecido tráfago en la India de Portugal, introduciendo en el
Japón su comercio, y, cayendo y levantando con porfía providente, se
han apoderado de la mejor parte del Brasil, donde, no sólo tienen
el mando y el palo, como dicen, sino el tabaco y el azúcar, cuyos
ingenios, si no los hacen doctos, los hacen ricos, dejándonos sin ellos
rudos y amargos. En este paraje, que es garganta de las dos Indias,
asisten tarascas con hambre peligrosa de flotas y naves, dando qué
pensar a Lima y Potosí (por afirmar la geografía), que pueden, paso
entre paso, sin mojarse los pies, ir a rondar aquellos cerros, cuando,
enfadados de navegar, no quieran[409] resbalarse por el río de la Plata
o irse, en forma de cáncer, mordiendo la costa por Buenos Aires, y
fortificarse trampantojos del pasaje[410]. Estábase muy despacio aquel
senado de hambrones del mundo sobre un globo terrestre y una carta de
marear[411], con un compás, brincando climas y puertos y escogiendo
provincias ajenas, y el Príncipe de Orange, con unas tijeras en la
mano, para encaminar el corte en el mapa por el rumbo que determinase
su albedrío. En esta acción los cogió la _hora_, y tomándole un viejo,
ya quebrantado de sus años, las tijeras, dijo:

--Los glotones de provincias siempre han muerto de ahito: no hay peor
repleción que la de dominios. Los romanos, desde el pequeño círculo
de un surco, que no cabía medio celemín de siembra, se engulleron
todas sus vecindades, y, derramando su codicia, pusieron a todo el
mundo debajo del yugo de su primer arado. Y como sea cierto que quien
se vierte se desperdicia tanto como se extiende, luego que tuvieron
mucho que perder empezaron a perder mucho; porque la ambición llega
para adquirir más allá de donde alcanza la fuerza para conservar.
En tanto que fueron pobres, conquistaron a los ricos; los cuales,
haciéndolos ricos y quedando pobres con las mismas costumbres de la
pobreza, pegándoles las del oro y las de los deleites, los destruyeron,
y con las riquezas que les dieron tomaron de ellos venganza. Calaveras
son que nos amonestan los asirios, los griegos y los romanos: más
nos convienen los cadáveres de sus monarquías por escarmiento que
por imitación. Cuanto más quisiéremos encaramar nuestro poco peso,
y llegarle en la romana del poder a la gran carga que se quiere
contrastar, tanto menos valor tendremos, y cuanto más le retiráremos en
ella, nuestra pequeña porción sola contrastará los inmensos quintales
que equilibra, y si a nuestra última línea los retiráremos, uno nuestro
valdrá mil. Trajano Bocalino apuntó este secreto en el peso de su
Piedra del parangón[412], verificándose en la monarquía de España,
de quien pretendemos quitar peso, que, juntándole al nuestro, nos le
desminuía con el aumento. Hacernos libres de sujetos fué prodigio;
conservar este prodigio es ocupación para que nos habemos menester
todos. Francia y Ingalaterra, que nos han ayudado a limar a España de
su señorío la parte con que las era formidable vecino, por la propia
razón no consentirán que nos aumentemos en señorío que puedan temer.
La segur que se añade con todo lo que corta del árbol, nadie la tendrá
por instrumento, sino por estorbo. Consentirnos han en tanto que
tuviéremos necesidad dellos y, en presumiendo de que ellos la tienen de
nosotros, atenderán a nuestra mortificación y ruina. El que al pobre
que dió limosna le ve rico, o cobra dél o le pide. Nada adquirimos de
nuevo que no quieran para sí los príncipes que nos lo ven adquirir, y
por vecino, al paso que desprecian al que pierde, temen al que gana, y
nosotros, desparramándonos, somos estratagema del Rey de España contra
nosotros, pues cuando él, por dividirnos y enflaquecernos, dejara
perder adrede las tierras que le tomamos, era treta y no pérdida, y
nunca más fácilmente podrá quitarnos lo que tenemos que cuando más nos
hubiere dejado tomar de lo que tiene tan lejos de sí como de nosotros.
Con el Brasil, antes se desangra y despuebla Holanda que se crece.
Ladrones somos: basta no restituir lo hurtado sin hurtar siempre[413],
ejercicio con que antes se llega a la horca que al trono.

El Príncipe de Orange, enfadado, y cobrando las tijeras, dijo:

--Si Roma se perdió, Venecia se conserva, y fué cicatera[414] de
lugares al principio, como nosotros. La horca que dices, más se usa en
los desdichados que en los ladrones, y en el mundo, el ladrón grande
condena al chico. Quien corta bolsas, siempre es ladrón; quien hurta
provincias y reinos, siempre fué rey. El derecho de los monarcas se
abrevia en _viva quien vence_. Engendrarse los unos de la corrupción
de los otros es natural, y no violento: causa es quien se corrompe de
quien se engendra. El cadáver no se queja de los gusanos que le comen,
porque él los cría; cada uno mire que no se corrompa, porque será padre
de sus gusanos. Todo se acaba, y más presto lo poco que lo mucho.
Cuando nos tenga miedo quien nos tuvo lástima, tendremos lástima a
quien nos tuvo miedo, que es buen trueque. Seamos, si podemos, lo que
son los que fueron lo que somos. Todo lo que has apuntado es bueno no
lo sepan el Rey de Ingalaterra y Francia, y acuérdalo delante, que al
empezar es estorbo lo que en el mayor aumento es consejo.

Y diciendo y haciendo, echó la tijera a diestro y a siniestro,
trasquilando costas y golfos, y de las cercenaduras del mundo se
fabricó una corona, y se erigió en majestad de cartón.

XXIX. El gran Duque de Florencia, que, por cuatro letras más o menos
del título de _gran_ es malquisto de todos los otros potentados, estaba
cerrado en un camarín con un criado, de quien fiaba la comunicación
más reservada. Conferían la grandeza de sus ciudades y la hermosura de
su Estado, el comercio de Ligorna[415] y las vitorias de sus galeras.
Pasaron al grande esplendor con que su sangre se había mezclado con
todos los monarcas y reyes de Europa en los repetidos casamientos con
Francia, pues, por la línea materna, eran sus descendientes los Reyes
Católicos, el Cristianísimo y el de la Gran Bretaña. En este cómputo
los cogió la _hora_, y, arrebatado della el criado, dijo:

--Señor: vuesa alteza de ciudadano vino a príncipe: _Memento homo_.
En tanto que se trató como potentado, fué el más rico; hoy, que se
trata como suegro de reyes y yerno de emperador, _pulvis es_, y
si le alcanza la dicha de suegro con Francia y las maldiciones de
casamentero, _in pulverem reverteris_. El Estado es fertilísimo; las
ciudades, opulentas; los puertos, ricos; las galeras, fortunadas; los
parentescos, grandes; el dominio, por todas[416] razones real; empero
ahora he visto en él notables manchas, que le desaliñan y desautorizan,
y son éstas: la memoria que conservan los vasallos de que fueron
compañeros; la república de Luca, que cayó de medio a medio[417] de
todo; los presidios de Toscana, que el Rey de España tiene, y el _gran_
sobre _Duque_, por la emulación de los vecinos.

El Duque, que en algunas cosas destas no había reparado, dijo:

--¿Qué modo tendré para sacarme estas manchas?

Replicó el criado:

--Sacarlas según están reconcentradas, es imposible sin cortar el
pedazo, y es mal remedio, porque es mejor andar manchado que roto. Y
si las manchas que digo se sacan con el pedazo, no le quedará pedazo
a vuesa alteza, y vuesa alteza quedará hecho pedazos; éstas son
manchas de tal calidad, que se limpian con meterse más adentro, y no
con sacarse. Use vuesa alteza de la saliva en ayunas para esto y vaya
chupando para sí poco a poco. Y lo que gasta en dotes de reinas,
gástelo en tapar los oídos a los atentos, porque no le sientan chupar.

XXX. Un alquimista hecho pizcas, que parecía se había distilado sus
carnes y calcinado sus vestidos, estaba engarrafado de un miserable a
la puerta de uno que vendía carbón. Decíale:

--Yo soy filósofo espagírico, alquimista: con la gracia de Dios he
alcanzado el secreto de la piedra filosofal, medicina de vida y
trasmutación trascendente, infinitamente multiplicable; con cuyos
polvos haciendo proyección[418], vuelvo en oro de más quilates y
virtud que el natural, el azogue, el hierro, el plomo, el estaño y la
plata. Hago oro de yerbas, de las cáscaras de güevos, de cabellos, de
sangre humana, de la orina y de la basura: esto en pocos días y con
menos costa. No oso descubrirme a nadie, porque si se supiese, los
príncipes[419] me engullirían en una cárcel, para ahorrar los viajes de
las Indias y poder dar dos higas a las minas y al Oriente. Sé que vuesa
merced es persona cuerda, principal y virtuosa, y he determinado fiarle
secreto tan importante y admirable: con que en pocos días no sabrá qué
hacer[420] de los millones.

Oíale el mezquino con una atención canina y lacerada, y tan encendido
en codicia con la turbamulta de millones, que le tecleaban los dedos
en ademán de contar. Habíale crecido tanto el ojo, que no le cabía en
la cara. Tenía ya entre sí condenadas a barras de oro las sartenes,
asadores y calderos y candiles. Preguntóle que cuánto sería menester
para hacer la obra. El alquimista dijo que casi nada: que con solos
seiscientos reales había para orecer[421] y platificar todo el universo
mundo y que lo más se había de gastar en alambiques y crisoles; porque
el elixir que era el alma vivificante del oro no costaba nada y era
cosa que se hallaba de balde en todas partes, y que no se había de
gastar un cuarto en carbón, porque con cal y estiércol lo sublimaba
y digería y separaba, y retificaba y circulaba; que aquello no era
hablar, sino que delante dél y en su casa lo haría, y que sólo le
encargaba el secreto. Estaba oyendo este embuste el carbonero, dado a
los demonios de que había dicho no había de gastar carbón. Pues cógelos
la _hora_, y, embistiendo, afeitado con cisco y oliendo a pastillas de
diablo, con el alquimista, le dijo:

--Vagamundo, pícaro, sollastre[422], ¿para qué estás dando papilla de
oro a ese buen hombre?

El alquimista, revestido de furias, respondió que mentía, y entre el
mentís y un sopapo que le dió el carbonero, no cupiera un cabello.
Armóse una pelaza[423] entre los dos, de suerte que, a cachetes, el
alquimista estaba hecho alambique de sangre de narices. No los podía
despartir el miserable, que del miedo del tufo y de la tizne no se
osaba meter en medio. Andaban tan mezclados, que ya no se sabía cuál
era el carbonero ni quién había pegado la tizne al otro. La gente que
pasaba los despartió. Quedaron tales, que parecían bolas de lámpara
o que venían de visitarse con tijeras[424] de despavilar. Decía el
carbonero:

--Oro dice el pringón que hará de la basura y del hierro viejo, ¡y
está vestido de torcidas de candiles y fardado de _daca la maza_! Yo
conozco a éstos, porque a otro vecino mío engañó otro tragamallas, y
en sólo carbón le hizo gastar en dos meses, en mi casa, mil ducados,
diciendo que haría oro, y sólo hizo humo y ceniza, y, al cabo, le robó
cuanto tenía.

--Pero--replicó el alquimista--yo haré lo que digo, y pues tú haces
oro y plata del carbón y de los cantazos que vendes por tizos, y de la
tierra y basura con que lo polvoreas y de las maulas de la romana, ¿por
qué yo, con la _Arte magna_, con Arnaldo, Géber y Avicena, Morieno,
Roger, Hermes, Theofrasto, Vistadio, Evónymo, Crollio, Libavio y la
_Tabla smaragdina_ de Hermes, no he de hacer oro?

El carbonero replicó, todo engrifado:

--Porque todos esos autores te hacen a ti loco, y tú, a quien te cree,
pobre. Y yo vendo el carbón, y tú le quemas; por lo cual, yo le hago
plata y oro y tú hollín. Y la piedra filosofal verdadera es comprar
barato y vender caro, y váyanse noramala todos esos Fulanos y Zutanos
que nombras, que yo de mejor gana gastara mi carbón en quemarte
empapelado con sus obras que en venderle. Y vuesa merced haga cuenta
que hoy ha nacido su dinero, y, si quiere tener más, el trato es
garañón de la moneda, que empreña al doblón y le hace parir otro cada
mes. Y si está enfadado con sus talegos, vacíelos en una necesaria,
y, cuando se arrepienta, los sacará con más facilidad y más limpieza
que de los fuelles y hornillos deste maldito, que, siendo mina de
arrapiezos, se hace Indias de hoz y de coz y amaga de Potosí.

XXXI. Venían tres franceses por las montañas de Vizcaya a España: el
uno con un carretoncillo de amolar tijeras y cuchillos por babador;
el otro, con dos corcovas de fuelles y ratoneras, y el tercero, con
un cajón de peines y alfileres. Topólos en lo más agrio de una cuesta
descansando un español que pasaba a Francia a pie, con su capa al
hombro. Sentáronse a descansar a la sombra de unos árboles. Trabaron
conversación. Oíanse tejidos el _hui monsiur_ con el _pesia tal_ y
el _per ma fue_ con el _voto a cristo_[425]. Preguntado por ellos
el español dónde iba, respondió que a Francia, huyendo, por no dar
en manos de la justicia, que le perseguía por algunas travesuras;
que de allí pasaría a Flandes a desenojar los jueces y desquitar su
opinión, sirviendo a su Rey; porque los españoles no sabían servir
a otra persona en saliendo de su tierra. Preguntado cómo no llevaba
oficio ni ejercicio para sustentarse en camino tan largo[426], dijo
que el oficio de los españoles era la guerra, y que los hombres de
bien, pobres, pedían prestado o limosna para caminar, y los ruines lo
hurtaban, como los que lo son en todas las naciones, y añadió que se
admiraba del trabajo con que ellos caminaban desde Francia por tierras
extrañas y partes tan ásperas y montuosas, con mercancía, a riesgo de
dar en manos de salteadores. Pidióles refiriesen qué ocasión los echaba
de su tierra y qué ganancia se podían prometer de aquellos trastos con
que venían brumados, espantando con la visión mulas y rocines y dando
qué pensar a los caminantes desde lejos. El amolador, que hablaba el
castellano menos zabucado[427] de gabacho, dijo:

--Nosotros somos gentilhombres malcontentos del Rey de Francia; hémonos
perdido en los rumores, y yo he perdido más por haber hecho tres viajes
a España, donde, con este carretoncillo y esta muela sola he mascado
a Castilla mucho y grande número de pistolas, que vosotros llamáis
doblones.

Acedósele al español todo el gesto, y dijo:

--Arrebócese su sanar de lamparones el Rey de Francia si sufre por
malcontentos _mercan fuelles y peines y alfileres_ y _amoladores_.

Replicó el del carretón:

--Vosotros debéis mirar a los amoladores de tijeras como a flota
terrestre, con que vamos amolando y aguzando más vuestras barras de oro
que vuestros cuchillos. Mirad bien a la cara a ese cantarillo quebrado,
que se orina con estangurria, que él nos ahorra, para traer la plata,
de la tabaola del Océano y de los peligros de una borrasca, y con una
rueda, de velas y pilotos. Y con este edificio de cuatro trancas y esta
piedra de amolar, y con los peines y alfileres derramados por todos los
reinos, aguzamos, peinamos y sangramos poco a poco las venas de las
Indias. Y habéis de persuadiros que no es el menor miembro del tesoro
de Francia el que cazan las ratoneras y el que soplan los fuelles.

--Voto a Dios--dijo[428] el español--, que sin saber yo eso, echaba de
ver que con los fuelles nos llevábades el dinero en el aire, y que las
ratoneras, antes llenaban vuestros gatos[429] que disminuían nuestros
ratones. Y he advertido que, después que vosotros vendéis fuelles,
se gasta más carbón y se cuecen menos las ollas, y que después que
vendéis ratoneras, nos comemos de ratoneras y de ratones, y que después
que amoláis cuchillos, se nos toman y se nos gastan, y se nos mellan
y se nos embotan[430] las herramientas, y que, amolando cuchillos,
los gastáis y echáis a perder, para que siempre tengamos necesidad
de compraros los que vendéis. Y ahora veo que los franceses sois los
piojos que comen a España por todas partes, y que venís a ella en
figura de bocas abiertas, con dientes de peines y muelas de aguzar, y
creo que su comezón no se remedia con rascarse, sino que antes crece,
haciéndose pedazos con sus propios dedos. Yo espero en Dios he de
volver presto y he de advertir que no tiene otro remedio su comezón
sino espulgarse de vosotros y condenaros a muerte de uñas. Pues, ¿qué
diré de los peines, pues con ellos nos habéis introducido las calvas,
porque tuviésemos algo de Calvino sobre nuestras cabezas? Yo haré que
España sepa estimar sus ratones y su caspa y su moho, para que vais a
los infiernos a gastar fuelles y ratoneras.

En esto los cogió la _hora_, y desatinándole la cólera, dijo:

--Los demonios me están retentando de mataros a puñaladas y
abernardarme y hacer Roncesvalles estos montes[431].

Los bugres[432], viéndole demudado y colérico, se levantaron con un
zurrido monsiur, hablando galalones[433], pronunciando el _mondiu_ en
tropa y la palabra _coquin_. En mal punto la dijeron, que el español,
arrancando la daga[434] y arremetiendo al amolador, le obligó a
soltar el carretoncillo, el cual, con el golpe, empezó a rodar por
aquellas peñas abajo, haciéndose andrajos. En tanto, por un lado de
las ratoneras, le tiró un fuelle; mas, embistiendo con él a puñaladas,
se los hizo flautas y astillas las ratoneras. El de los peines y
alfileres, dejando el cajón en el suelo, tomó pedrisco. Empezaron todos
tres contra el pobre español y él contra todos tres a descortezarse a
pedradas: munición que a todos sobra en aquel sitio, aun para tropezar.

De miedo de la daga, tiraban los gabachos[435] desde lejos. El
español, que se reparaba con la capa, dió un puntapié al cajón de
alfileres, el cual, a tres calabazadas que rodando se dió en unas
peñas, empezó a sembrar peines y alfileres, y viéndole disparar púas de
azófar, hecho erizo de madera, dijo:

--Ya empiezo a servir a mi Rey.

Y viendo llegar pasajeros de a mula[436] que los despartieron, les
pidió le diesen fe de aquella vitoria que a fuer de espulgo había
tenido contra las comezones de España. Riéronse los caminantes sabida
la causa, y, llevándose al español a las ancas de una mula, dejaron a
los franceses ocupados en dar tapabocas[437] a los fuelles, y bizmar
las ratoneras, y remendar el carretón, y buscar los alfileres, que se
habían sembrado por aquellos cerros. El español, desde lejos, yendo
caminando, les dijo a gritos:

--Gabachos, si son malcontentos en su tierra, agradézcanme el no dejar
de ser quien son en la mía.

XXXII. La serenísima república de Venecia, que, por su gran seso y
prudencia, en el cuerpo de Europa hace oficio de cerebro, miembro
donde reside la corte del juicio, se juntó en la grande sala a consejo
pleno. Estaba aquel consistorio encordado de diferentes voces, graves
y leves, en viejos y en mozos; unos doctos por las noticias, otros por
las experiencias: instrumento tan bien templado y de tan rara armonía,
que, al son suyo, hacen mudanzas todos los señores del mundo. El
Dux, príncipe coronado de aquella poderosa libertad, estaba en solio
eminente con tres consejeros por banda; de la una parte, un _capo_
de cuarenta; de la otra, dos. Asistían próximos los secretarios que
cuentan las boletas, y en sus lugares, en pie, los ministros[438] que
las llevan. El silencio desaparecía a los oídos de tan grande concurso,
excediendo de tal manera al de un lugar desierto, que se persuadían
los ojos era auditorio de escultura: tan sin voz estaban los achaques
en los ancianos y el orgullo en los mancebos. Rompiendo esta atención,
dijo:

--La malicia introduce la discordia[439], y la disimulación hace
bienquisto al que siembra la cizaña del propio que la padece. A
nosotros nos ha dado la paz y las vitorias la guerra que habemos
ocasionado a los amigos, no la que hemos hecho a los contrarios.
Seremos libres en tanto que ocupáremos a los demás en cautivarse.
Nuestra luz nace de la disensión; somos dicípulos de la centella que
nace de la contienda del pedernal y del eslabón. Cuanto más se aporrean
y más se descalabran los monarcas, más nos encendemos en resplandores.
Italia, después que falleció[440], es a la manera de una doncella rica
y hermosa, que, por haber muerto sus padres, quedó en poder de tutores
y testamentarios con deseo de casarse; empero los testamentarios, como
cada uno se le ha quedado con un pedazo, por no restituirla su dote
y quedarse con lo que tienen en su poder, unos se la niegan y afean
al Rey de España, que la pretende; otros, al Rey de Francia, que la
pide, poniendo en los maridos las faltas que estudian en sí. Estos
tutores tramposos son los potentados, y entre ellos no se puede negar
que nosotros no la hemos arrebatado grande parte de su patrimonio.
Hoy aprietan la dificultad por casarse con ella estos dos pretensores.
Del Rey de Francia nos hemos valido para trampear esta novia al Rey
Católico, que, por la vecindad de Milán y Nápoles, la hace señas y
registra desde sus ventanas las suyas. El Rey Cristianísimo, que,
por estar lejos, no la podía rondar ni ver, y se valía de papeles,
hoy, con las tercerías de Saboya y Mantua y Parma, y llegándose a
Piñarol, la acecha y galantea, nos obliga a que se la trampeemos a
él. Esto es fácil, porque los franceses con menos trabajo se arrojan
que se traen; con su furia, echan a los otros, y con su condición, a
sí mismos. Empero conviene que se disponga esta zancadilla de suerte
que, haciendo efectos de divorcio, cobremos caricias de casamenteros.
Derramada tiene la atención el Rey Cristianísimo y delincuente la
codicia en Lorena, y peligrosas en Alemania las armas, pobres sus
vasallos. Tiene desacreditada la seguridad en el mundo, por esto,
temerosos en Italia los confidentes. Entradas son que no apurarán
nuestra sutileza para lograrlas, pues su propio ruido disimulará
nuestros pasos. No hemos menester gastar sospecha en los que se han
fiado dél, que sus arrepentimientos nos la ahorran. Lo que me parece
es que, con alentarle a que prosiga en los hervores de su ambicioso
y crédulo desvanecimiento, conquistaremos al Rey de los franceses con
Luis XIII. El esfuerzo último se ha de poner en conservar y crecer
en su gracia a su privado. Éste, que le quita cuanto se añade, le
disminuye al paso que crece[441]. Mientras el vasallo fuere señor
de su Rey, y el Rey vasallo de su criado, aquél será aborrecido por
traidor, y éste despreciado por vil. Para decir _muera el Rey_ en
público, no sólo sin castigo, sino con premio, se consigue con decir
_viva el privado_. No sé si le fué más aciago a su padre Francisco
Revellac[442], que a él Richeleu; lo que sé es que entre los dos le han
dejado huérfano: aquél, sin padre; éste, sin madre. Dure Armando, que
es como la enfermedad, que durando acaba u se acaba. Por muy importante
juzgo el pensar sobre la sucesión del Rey Cristianísimo, la cual no se
espera en descendientes, antes que vuelva a su hermano, cuyo natural
da buenas promesas a nuestro acecho. Es fuego que podremos derramar a
soplos, y de tal condición, que se atiza a sí mismo; hombre quejoso
del bien que recibe, por lo que tiene desobligado al Rey de España y
atesorada discordia, que podremos encaminar como nos convenga. Francia
está sospechosa con la[443] descendencia real que el privado se achaca
con genealogías compradas, y temerosa de ver agotados todos los cargos
en su familia y todas las fuerzas en poder de sus cómplices. Esles
recuerdo Momoranci degollado y tantos grandes señores y ministros o
en destierro o en desprecio. Sospechan que en la sucesión ha de haber
rebatiña y no herencia. Las cosas de Alemania no admiten cura con el
Palatino desposeído, y con el de Lorena, y los desinios del Duque de
Sajonia, y los protestantes por el imperio contra la Casa de Austria.
Italia está, al parecer, imposibilitada de paz por los presidios que
los franceses tienen en ella. Al Rey de España sobran ocupaciones y
gastos con los olandeses, que en Flandes le han tomado[444] lo que
tenía y le quieren tomar lo que tiene; que se han apoderado en la mejor
y mayor parte del Brasil del palo, tabaco y azúcar, con que se aseguran
flota; que se han fortificado en una isla de las de barlovento. Júntase
a esto el cuidado de mantener al Emperador la oposición a los franceses
por el Estado de Milán. Nosotros, como las pesas en el reloj de
faltriquera, hemos de mover cada hora y cada punto estas manos, sin ser
vistos ni oídos, derramando el ruido a los otros, sin cesar ni volver
atrás. Nuestra razón de estado es vidriero que, con el soplo, da las
formas y hechuras a las cosas, y de lo que sembramos en la tierra a
fuerza de fuego, fabricamos hielo[445].

En esto, los cogió la _hora_, que, apoderándose del capricho de un
republicón de los _Capidiechi_, le hizo razonar en esta manera:

--Venecia es el mismo Pilatos. Pruébolo. Condenó al Justo y lavó
sus manos: _ergo_. Pilatos soltó a Barrabás, que era la sedición,
y aprisionó a la paz, que era Jesús: _igitur_. Pilatos, constante,
digo pertinaz, dijo: “Lo que escribí, escribí”: _tenet consequentia_.
Pilatos entregó la salud y la paz del mundo a los alborotadores para
que la crucificasen, _non potest negari_.

Alborotóse todo el consistorio en voces. El Dux, con acuerdo de muchos
y de los semblantes de todos, mandó poner en prisiones al republicón y
que se averiguase bien su genealogía, que, sin duda, por alguna parte
decendía de alguno que decendía de otro, que tenía amistad con alguno
que era conocido de alguno, que procedía de quien tuviese algo de
español.

XXXIII. Juntó el preclaro e ilustrísimo Dux de Génova todo aquel
excelentísimo Senado para oír al Embajador del Rey Cristianísimo, el
cual razonó desta manera:

--Serenísima República: El Rey, mi señor, que siempre ha tenido las
libertades de Italia en igual precio que la majestad de su corona,
asistiendo a su conservación con todo su poderío, celoso de vuestra
paz, sin pretender otro aumento que el de los Príncipes que en ella, en
división concorde, poseen la mejor y más hermosa parte del mundo, hoy
me manda que, en su nombre, os haga recuerdo de que, como muy obediente
hijo de la Iglesia romana y seguro vecino de todos los potentados,
desea justificar sus acciones en vuestros oídos y desempeñar para
con todos su afecto y benevolencia. Mejor sabéis vosotros lo que
padecéis que nosotros lo que oímos y vemos desde lejos. Muchos años
han pasado por vosotros en guerras continuadas, introducidas por las
desavenencias del Duque de Saboya, cuyos confines siempre os fueron
sospechosos y molestos, a los cuales se opuso el Rey Católico con
nombre de árbitro[446]. Habéis visto los campos anegados en sangre y
horribles con cuerpos muertos; las ciudades, asoladas por sitios y por
asaltos; el país, robado por los alojamientos; en vuestras tierras
los alemanes, gente feroz, número a quien acompaña en las almas la
herejía; en los cuerpos, la hambre y la peste. No hallará vuestra
advertencia culpado al Rey, mi señor, en alguna de estas calamidades,
pues solamente ha asistido al socorro de la parte más flaca, no con
intento de que, venciendo, se aumentase, sino de que, defendiéndose, no
dejase aumentar al contrario, para que el derecho de cada uno quedase
sin ofensa y justificado, y el Monferrato, que ha sido vientre destas
disensiones[447], no fuese premio de alguna codicia. Con este fin ha
sustentado grandes ejércitos, y alguna vez acompañádolos en persona,
venciendo las fortificaciones del invierno en los Alpes, por abrir la
puerta a vuestros socorros, volviendo triunfante con sólo este útil.
Hoy, que parece estar furioso el mundo y que vuestra asistencia le
ha solicitado odios poderosos en todas partes, se promete que esta
serenísima República le tendrá por tan buen amigo en sus puertos
como al Rey de España, cuando, con mantener con los dos neutralidad,
mostrará que conoce el santo celo del Rey, mi señor, y la justificación
de sus armas.

El Dux, viendo que el monsiur[448] había dado fin a su propuesta,
respondió:

--Damos gracias a Dios que, en asistir con amor y reverencia al Rey
Cristianísimo, no tenemos qué ofrecer sino la continuación de lo que
hasta el día de hoy se ha hecho. Hemos oído en vuestras palabras lo
que hemos visto: fácil es persuadir a los testigos. Y si bien pudiera
turbar nuestra confianza el haber abrigado vuestro Rey, con los
socorros de la Digera[449] las discordias con que la alteza de Saboya
pretendió destruir o molestar esta República, que, a no socorrerla el
Rey Católico, se viera en confusión, y asimismo pudiera escarmentarla
el haber apoderádose las armas francesas de Susa y Piñarol y el
Casal, en Italia, a imitación del que, en achaque de meter paz en
una pendencia, se va con las capas de los que riñen; acrecentando
con horror esta sospecha el haber la Majestad Cristianísima hecho al
Duque de Lorena la vecindad del humo, que le echó de su casa[450]
llorando; empero nosotros, no reparando en los semblantes destas
acciones, somos y seremos siempre los más afectos a su corona. Esto
cuanto dieren lugar las grandes obligaciones que esta señoría y todos
sus particulares tienen y conocen al Monarca de las Españas, en cuyo
poder estamos defendidos, con cuya grandeza ricos, en cuya verdad y
religión descansamos seguros. Y así, para resolver el punto de la
neutralidad que se nos pide, es justo se llamen a este consejo todos
los repúblicos, en cuyo caudal está la negociación.

Pareció bien al Embajador y al Senado. Fué persona grave a llamarlos,
con orden les dijese a qué fin y que viniesen luego. Fué el diputado,
y llegando a Banchi[451], donde los halló juntos, les dió su embajada
y la razón della. En esto los cogió a todos la _hora_, y demudándose
los nobilísimos ginoveses, dijeron al magnífico que respondiese al
serenísimo Dux que:

“Habiendo entendido la propuesta del Rey de Francia, y queriendo ir
a obedecer su mandato, se les habían pegado de suerte los asientos
de España, que no se podían levantar. Y que fueran con los asientos
arrastrando; mas no era posible arrancarlos, por estar clavados en
Nápoles y Sicilia y remachados con los juros de España. Que advertían
a su serenidad que el Rey de Francia caminaba como galeote, con las
espaldas vueltas[452] hacia donde quiere ir derecho, tirando para sí,
y que abra los ojos, que aquella Majestad ha sido inquisidor contra
herejes y hoy es hereje contra inquisidores”.

Volvió el magnífico[453] y dió en alta voz esta respuesta. Quedó
monsiur amostazado y confuso, con bullicio mal atacado, arrebañando una
capa de estatura de mantellina, con cuello de garnacha. El Dux, por
alargarle la saña, le dijo:

--Decid al Rey Cristianísimo que ya que esta República no puede
servirle en lo que pide, le ofrece, si prosiguiere en venir a Italia,
un aniversario perpetuo en altar de alma por los franceses que,
muriendo, acompañaren a los que hicieron cimenterio el bosque de
Pavía, empedrándole de calaveras, y de hacer a Su Majestad la costa
todo el tiempo que estuviere preso en el Estado de Milán, y desde
luego le ofrecemos para su rescate cien mil ducados, y vos llevaos
esa historia del emperador Carlos V para entreteneros en el camino, y
servirá de itinerario a vuestro gran Rey.

El monsiur, ciego de cólera, dijo:

--Vosotros habéis hablado como buenos y leales vasallos del Rey
Católico, a quien los propios asientos que me niegan la neutralidad han
hecho gallegos de allende y ultramarinos.

XXXIV. Los alemanes, herejes y protestantes, en quienes son tantas las
herejías como los hombres, que se gastan en alimentar la tiranía de los
suecos, las traiciones del Duque de Sajonia, Marqués de Brandenburg y
Landtgrave de Hessen; hallándose corrompidos de mal francés, trataron
de curarse de una vez, viendo que los sudores de tantos trabajos no
habían aprovechado, ni las unciones que con ungüento de azogue los
dieron en la estufa de Nortlingen[454], ni las copiosas sangrías,
_usque ad animi deliquium_, de tantas rotas. Juntaron todos los mejores
médicos racionales y espagíricos[455] que hallaron, y, haciéndoles
relación de sus achaques, les pidieron remedio eficaz. Algunos fueron
de parecer que la medicina era purgarlos de todos los humores franceses
que tenían en los huesos. Otros, afirmando que el mal estaba en las
cabezas, ordenaron evacuaciones, descargándolas de opiniones crasas con
el tetrágono de Hipócrates, tan celebrado de Galeno, a que corresponde
el tabaco en humo en la forma. Otros, supersticiosos y dados a las
artes secretas, afirmaron que lo que padecían no eran enfermedades
naturales, sino demonios que los agitaban, y que, como endemoniados,
necesitaban de exorcismos y conjuros. En esta discordia estudiosa
estaban cuando los cogió la _hora_, y, alzando la voz, un médico de
Praga, dijo:

--Los alemanes no tienen en su enfermedad remedio, porque sus dolencias
y achaques solamente se curan con la _dieta_[456], y en tanto que
estuvieren abiertas las tabernas de Lutero y Calvino, y ellos tuvieron
gaznates y sed y no se abstuvieren de los bodegones y burdeles de
Francia, no tendrán la _dieta_ de que necesitan.

XXXV. El Gran Señor, que así se llama el Emperador de los turcos,
monarca, por los embustes de Mahoma, en la mayor grandeza unida que se
conoce, mandó juntar todos los cadís, capitanes, beyes y visires[457]
de su Puerta, que llama excelsa, y con ellos todos los morabitos
y personas de cargos preeminentes, capitanes generales y bajaes,
todos, o la mayor parte, renegados; y asimismo los esclavos cristianos
que en perpetuo cautiverio padecen muerte viva en las torres de
Constantinopla, sin esperanza de rescate, por la presunción de aquella
soberbia majestad, que tiene por indecente el precio por esclavos y por
plebeya la celestial virtud de la misericordia. Fué por esto grande
el concurso y mayor la suspensión de todos viendo un acto en aquella
forma, sin ejemplar en la memoria de los más ancianos. El Gran Señor,
que juzga a desautoridad[458] que sus vasallos oigan su voz y traten su
persona aun con los ojos, estando en trono sublime, cubierto con velos
que sólo daban paso confuso a la vista, hizo seña muda para que oyesen
a un morisco de los expulsos de España las novedades a que procuraba
persuadirle. El morisco, postrado en el suelo, a los pies del Emperador
tirano, en adoración sacrílega, y volviéndose a levantar, dijo:

--Los verdaderos y constantes mahometanos, que en larga y trabajosa
captividad en España, por largas edades abrigamos oculta en nuestros
corazones la ley del profeta descendiente de Agar, reconocidos a la
benignidad con que el todopoderoso Monarca del mundo, Gran Señor de
los turcos, nos consintió lastimosas reliquias de expulsión dolorosa,
hemos determinado hacer a su grandeza y majestad algún considerable
servicio, valiéndonos de la noticia que trujimos, por falta del caudal
que, con el despojo, nos dejó número inútil. Y para que se consiga,
proponemos que, para gloria desta nación, y el premio[459] de los
invencibles capitanes y beyes en las memorias[460] de sus hazañas,
conviene, a imitación de Grecia, y Roma, y España, dotar Universidades
y estudios, señalar premios a las letras, pues por ellas, habiendo
fallecido los monarcas y las monarquías, hoy viven triunfantes las
lenguas griega y latina, y en ellas florecen, a pesar de la muerte, sus
hazañas y virtudes y nombres, rescatándose del olvido de los sepulcros
por el estudio que los enriqueció de noticias y sacó de bárbaras a
sus gentes. Lo segundo, que se admita y platique el derecho y leyes
de los romanos, en cuanto no fueren contra la nuestra, para que la
policía crezca, las demasías se repriman, las virtudes se premien, se
castiguen los vicios y la justicia se administre por establecimientos
que no admiten pasión ni enojo ni cohecho, con método seguro y estilo
cierto y universal. Lo tercero, que para el mejor uso del rompimiento
en las batallas, se dejen los alfanjes corvos por las espadas de los
españoles, pues en la ocasión son para la defensa y la ofensa más
hábiles, ahorrando con las estocadas grandes rodeos de los movimientos
circulares; por lo cual, llegando a las manos con los españoles, que
siempre han usado mejor[461] que todas las naciones esta destreza,
hemos padecido grandes estragos. Son las espadas mucho más descansadas
al pulso y a la cinta. Lo cuarto, para conservar la salud y cobrarla
si se pierde, conviene alargar en todo y en todas maneras el uso del
beber vino, por ser, con moderación, el mejor vehículo del alimento y
la más eficaz medicina, y para aumentar las rentas del Gran Señor y de
sus vasallos con el tráfigo[462] (el tesoro más numeroso), por ser las
viñas artífices de muchos licores diferentes con sus frutos y en todo
el mundo mercancía forzosa, y para esforzar los espíritus al coraje de
la guerra y encender la sangre en hervores temerarios, más eficaces que
el Anfión y más racionales, a que no se debe obstar por la prohibición
de la ley en que se ha empezado a dispensar. Y para que se disponga,
daráse interpretación conveniente y ajustada. Y ofrecemos para la
disposición de todo lo referido arbitrios y artífices que lo dispongan
sin costa ni inconveniente alguno, asegurando gloriosos aumentos y
esplendor inestimable a todos los reinos del grande Emperador de
Constantinopla.

Acabando de pronunciar esta palabra postrera, se levantó Sinan
bey[463], renegado, y encendido en coraje rabioso, dijo:

--Si todo el Infierno se hubiera conjurado contra la Monarquía de los
turcos no hubiera pronunciado cuatro pestes más nefandas que las que
acaba de proponer este perro morisco, que entre cristianos fué mal
moro y entre moros quiere ser mal cristiano[464]. En España quisieron
levantarse éstos; aquí quieren derribarnos. No fué aquélla mayor
causa de expulsión que ésta; justo será desquitarnos de quien nos
los arrojó con volvérselos. No pretendió con tan último fin don Juan
de Austria acabar con nuestras fuerzas cuando en Lepanto, derramando
las venas de tantos genízaros, hizo nadar en sangre[465] los peces
y a nuestra costa dió competidor al mar Bermejo; no con enemistad
tan rabiosa el Persiano, con turbante verde, solicita la desolación
de nuestro imperio; no don Pedro Girón, duque de Osuna, virey de
Sicilia y Nápoles, siendo terror del mundo, procuró con tan eficaces
medios, horrendo en galeras y naves y infantería armada, con su nombre
formidable esconder en noche eterna nuestras lunas, que borró tantas
veces, cuando, de temor de sus bajeles, se aseguraban las barcas desde
Estambol a Pera[466], como tú, marrano infernal, con esas cuatro
proposiciones que has ladrado. Perro, las monarquías con las costumbres
que se fabrican se mantienen. Siempre las han adquirido capitanes,
siempre las han corrompido bachilleres[467]. De su espada, no de su
libro, dicen los reyes que tienen sus dominios; los ejércitos, no
las universidades, ganan y defienden; victorias, y no disputas, los
hacen grandes y formidables. Las batallas dan reinos y coronas; las
letras, grados y borlas. En empezando una república a señalar premios
a las letras, se ruega con las dignidades a los ociosos, se honra la
astucia, se autoriza la malignidad y se premia la negociación, y es
fuerza que dependa el vitorioso del graduado, y el valiente del dotor,
y la espada de la pluma. En la ignorancia del pueblo está seguro el
dominio de los príncipes; el estudio que los advierte, los amotina.
Vasallos doctos, más conspiran que obedecen, más examinan al señor que
le respetan; en entendiéndole, osan despreciarle; en sabiendo qué es
libertad, la desean; saben juzgar si merece reinar el que reina, y aquí
empiezan a reinar sobre su Príncipe[468]. El estudio hace que se busque
la paz, porque la ha menester, y la paz procurada induce la guerra
más peligrosa. No hay peor guerra que la que padece el que se muestra
codicioso de la paz: con las palabras y embajadas pide ésta y negocia
con el temor de los ruegos la otra. En dándose una nación a doctos y a
escritores, el ganso pelado vale más que los mosquetes y lanzas, y la
tinta escrita, más que la sangre vertida, y al pliego de papel firmado
no le resiste el peto fuerte, que se burla de las cóleras del fuego, y
una mano cobarde, por un cañón tajado, se sorbe desde el tintero las
honras, las rentas, los títulos y las grandezas. Mucha gente baja se ha
vestido de negro en los tinteros, de muchos son los algodones solares,
muchos títulos y Estados decienden del burrajear[469]. Roma, cuando
desde un surco que no cabía dos celemines de sembradura se creció
en República inmensa, no gastaba dotores ni libros, sino soldados y
astas[470]. Todo fué ímpetu, nada estudio. Arrebataba las mujeres que
había menester, sujetaba lo que tenía cerca, buscaba lo que tenía
lejos. Luego que Cicerón, y Bruto, y Hortensio, y César, introdujeron
la parola y las declamaciones, ellos propios la turbaron en sedición,
y, con las conjuras, se dieron muerte unos a otros y otros a sí
mismos, y siempre la República, y los Emperadores y el Imperio, fueron
deshechos, y, por la ambición de los elegantes, aprisionados. Hasta
en las aves sólo padecen prisión y jaula las que hablan y chirrean,
y, cuanto mejor y más claro, más bien cerrada y cuidadosa. Entonces,
pues, los estudios fueron armerías contra las armas, las oraciones
santificaban delitos y condenaban virtudes, y, reinando la lengua, los
triunfos yacían so el poder de las palabras. Los griegos padecieron la
propia carcoma de las letras: siguieron la ambición de las Academias:
éstas fueron invidia de los ejércitos y los filósofos persecución de
los capitanes. Juzgaba el ingenio a la valentía: halláronse ricos de
libros y pobres de triunfos. Dices que hoy, por sus grandes autores,
viven los varones grandes que tuvieron; que vive su lengua, ya que
murió su Monarquía. Lo mismo sucede al puñal que hiere al hombre, que
él dura y el hombre acaba, y no es consuelo ni remedio al muerto.
Más valiera que viviera la Monarquía, muda y sin lengua, que vivir
la lengua sin la Monarquía. Grecia y Roma quedaron ecos: fórmanse en
lo hueco y vacío de su majestad, no voz entera, sino apenas cola de
la ausencia de la palabra. Esos escritores que la acabaron quedaron
después de acabarla[471] con vida, que les tasa el lector tan breve,
que se regula en unos con el entretenimiento[472]; en otros, con la
curiosidad. España, cuya gente en los peligros siempre fué pródiga de
la alma, ansiosa de morir, impaciente de mucha edad, despreciadora de
la vejez[473], cuando con incomparable valentía se armó en su total
ruina y vencimiento y poca ceniza derramada, se convocó en rayo, y de
cadáver se animó en portento; más atendía a dar que a escribir[474];
antes a merecer alabanzas que a componerlas; por su coraje hablaban
las cajas y las trompas[475], y toda su prosa gastaba[476] en _Sant
Yago_, muchas veces repetido. Ellos admiraron el mundo con Viriato
y Sertorio; dieron esclarecidas victorias a Aníbal, y a César, que
en todo el orbe de la tierra había peleado por la honra, obligaron
a pelear por la vida. Pasaron de lo posible los encarecimientos del
valor y de la fortaleza en Numancia. Destas y de otras inumerables
hazañas nada escribieron: todo lo escribieron los romanos. Servíase
su valentía de ajenas plumas; tomaron para sí el obrar; dejaron a los
latinos el decir[477]; en tanto que no supieron ser historiadores,
supieron merecerlos. Inventóse poco a poco la artillería[478] contra
las vidas seguras y apartadas, falseando el calicanto a las murallas y
dando más vitorias al certero que al valeroso. Empero luego se inventó
la emprenta contra la artillería, plomo contra plomo, tinta contra
pólvora, cañones contra cañones. La pólvora no hace efecto mojada:
¿quién duda que la moja la tinta por donde pasan las órdenes[479] que
la aprestan y previenen? ¿Quién duda que falta[480] el plomo para balas
después que se gasta en moldes fundiendo letras, y el metal en láminas?
Perro, las batallas[481] nos han dado el imperio y las vitorias los
soldados, y los soldados los premios. Éstos se han de dar siempre[482]
a los que nos han dado los triunfos. Quien llamó hermanas las letras
y las armas poco sabía de sus avalorios, pues no hay más diferentes
linajes que hacer y decir. Nunca se juntó el cuchillo a la pluma que
éste no la cortase; mas ella, con las propias heridas que recibe del
acero, se venga dél. Vilísimo morisco, nosotros deseamos que entre
nuestros contrarios haya muchos que sepan, y entre nosotros, muchos que
venzan; porque de los enemigos queremos la vitoria, y no la alabanza.

Lo segundo que propones es introducir las leyes de los romanos. Si esto
consiguieras, acabado habías con todo. Dividiérase todo el imperio
en confusión de actores y reos, jueces y sobre jueces[483], y en la
ocupación de abogados, pasantes, escribientes, relatores, procuradores,
solicitadores, secretarios, escribanos, oficiales y alguaciles, se
agotaran las gentes, y la guerra, que hoy escoge personas, será forzada
a servirse de los inútiles y desechados del ocio contencioso. Habrá
más pleitos, no porque habrá más razón, sino porque habrá más leyes.
Con nuestro estilo tenemos la paz que habemos menester, y los demás
la guerra que nosotros queremos que tengan; las leyes por sí buenas
son y justificadas; mas, habiendo legistas, todas son tontas y sin
entendimiento. Esto no se puede negar, pues los mismos jurisprudentes
lo confiesan todas las veces que dan a la ley el entendimiento que
quieren, presuponiendo que ella por sí no le tiene. No hay juez que
no afirme que el entendimiento de la ley es el suyo, y con decir que
se le dan, suponen que no le tiene. Yo, renegado soy, cristiano fuí y
depongo de vista que no hay ley civil ni criminal que no tenga tantos
entendimientos como letrados y jueces, como glosadores y comentadores,
y a fuerza de entendimientos que la achacan, le falta el que tiene y
queda mentecata. Por esto, al que condenan en el pleito, le condenan
en lo que le pide el contrario y en lo que no le pide, pues se lo
gasta la defensa, y nadie gana en el pleito sin perder en él todo lo
que gasta en ganarle, y todos pierden y en todo se pierde. Y cuando
falta razón para quitar a uno lo que posee, sobran leyes que, torcidas
o interpretadas, inducen el pleito y le padecen igualmente el que le
busca y el que le huye. Véase qué dos proposiciones nos encaminaba el
agradecimiento del morisco. La tercera fué que dejásemos los alfanjes
por las espadas. En esto, como no había muy considerable inconveniente,
no hallo utilidad considerable para que se haga. Nuestro carácter es
la media luna: ése esgrimimos en los alfanjes. Usar de los trajes
y costumbres de los enemigos, ceremonia es de esclavos y traje de
vencidos, y, por lo menos es premisa de lo uno u de lo otro[484]. Si
hemos de permanecer, arrimémonos al aforismo que dice: _Lo que siempre
se hizo, siempre se haga; lo que nunca se hizo, nunca se haga_; pues,
obedecido, preserva de novedades[485]. Pique el cristiano y corte el
turco, y a este morisco que arrojó aquél, éste le empale. En cuanto al
postrero punto, que toca en el uso de las viñas y del vino, allá se
lo haya la sed con el Alcorán. No es poco lo que en esto se permite
días ha; empero advierto que si universalmente se da licencia al beber
vino y a las tabernas, servirá de que paguemos la agua cara y bebamos
a precio de lagares los pozos por azumbres. Mi parecer es, según lo
propuesto, que este malvado perro aborrece más a quien le acoge que a
quien le expele.

Oyeron todos con gran silencio. El morisco estaba muy trabajoso de
semblante, toda la frente rociada de trasudores de miedo, cuando Halí,
primero visir, que estaba más arrimado a las cortinas del Gran Señor,
después de haber consultado su semblante, dijo:

--Esclavos cristianos: ¿qué decís de lo que habéis oído?

Ellos, viendo la ceguedad de aquella engañada nación, y que amaban la
barbaridad y ponían su conservación en la tiranía y en la ignorancia,
aborreciendo la gloria de las letras y la justicia de las leyes,
hicieron que por todos respondiese un caballero español, de treinta
años de prisión, con tales palabras:

--Nosotros españoles no hemos de aconsejaros cosa que os esté bien,
que sería ser traidores a nuestro Monarca y faltar a nuestra religión;
ni os hemos de engañar, porque no necesitamos de engaños para nuestra
defensa los cristianos: dispuestos estamos a aguardar la muerte en este
silencio inculpable.

El Gran Señor, cogido de la _hora_, y corriendo las cortinas de su
solio, cosa nunca vista, con voces enojadas, dijo:

--Esos cristianos sean libres; válgales por rescate su generosa bondad:
vestidlos y socorreldos para su navegación con grande abundancia de las
haciendas de todos los moriscos, y a ese perro quemaréis vivo, porque
propuso novedades, y se publicará por irremisible la propia pena en
los que le imitaren. Yo elijo ser llamado bárbaro vencedor y renuncio
que me llamen docto vencido: saber vencer ha de ser el saber nuestro,
que pueblo idiota es seguridad del tirano. Y mando a todos los que
habéis estado presentes que os olvidéis de lo que oístes al morisco.
Obedezcan mis órdenes las potencias como los sentidos y acobardad con
mi enojo vuestras memorias.

Dió con esto la _hora_ a todos lo que merecían: a los bárbaros
infieles, obstinación en su ignorancia; a los cristianos, libertad y
premio, y al morisco, castigo.

XXXVI. Dió una tormenta en un puerto de Chile con un navío de
olandeses, que, por su sedición y robos, son propiamente dádiva de
las borrascas y de los furores del viento. Los indios de Chile que
asistían a la guarda de aquel puerto, como gente que en todo aquel
mundo vencido guarda belicosamente su libertad para su condenación en
su idolatría, embistieron con armas a la gente de la nave, entendiendo
eran españoles, cuyo imperio les es sitio y a cuyo dominio perseveran
excepción. El capitán del bajel los sosegó, diciendo eran olandeses y
que venían de parte de aquella República con embajada importante a sus
caciques y principales, y acompañando estas razones con vino generoso,
adobado con las estaciones del norte, y ablandándolos con butiro[486]
y otros regalos, fueron admitidos y agasajados. El indio que gobernaba
a los demás fué a dar cuenta a los magistrados de la nueva gente y de
su pretensión. Juntáronse todos los más principales y mucho pueblo,
bien en orden, con las armas en las manos. Es nación tan atenta a lo
posible y tan sospechosa de lo aparente, que reciben las embajadas con
el propio aparato que a los ejércitos. Entró en la presencia de todos
el capitán del navío, acompañado de otros cuatro soldados, y por un
esclavo intérprete le preguntaron quién era, de dónde venía y a qué y
en nombre de quién. Respondió, no sin recelo de la audiencia belicosa:

--Soy capitán olandés; vengo de Olanda, república en el último
occidente, a ofreceros amistad y comercio. Nosotros vivimos en una
tierra que la miran seca con indignación debajo de sus olas los golfos;
fuimos, pocos años ha, vasallos y patrimonio del grande Monarca de
las Españas y Nuevo Mundo, donde sola vuestra valentía se ve fuera
del cerco de su corona, que compite por todas partes con el que da el
sol a la tierra. Pusímonos en libertad con grandes trabajos, porque
el ánimo severo de Felipe II quiso más un castigo sangriento de dos
señores[487] que tantas provincias y señorío. Armónos de valor la
venganza desta venganza, y con guerras[488] de sesenta años y más,
continuas, hemos sacrificado a estas dos vidas más de dos millones de
hombres, siendo sepulcro universal de Europa las campañas y sitios
de Flandes. Con las vitorias nos hemos hecho soberanos señores de la
mitad de sus Estados[489], y, no contentos con esto, le hemos ganado
en su país muchas plazas fuertes y muchas tierras, y en el oriente
hemos adquirido grande señorío y ganádole en el Brasil a Pernambuco,
la Parayba, y hecho nuestro el tesoro del palo, tabaco y azúcar, y en
todas partes, de vasallos suyos, nos hemos vuelto su inquietud y sus
competidores. Hemos considerado que, no sólo han ganado estas infinitas
provincias los españoles, sino que, en tan pocos años, las han vaciado
de tan inumerables poblaciones y pobládolas de gente forastera, sin
que de los naturales guarden aun los sepulcros memoria, y que sus
grandes emperadores y reyes, caciques y señores, fueron desparecidos
y borrados en tan alto olvido, que casi los esconde con los que nunca
fueron. Vemos que vosotros solos, o sea bien advertidos o mejor
escarmentados, os mantenéis en libertad hereditaria y que en vuestro
coraje se defiende a la esclavitud la generación americana. Y como es
natural amar cada uno a su semejante, y vosotros y mi república sois
tan parecidos en los sucesos, determinó enviarme por tan temerosos
golfos y tan peligrosas distancias a representaros su afecto, buena
amistad y segura correspondencia, ofreciéndoos, como por mí os ofrece,
para vuestra defensa o pretensiones, navíos y artillería, capitanes
y soldados, a quienes alaba y admira la parte del mundo que no los
teme, y para la mercancía, comercio en sus tierras y estados, con
hermandad y alianza perpetua, pidiendo escala franca en vuestro dominio
y correspondencia igual en capitulaciones generales, con cláusula de
amigos de amigos y enemigos de enemigos, y, por más demostración,
en su poder grande os aseguran muchas repúblicas, reyes y príncipes
confederados.

Los de Chile respondieron con agradecimiento, diciendo que para oír
bastaba la atención; mas, para responder, aguardaban las prevenciones
del Consejo[490]; que a otro día se les respondería a aquella hora.

Hízose así, y el olandés, conociendo la naturaleza de los indios,
inclinada a juguetes y curiosidades, por engañarles la voluntad[491],
les presentó barriles de butiro, quesos y frasqueras de vino, espadas,
y sombreros, y espejos, y, últimamente, _un cubo óptico_, que llaman
antojo de larga vista. Encarecióles su uso, y con razón, diciendo que
con él verían las naves que viniesen a diez y doce leguas de distancia
y conocerían por los trajes y banderas si eran de paz o de guerra, y lo
propio en la tierra, añadiendo que con él verían en el cielo estrellas
que jamás se han visto, y que sin él no podrían verse; que advertirían
distintas y claras las manchas que en la cara de la luna se mienten
ojos y boca, y en el cerco del sol una mancha negra, y que obraba estas
maravillas porque con aquellos dos vidrios traía al ojo las cosas que
estaban lejos y apartadas en infinita distancia. Pidiósele el indio que
entre todos tenía mejor lugar. Alargósele el olandés en sus puntos,
dotrinóle la vista para el uso y diósele. El indio le aplicó al ojo
derecho, y, asestándole a unas montañas, dió un grande grito, que
testificó su admiración a los otros, diciendo había visto a distancia
de cuatro leguas ganados, aves y hombres, y las peñas y matas tan
distintamente y tan cerca, que aparecían en el vidrio[492] postrero
incomparablemente crecidas. Estando en esto, los cogió la _hora_, y
zurriándose[493] en su lenguaje, al parecer razonamientos coléricos, el
que tomó el antojo, con él en la mano izquierda, habló al olandés estas
palabras:

--Instrumento que halla mancha en el sol y averigua mentiras en la luna
y descubre lo que el cielo esconde es instrumento revoltoso, es chisme
de vidrio, y no puede ser bienquisto del Cielo. Traer a sí lo que
está lejos, es sospechoso para los que estamos lejos: con él debistes
de vernos en esta gran distancia, y con él hemos visto nosotros la
intención que vosotros retiráis tanto de vuestros ofrecimientos. Con
este artificio espulgáis los elementos y os metéis de mogollón a
reinar: vosotros vivís enjutos debajo del agua y sois tramposos del
mar. No será nuestra tierra tan boba que quiera por amigos los que son
malos para vasallos, ni que fíe su habitación de quien usurpó la suya
a los peces. Fuistes sujetos al Rey de España, y, levantándoos con
su patrimonio, os preciáis de rebeldes, y queréis que nosotros, con
necia confianza, seamos alimento a vuestra traición. Ni es verdad que
nosotros somos vuestra semejanza, porque, conservándonos en la Patria
que nos dió la naturaleza, defendemos lo que es nuestro, conservamos
la libertad, no la robamos[494]. Ofrecéisnos socorro contra el Rey de
España, cuando confesáis le habéis quitado el Brasil, que era suyo.
Si a quien nos quitó las Indias se las quitáis, ¿cuánta mayor razón
será guardarnos de vosotros que dél? Pues advertid que América es una
ramera rica y hermosa, y que, pues fué adúltera a sus esposos, no será
leal a sus rufianes. Los cristianos dicen que el Cielo castigó a las
Indias porque adoraban a los ídolos, y los indios decimos que el Cielo
ha de castigar a los cristianos porque adoran a las Indias. Pensáis que
lleváis oro y plata y lleváis invidia de buen color y miseria preciosa.
Quitáisnos para tener que os quiten: por lo que sois nuestros enemigos,
sois enemigos unos de otros. Salid con término de dos horas deste
puerto, y si habéis menester algo, decildo, y si nos queréis granjear,
pues sois invencioneros, inventad instrumento que nos aparte muy lejos
lo que tenemos cerca y delante de los ojos, que os damos palabra que
con éste, que trae a los ojos lo que está lejos, no miraremos jamás
a vuestra tierra ni a España. Y llevaos esta espía de vidrio, soplón
del firmamento, que, pues con los ojos en vosotros vemos más de lo
que quisiéramos, no le habemos menester. Y agradézcale el sol que con
él le hallastes la mancha negra, que si no, por el color intentárades
acuñarle y de planeta hacerle doblón[495].

XXXVII. Los negros se juntaron para tratar de su libertad, cosa
que tantas veces han solicitado con veras. Convocáronse en
numeroso concurso. Uno de los más principales, que entre los demás
interlocutores bayetas era negro limiste[496], y había propuesto esta
pretensión en la Corte romana, dijo:

--Para nuestra esclavitud no hay otra causa sino la color, y la
color es accidente, y no delito. Cierto es que no dan los que nos
cautivan otra color a su tiranía sino nuestro color, siendo efecto
de la asistencia de la mayor hermosura, que es el sol. Menos son
causa de esclavitud cabezas de borlilla y pelo en burujones, narices
despachurradas y hocicos góticos. Muchos blancos pudieran ser esclavos
por estas tres cosas, y fuera más justo que lo fueran en todas
partes los naricísimos, que traen las caras con proas y se suenan
un peje espada, que nosotros, que traemos los catarros a gatas y
somos contrasayones. ¿Por qué no consideran los blancos que si uno
de nosotros es borrón entre ellos, uno dellos será mancha entre
nosotros? Si hicieran esclavos a los mulatos, aún tuvieran disculpa,
que es canalla sin rey, hombres crepúsculos entre anochece y no
anochece, la estraza de los blancos y los borradores de los trigueños
y el casi casi de los negros y el tris de la tizne. De nuestra tinta
han florecido en todas las edades varones admirables en armas y
letras, virtud y santidad. No necesita su noticia de que yo refiera
su catálogo. Ni se puede negar la ventaja que hacemos a los blancos
en no contradecir a la naturaleza la librea que dió a los pellejos
de las personas. Entre ellos, las mujeres, siendo negras o morenas,
se blanquean con guisados de albayalde, y las que son blancas, sin
hartarse de blancura, se nievan de solimán. Nuestras mujeres solas,
contentas con su tez anochecida, saben ser hermosas a escuras, y en sus
tinieblas, con la blancura de los dientes, esforzada en lo tenebroso,
imitan, centelleando con la risa, las galas de la noche. Nosotros
no desmentimos las verdades del tiempo, ni con embustes asquerosos
somos reprehensión de la pintura de los nueve meses. ¿Por qué, pues,
padecemos desprecio y miserable castigo? Esto deseo que consideréis,
mirando cuál medio seguirá nuestra razón para nuestra libertad y
sosiego.

Cogiólos la _hora_, y levantándose un negro, en quien la tropelía de la
vejez mostraba con las canas, contra el común axioma, que sobre negro
no hay tintura[497], dijo:

--Despáchense luego embajadores a todos los reinos de Europa, los
cuales propongan dos cosas: la primera, que si la color es causa de
esclavitud, que se acuerden de los bermejos, a intercesión de Judas, y
se olviden de los negros, a intercesión[498] de uno de los tres Reyes
que vinieron a Belén, y que, pues el refrán manda que de aquel color
no haya gato ni perro, más razón será que no haya hombre ni mujer, y
ofrezcan de nuestra parte arbitrios para que en muy poco tiempo los
bermejos, con todos sus arrabales, se consuman. La segunda, que tomen
casta de nosotros, y, aguando sus bodas en nuestro tinto, hagan casta
aloque y empiecen a gastar gente prieta, escarmentados de blanquecinos
y cenicientos, pues el ampo de los flamencos y alemanes tiene revuelto
y perdido el mundo, coloradas con sangre las campañas y hirviendo en
traiciones y herejías tantas naciones, y, en particular, acordarán
lo boquirubio de los franceses, y vayan advertidos los nuestros, si
los estornudaren, de consolarse con el tabaco y responder: “Dios nos
ayude”, gastando en sí propios la plegaria.

XXXVIII. El serenísimo Rey de Inglaterra, cuya isla es el mejor lunar
que el Océano tiene en la cara, juntando el Parlamento en su palacio de
Londres, dijo:

--Yo me hallo Rey de unos Estados que abraza sonoro el mar, que
aprisionan y fortifican las borrascas; señor de unos reinos,
públicamente, de la religión reformada; secretamente, católicos. Ingerí
en rey lo sumo pontífice, soy corona, bonete y dos cabezas: seglar y
eclesiástica[499]. Sospecho, aunque no la veo, la división espiritual
de mis vasallos; temo que gastan mucha Roma sus corazones[500], y
que aquella ciudad, con las llaves de San Pedro, se pasea por los
retiramientos de Londres. Esto, para mí, es tanto más peligroso
cuanto más oculto. Veo con ojos enconados crecer en muy poderosa
república la rebelión de los olandeses. Conozco que mi invidia y la
de mis ascendientes contra la grandeza de España, de menudo marisco
los abultó en estatura[501], como dice Juvenal, mayor que la ballena
británica[502]. Véolos introducidos en cáncer de las dos Indias,
y padezco los piojos que me comen porque los crié. Sé que de sus
dominios hurtados tienen flotas los más años, y algunos las flotas
enteras o buena parte de las que trae el Rey Católico, y que les es
copioso tesoro esta rebatiña. En la tierra son, por el ejercicio
de tantos años, soldados con crédito de inumerables vitorias, a
quienes hace la experiencia en el obedecer doctos y suficientes para
mandar. Por el mar los cuento inumerables en bajeles, inimitables en
fortuna, incontrastables en consejo, superiores en reputación militar.
Por otra parte, veo al Rey de Francia, mi vecino, a quien por las
pretensiones antiguas aborrezco, aspirar al imperio de Alemania y al
de Roma; introducido en Italia, y en ella, con puestos y ejércitos
y séquito de algunos de los potentados, y acariciado, al parecer,
de los buenos semblantes del Pontífice. Es mancebo nacido a las
armas y crecido en ellas, que, en edad que pudieron serle juguetes,
le fueron triunfos[503]. Consideróle con unido vasallaje por haber
demolido todas las fortificaciones, hasta las inexpugnables, de los
hugonotes, luteranos y calvinistas, y dejado el dominio y potestad
en solos católicos. No por esto le juzgo buen católico: antes le
presumo astuto político, y en su interior me persuado es conmodista,
y que tiene sus conveniencias por evangelios, y que cree en lo que
desea[504] y no en lo que adora: religión que tienen muchos debajo
del nombre de otra religión. Esto disimula, porque como su intento
es tomar a Milán y a Nápoles, mañosamente ha asistido en su reino a
los católicos, por ser sin comparación la mayor parte; débenlo al
número, no a la dotrina. Acompáñase del celo católico, por ser este
título disposición para distilar en Italia poco a poco su codicia
de dominios, y deben su crecimiento tanto a su hipocresía como a su
valor. En Alemania, llamando a los suecos y amotinando al de Sajonia
y al de Brandenburg y al Lanzgrave, ha jurado _in verba Luteri_. Para
ocupar sus Estados[505] al Duque de Lorena, se aplicó a la conciencia
de Calvino. Con esto es el Jano de la religión, que con una cara mira
al turco, y con otra al Papa, sirviéndole de calzador de púrpura para
calzarse aquella Corte el Cardenal de Richeleu[506]. Viendo esto, me
crece arrugada en gran volumen la nariz, considerando que para sus
intentos no ha hecho caso de mi poder y afinidad y se ha abrigado con
la buena dicha de los olandeses, despreciando a Ingalaterra, como si
tuviera en su mano otra doncella milagrosa Juana de Arc, a quien la
mala tradución llamó _poncella_. Todas estas acciones son a mi paladar
de tan mal sabor y de tan desabrida dentera, que me amarga el aire que
respiro, y con el suceso de la isla de Res tengo la memoria con ascos.
No halla la confederación con quien juntar mis filos para ser tijera
que cercene al uno y al otro, si no es con el Rey de España. Inmenso
Monarca es y sumamente poderoso y rico, señor de las más belicosas
naciones del mundo, príncipe en edad floreciente. Advierto, empero,
que la restitución del Palatinado me tiene empeñada la sangre y la
reputación, y ésta no la debo esperar de los católicos, y por eso la
puedo dudar de los españoles y de los imperiales, por la diferencia de
religiones y el grande hastío que muestran los protestantes de más casa
de Austria. Y por mí sospecho que el Rey de España no habrá olvidado
mi ida a su Corte, pues no olvido yo mi vuelta a la mía, de que es
recuerdo la entrada de mis bajeles en Cádiz. Yo querría volver a cerrar
en sus orillas al Rey Cristianísimo, que con grande avenida ha salido
de madre y esplayádose por toda Europa, y, juntamente, reducir a su
principio a los olandeses. Quiero me aconsejéis el mejor y más eficaz
medio, advirtiendo estoy determinado, no sólo a salir en persona, sino
codicioso de salir, porque creo que el Príncipe que teniendo guerra
forzosa no acompaña su gente condena a soldados a sus vasallos, en
vez de hacerlos soldados, y, conducidos por este castigo, más padecen
que hacen, y los obliga a que igualmente esperen su libertad y su
venganza del ser vencidos que del ser vencedores. De llevar ejércitos a
enviarlos[507] va la diferencia que de veras a burlas: juicio es de los
sucesos. Respondedme a la necesidad común, sin hablar con mi descanso.
Ni oiga yo en vuestro sentir fines particulares: informadme los oídos,
no me los embaracéis.

Todos quedaron suspensos en silencio reverente y cuidadoso,
confiriendo en secreto la resolución, cuando el gran Presidente, con
estas palabras, dió principio a la respuesta:

--Vuestra Majestad, serenísimo señor, ha sabido preguntar de manera
que nos ha enseñado a saberle responder: arte de tanto precio en los
reyes, que es artífice de todo buen conocimiento y desengaño. Señor:
la verdad es una y sola y clara; pocas palabras la pronuncian, muchas
la confunden; ella rompe poco silencio y la mentira deja poco por
romper. Todo lo que habéis considerado en el Rey de Francia y en los
olandeses es desvelo de la real providencia. El peligro inminente pide
resolución varonil y veloz. El Rey de España es hoy, para vuestros
desinios, vuestra sola confederación, y sumamente eficaz si vos en
persona asistís con él a la mortificación destos dos malos vecinos. Y
advertid que mandar y hacer son tan diferentes como obras y palabras.
Confieso que vuestra sucesión es muy infante para dejada; empero es
menor inconveniente dejarla tierna que, siendo padre, acompañarla niño.

No bien hubo pronunciado estas últimas palabras, cuando, levantándose
sobre su báculo un senador, marañado todo el seno con las canas de su
barba, la cabeza en el pecho y la corcova en que le habían los años
doblado la espalda en lugar de la cabeza, dijo:

--Mal puede disculparse de temerario el consejo de que su majestad
salga en persona, cuando sus reinos están minados de católicos
encubiertos, cuyo número es grande, a lo que se sabe; infinito, a lo
que se sospecha, y verdaderamente formidable por el desprecio en que
tienen la vida y el precio que se aseguran en la muerte. Los tormentos
se han cansado en sus cuerpos, no sus cuerpos en los tormentos; entre
ellos, por su religión, los despedazados persuaden, no escarmientan.
Esto saben las horcas, los cuchillos y las llamas, que buscaron
ansiosos y padecieron constantes. Pues si en tierra por todas partes
prisionera del mar, y en presencia de sus reyes, tantas veces han
conspirado para restituirse[508], ¿qué harán si sale y los desembaraza
su persona[509]? Vasallo tiene vuesa majestad de quien poder fiar
cualquiera empresa: enviad con pie de ejército de nuestra religión los
más importantes de los que se entiende son católicos, que con esto irá
su intención sujeta y vuestros reinos con menos enemigos dentro. No
aventuréis vuestra persona, en que se aventura todo y en que todo se
restaura, que yo del parecer del Presidente colijo que maquina como
católico, no que responde como ministro.

Alborotáronse, y en esta disensión los cogió la fuerza de la _hora_, y
demudándose de color el Rey, dijo:

--Vosotros dos, en lugar de aconsejarme, me habéis desesperado. El uno
dice que si no salgo me quitarán el reino los enemigos; el otro, que
si salgo, me le quitarán los vasallos; de suerte que tú quieres que
tema más a mis súbditos que a los contrarios. Sumamente es miserable
el estado en que me hallo: lo que resta es que cada uno de vosotros,
con término de un día natural, me diga quién y qué cosas me tienen
reducido a esta desventura, nombrando las personas y las causas, sin
perdonaros unos a otros, o yo sospecharé sobre todos; porque la culpa
no sale de los que me aconsejáis, que yo estoy resuelto de atender a
la dirección de mis conveniencias dentro y fuera de mis reinos. Sale
el Rey de Francia sin sucesión y sin esperanzas de ella que puedan
entristecer a su hermano, y deja un reino por tantas causas dividido, y
en parcialidades toda la nobleza, manchada con la sangre de Memoranci;
los herejes, sujetos, mas no desenojados; los pueblos, despojados de
tributos, y todo el reino en opresión de las demasías de un privado,
y yo, que tengo sucesión y menores y menos sensibles inconvenientes,
¿estaré arrullando mis hijos y atendiendo a sus dijes y juguetes?
Porque me he dejado en el ocio y porque no he salido, me son Francia
y Olanda formidables: si no salgo, me serán ruina; si me quedo por
temor de mis vasallos, yo los aliento[510] a mi desprecio. Si mis
enemigos se aseguran de que no puedo salir, no podré asegurarme de mis
enemigos, y, por lo menos, si salgo y me pierdo, lograré la honra de
la defensa y excusaré la infamia de la vileza. El Rey que no asiste
a su defensa disculpa a los que no le asisten; contra razón castiga
a quien le imita, y contra lo que fué maestro no puede ser juez, ni
castigar lo que de su persona aprenden los que para desamparar su
defensa le obedecen maestro. Idos luego todos y consultad con vuestras
obligaciones mi real servicio, anteponiéndole a vuestras vidas y a mi
descanso; que os aseguro hacer a vuestra verdad, cuanto más rigurosa,
mejor recibimiento. Y no me embaracéis con el achaque de llevar toda la
nobleza conmigo, pues los acontecimientos afirman que nadie la juntó en
la guerra que no la perdiese y se perdiese: los anillos que se midieron
por hanegas en Cannas, lo testifican con lágrimas[511] en Roma; el
bosque de Pavía, hecho sepulcro de toda la nobleza de Francia y de
la libertad de su Rey; la Armada española con que el Duque de Medina
Sidonia, viniendo a invadir estos reinos, dejando en estos mares tan
miserables despojos; el rey don Sebastián, que en África se perdió y
sus reinos con su nobleza toda. Los nobles juntos inducen confusión
y ocasionan ruina; porque, no sabiendo mandar, no quieren obedecer y
estragan en presunciones desvanecidas la disciplina militar. Llevaré
pocos, experimentados; los demás quedarán para freno de los hervores
populares y triaca de los noveleros. Gente que piensa que me engaña
en darme su vida por un real cada día es el aparato que me importa,
no aquélla que, agotándome, para que vaya, mi tesoro, pone demanda a
mi patrimonio porque fué. Bueno fuera que toda la nobleza estuviera
ejercitada, mas no seguro. Los particulares no han de dar las armas a
los locos, ni los reyes a los nobles. Llevad esto entendido, y ahorra
distraimientos vuestro discurso, y mi determinación, tiempo.

XXXIX. En Salónique[512], ciudad de Levante, que, escondida en el
último seno del golfo a que da nombre, yace en el dominio del Emperador
de Constantinopla, hoy llamada Estambol[513], convocados en aquella
sinagoga los judíos de toda Europa por Rabbi[514] Saadías, y Rabbi
Isaac Abarbaniel[515], y Rabbi Salomón, y Rabbi Nissin[516], se
juntaron: por la sinagoga de Venecia, Rabbi Samuel y Rabbi Maimón; por
la de Raguza, Rabbi Aben Ezra[517]; por la de Constantinopla, Rabbi
Jacob; por la de Roma, Rabbi Chamaniel[518]; por la de Ligorna[519],
Rabbi Gersomi; por la de Ruán, Rabbi Gabirol[520]; por la de Orán,
Rabbi Asepha[521]; por la de Praga, Rabbi Mosche; por la de Viena,
Rabbi Berchai; por la de Amsterdán, Rabbi Meir Armahah[522]; por
los hebreos disimulados, y que negocian[523] de rebozo con traje y
lengua de cristianos, Rabbi David Bar Nachman[524], y, con ellos,
los _Monopantos_[525], gente en república, habitadora de unas islas
que entre el mar Negro y la Moscovia, confines de la Tartaria, se
defienden sagaces de tan feroces vecindades, más con el ingenio que
con las armas y fortificaciones. Son hombres de cuadruplicada malicia,
de perfecta hipocresía, de extremada disimulación, de tan equívoca
apariencia, que todas las leyes y naciones los tienen por suyos. La
negociación les multiplica caras y los manda los semblantes[526], y el
interés los remuda las almas. Gobiérnalos un príncipe a quien llaman
Pragas Chincollos[527]. Vinieron por su mandado a este sanedrín[528]
seis, los más doctos en carcomas y polillas del mundo: el uno se
llama Philárgyros[529], y el otro, Chrysóstheos[530]; el tercero,
Danipe[531]; el cuarto, Arpiotrotono[532]; el quinto, Pacas Mazo[533];
el sexto, Alkemiastos[534][535]. Sentáronse por sus dignidades,
respectivamente, a la preeminencia de las sinagogas, dando el primer
banco por huéspedes a los _Monopantos_[536]. Poseyólos[537] atento
silencio, cuando Rabbi Saadías, después de haber orado el psalmo _In
Exitu Israel_, dijo tales palabras:

--“Nosotros, primero linaje del mundo, que hoy somos desperdicio de
las edades y multitud derramada que yace en esclavitud y vituperio
congojoso, viendo arder en discordias el mundo, nos hemos juntado a
prevenir advertencia desvelada en los presentes tumultos, para mejorar
en la ruina de todos nuestro partido. Confieso que el captiverio, y
las plagas, y la obstinación en nosotros son hereditarias; la duda y
la sospecha, patrimonio de nuestros entendimientos, que siempre fuimos
malcontentos de Dios, estimando más al que hacíamos[538] que al que
nos hizo. Desde el primer principio nos cansó su gobierno, y seguimos
contra su ley la interpretación del demonio. Cuando su omnipotencia nos
gobernaba, fuimos rebeldes; cuando nos dió gobernadores, inobedientes.
Fuénos molesto Samuel, que, en su nombre, nos regía, y juntos en
comunidad ingrata, siendo nuestro Rey Dios, pedimos a Dios otro Rey.
Diónos a Saúl con derecho de tirano, declarando haría esclavos nuestros
hijos, nos quitaría las haciendas para dar a sus validos, y agravó
este castigo con decir no nos le quitaría aunque se lo pidiésemos.
Él dijo a Samuel que a él le despreciábamos, no a Samuel ni a sus
hijos. En cumplimiento desto, nos dura aquel Saúl siempre, y en todas
partes, y con diferentes nombres. Desde entonces, en todos los reinos y
repúblicas nos oprime en vil y miserable captividad, y para nosotros,
que dejamos a Dios por Saúl, permite Dios que sea un Saúl cada rey.
Quedó nuestra nación para con todos los hombres introducida en culpa,
que unos la echan a otros, todos la tienen y todos se afrentan de
tenella. No estamos en parte alguna sin que primero nos echasen de
otra; en ninguna residimos que no deseen arrojarnos, y todas temen que
seamos impelidos a ellas.

“Hemos reconocido que no tienen comercio nuestras obras y nuestras
palabras y que nuestra boca y nuestro corazón nunca se aunaron en
adorar un propio Dios. Aquélla siempre aclamó al Cielo[539], éste
siempre fué idólatra del oro y de la usura. Acaudillados de Moisén
cuando subió por la Ley al monte, hicimos demonstración de que la
religión de nuestras almas era el oro y cualquier animal que dél se
fabricase: allí adoramos nuestras joyas en el becerro y juró nuestra
codicia, por su deidad, la semejanza de la niñez de las vacadas.
No admitimos a Dios en otra moneda, y en ésta admitimos cualquiera
sabandija por dios. Bien conocía la enfermedad de nuestra sed quien
nos hizo beber el ídolo en polvos. Grande y ensangrentado castigo se
siguió a este delito; empero, degollando a muchos millares, escarmentó
a pocos, pues, haciendo después Dios con nosotros cuanto le pedimos,
nada hizo de que luego no nos enfadásemos. Extendió las nubes en
toldo, para que en el desierto nos escondiese a los incendios del día.
Esforzó con la coluna de fuego los descaecimientos de las estrellas y
la luna, para que, socorridas de su movimiento relumbrante, venciesen
las tinieblas a la noche, contrahaciendo el sol en su ausencia. Mandó
al viento que granizase nuestras cosechas, y dispuso en moliendas
maravillosas las regiones del aire, derramando guisados en el maná
nuestros mantenimientos, con todas las sazones que el apetito desea.
Hizo que las codornices, descendiendo en lluvia, fuesen cazadores
y caza todo junto, para nuestro regalo. Desató en fuga líquida la
inmobilidad de las peñas, y que las fuentes naciesen aborto de los
cerros, para lisonjear nuestra sed. Enjugó en senda tratable a nuestros
pies los profundos del mar[540], y colgó perpendiculares los golfos,
arrollando sus llanuras en murallas líquidas, detiniendo en edificio
seguro las olas y las borrascas, que a nuestros padres fueron vereda
y a Faraón sepulcro y tumba de su carro y ejército. Hizo su palabra
levas de sabandijas, alistando por nosotros, en su milicia, ranas,
mosquitos y langostas. No hay cosa tan débil de que Dios no componga
huestes invencibles contra los tiranos. Debeló con tan pequeños
soldados los escuadrones enemigos, formidables y relucientes en las
defensas del hierro, soberbios en los blasones de sus escudos, pomposos
en las ruedas de sus penachos. A tan milagrosos beneficios, que nuestro
rey y profeta David cantó en el psalmo, según la división nuestra,
105, que empieza _Hodu la-Adonäi_[541], respondió nuestra dureza e
ingratitud con hastío y fastidio en el sustento, con olvido en el paseo
abierto sobre las ondas del mar. Pocas veces quien recibe lo que no
merece, agradece lo que recibe. Muchas veces castiga Dios con lo que da
y premia con lo que niega. Tales antepasados son genealogía delincuente
de nuestra contumacia.

“Comúnmente nos tienen por los porfiados de la esperanza sin fin,
siendo en la censura de la verdad la gente más desesperada de la
vida. Nada aborrecemos, y hemos aborrecido tanto los judíos como la
esperanza. Nosotros somos el extremo de la incredulidad, y _esperanza_
y _incredulidad_ no son compatibles[542]: ni esperamos ni hay qué
esperar de nosotros. Porque Moisén se detuvo un poco en el monte no
quisimos esperarle, y pedimos dios a Aarón. La razón que dan de que
somos tercos en esperanza perdurable es que aguardamos tantos siglos ha
al Mesías; empero nosotros ni le recibimos en Cristo ni le aguardamos
en otro. El decir siempre que ha de venir no es porque le deseamos ni
le creemos: es por disimular con estas largas que somos aquel ignorante
que empieza el psalmo 13, diciendo en su corazón: 'No hay Dios[543]'.
Lo mismo dice quien niega al que ya vino y aguarda al que no ha de
venir. Este lenguaje gasta nuestro corazón, y, bien considerado, es
el _Quare_, del psalmo 2, _fremuerunt gentes, et populi meditati sunt
innania... adversùs Dominum, et adversùs Christum ejus_? De manera
que nosotros decimos que esperamos siempre por disimular que siempre
desesperamos.

“De la ley de Moisén sólo guardamos el nombre, sobrescribiendo con
él y con ella las excepciones que los talmudistas han soñado para
desmentir las Escrituras, deslumbrar las profecías, y falsificar los
preceptos, y habilitar las conciencias a la fábrica de la materia de
estado, dotrinando para la vida civil nuestro ateísmo en una política
sediciosa, prohijándonos de hijos de Israel a hijos[544] del siglo.
Cuando tuvimos ley no la guardábamos; hoy, que la guardamos, no es ley
sino en la breve pronunciación de las tres letras.

“Ha sido necesario decir lo que fuimos para disculpar lo que somos
y encaminar lo que pretendemos ser, creciéndonos en estos delirios
rabiosos, en que parece está frenético todo el orbe de la tierra,
cuando no solamente los herejes toman contra los católicos las armas
enemigas, sino los católicos, unos mueven contra otros los escuadrones
parientes. Los protestantes de Alemania ha muchos años[545] que
pretenden que el Emperador sea hereje. A esto los fomenta el Rey
Cristianísimo, haciendo como que no lo es y desentendiéndose de Calvino
y Lutero. Opónese a todos el Rey Católico, para mantener en la Casa
de Austria la suprema dignidad de las águilas de Roma. Los olandeses,
animados con haber sido traidores dichosos, aspiran a que su traición
sea monarquía, y de vasallos rebeldes del gran Rey de España, osan
serle competidores. Robáronle lo que tenía en ellos y prosiguen en
usurparle lo que tan lejos dellos tiene, como son el Brasil y las
Indias, destinando sus conquistas sobre sus coronas[546]. No hemos sido
para todos estos robos la postrera disposición nosotros, por medio
de los cristianos postizos, que, con lenguaje portugués, le habemos
aplicado para minas, con título de vasallos. Los potentados de Italia
(si no todos, los más) han hospedado en sus dominios franceses, dando
a entender han descifrado en este sentir los semblantes[547] del Summo
Pontífice, y la tolerancia muda han leído por _motu proprio_. El Rey
de Francia ha usado contra el Monarca de los españoles estratagema
nunca oída, disparándole por batería todo su linaje, con achaque de
malcontentos y huidos, para que, en sueldos[548] y socorros y gastos
consumiese las consignaciones de sus ejércitos. ¿Cuándo se vió un Rey
contra otro hacer munición de dientes y muelas de su madre y de su
hermano, próximo heredero, para que se le comiesen a bocados? Ardid es
mendicante, mas pernicioso. Militar con el mogollón[549], más tiene
de lo ridículo que de lo serio. Nosotros tenemos sinagogas en los
Estados de todos estos príncipes, donde somos el principal elemento
de la composición desta cizaña. En Ruán somos la bolsa de Francia
contra España, y juntamente de España contra Francia, y en España[550],
con traje que sirve de máscara a la circuncisión[551], socorremos a
aquel Monarca con el caudal que tenemos en Amsterdán en poder de sus
propios enemigos, a quienes importa más el mandar que le difiramos las
letras que a los españoles cobrarlas. ¡Extravagante tropelía servir y
arruinar con un propio dinero a amigos y a enemigos y hacer que cobre
los frutos de su intención el que los paga del que los cobra[552]! Lo
mismo hacemos con Alemania, Italia y Constantinopla, y todo este enredo
ciego y belicoso causamos con haber tejido el socorro de cada uno en
el arbitrio de su mayor contrario; porque nosotros socorremos como el
que da con interés dineros al que juega y pierde, para que pierda más.
No niego que los _Monopantos_ son gariteros de la tabaola de Europa,
que dan cartas y tantos, y entre lo que sacan de las barajas que meten
y de luces, se quedan con todo el oro y la plata, no dejando a los
jugadores sino voces y ruido, y perdición, y ansia de desquitarse a
que los inducen, porque su garito, que es fin[553] de todos, no tenga
fin. En esto son perfecto remedo de nuestros anzuelos. Es verdad que
para la introducción nos llevan grande ventaja en ser los judíos del
Testamento Nuevo, como nosotros del Viejo, pues así como nosotros no
creímos que Jesús era el Mesías que había venido, ellos, creyendo que
Jesús era el Mesías que vino, le dejan pasar por sus conciencias: de
manera que parece que jamás llegó para ellos[554] ni por ellas. Los
_Monopantos_ le creen (como de nosotros dice que le esperamos un grave
autor: _Auream et gemmatam Hierusalem espectabant_) en Hierusalén[555]
de oro y joyas. Ellos y nosotros, de diferentes principios y con
diversos medios, vamos a un mesmo fin, que es a destruir, los unos, la
cristiandad que no quisimos; los otros, la que ya no quieren, y por
esto nos hemos juntado a confederar malicia y engaños.

“Ha considerado esta sinagoga que el oro y la plata son los verdaderos
hijos de la tierra que hacen guerra al Cielo, no con cien manos solas,
sino con tantas como los cavan, los funden, los acuñan, los juntan,
los cuentan, los reciben y los hurtan. Son dos demonios subterráneos,
empero bienquistos de todos los vivientes; dos metales, que cuanto
tienen más de cuerpo, tienen más de espíritu. No hay condición que les
sea desdeñosa, y si alguna ley los condena, los legistas e intérpretes
della los absuelven. Quien se desprecia de cavarlos se precia de
adquirirlos; quien de grave no los pide al que los tiene, de cortesano
los recibe de quien los da, y el que tiene por trabajo el ganarlos,
tiene el robarlos por habilidad, y hay en la retórica de juntarlos un
_no los quiero_[556], que obra _dénmelos_, y _nada recibo de nadie_,
que es verdad, porque no es mentira _todo lo tomo_. Y como mentiría el
mar si dijese que no mata su sed con tragarse los arroyuelos y fuentes,
pues bebiéndose todos los ríos que se los beben, en ellos se sorbe
fuentes y arroyos, de la misma manera mienten los poderosos que dicen
no reciben de los mendigos y pobres, cuando se engullen a los ricos,
que devoran a los pobres y mendigos. Esto supuesto, conviene encaminar
la batería de nuestros intereses a los reyes y repúblicas y ministros,
en cuyos vientres son todos los demás repleción que, conmovida por
nosotros, o será letargo o apoplejía en las cabezas. En el método de
disponerlo sea el primer voto el de los señores _Monopantones_”.

Los cuales, habiéndose conficionado los unos con los chismes de
los otros, determinaron que Pacas Mazo[557], como más abundante de
lengua[558] y más caudaloso de palabras, hablase por todos, lo que hizo
con tales razones:

--Los bienes del mundo son de los solícitos; su fortuna, de los
disimulados y violentos. Los señoríos y los reinos, antes se arrebatan
y usurpan que se heredan y merecen. Quien en las medras temporales es
el peor de los malos, es el benemérito sin competidor, y crece hasta
que se deja exceder en la maldad, porque en las ambiciones, lo justo
y lo honesto hacen delincuentes a los tiranos. Éstos, en empezando
a moderarse, se deponen; si quieren durar en ser tiranos, no han
de consentir que salgan fuera las señas de que lo son. El fuego que
quema la casa, con el humo que arroja fuera, llama a que le maten con
agua. Deste discurso cada uno tome lo que le pareciere a propósito. La
moneda es la Circe, que todo lo que se le llega u de ella se enamora,
lo muda en varias formas: nosotros somos el _verbi gratia_. El dinero
es un dios de rebozo[559], que en ninguna parte tiene altar público y
en todas tiene adoración secreta; no tiene templo particular, porque
se introduce en los templos. Es la riqueza una seta universal en que
convienen los más espíritus del mundo, y la codicia, un heresiarca
bienquisto de[560] los discursos políticos y el conciliador de todas
las diferencias de opiniones y humores. Viendo, pues, nosotros que
es el mágico y el nigromante[561] que más prodigios obra, hémosle
jurado por norte de nuestros caminos y por calamita[562] de nuestro
norte[563], para no desvariar en los rumbos. Esto ejecutamos con tal
arte, que le dejamos para tenerle y le despreciamos para juntarle:
lo que aprendimos de la hipocresía de la bomba, que con lo vacío se
llena, y con lo que no tiene atrae lo que tienen otros, y sin trabajo
sorbe y agota lo lleno con su vacío. Somos remedos de la pólvora, que,
menuda, negra, junta y apretada, toma fuerza inmensa y velocidad de la
estrechura. Primero hacemos el daño que se oiga el ruido, y como para
apuntar[564] cerramos un ojo y abrimos otro, lo conquistamos todo en un
abrir y cerrar de ojos. Nuestras casas son cañones de arcabuz, que se
disparan por las llaves y se cargan por las bocas. Siendo, pues, tales,
tenemos costumbres y semblantes que convienen con todos, y por esto no
parecemos forasteros en alguna seta o nación. Nuestro pelo le admite
el turco por turbante, el cristiano por sombrero, y el moro por bonete
y vosotros por tocado. No tenemos ni admitimos nombre de reino ni de
república, ni otro que el de _Monopantos_: dejamos los apellidos a las
repúblicas y a los reyes, y tomámosles el poder limpio de la vanidad
de aquellas palabras magníficas; encaminamos nuestra pretensión a que
ellos sean señores del mundo y nosotros de ellos. Para fin tan lleno
de majestad no hemos hallado con quien hacer confederación igual, a
pérdida y ganancia, sino con vosotros, que hoy sois los tramposos de
toda Europa. Y solamente os falta nuestra calificación para acabar de
corromperlo todo, la cual os ofrecemos plenaria, en contagio y peste,
por medio de una máquina infernal que contra los cristianos hemos
fabricado los que estamos presentes. Ésta es que, considerando que la
triaca se fabrica sobre el veloz veneno de la víbora (por ser el humor
que más aprisa y derecho va al corazón, a cuya causa, cargándola[565]
de muchos simples de eficacísima virtud, los lleva al corazón para que
le defiendan de la ponzoña, que es lo que se pretende por la medicina),
así nosotros hemos inventado una contratriaca para encaminar al corazón
los venenos, cargando sobre las virtudes y sacrificios, que se van
derechos al corazón y al alma, los vicios y abominaciones y errores,
que, como vehículos, introducen[566] en ella. Si os determináis a esta
alianza, os daremos la receta con peso y número de ingredientes, y
boticarios doctos en esta confación, en que Danipe y Alkemiastos[567] y
yo hemos sudado, y no debe nuestro sudor nada a los trociscos[568] de
la víbora. Dejaos gobernar por nuestro Pragas[569], que no dejaréis de
ser judíos y sabréis juntamente ser _Monopantos_.

A raíz destas palabras los cogió la _hora_, y levantándose Rabbi
Maimón, uno de los dos que vinieron por la sinagoga de Venecia, se
llegó al oído de Rabbi Saadías, y rempujando con la mano estado y medio
de pico de nariz, para podérsele llegar a la oreja, le dijo:

--Rabbi, la palabrita _dejaos gobernar_, a roña sabe; conviene abrir el
ojo con éstos, que me semejan Faraones caseros y mogigatos.

Saadías le respondió:

--Ahora acabo de reconocerlos[570] por maná de dotrinas, que saben a
todo lo que cada uno quiere: no hay sino callar, y, como a ratones de
las repúblicas, darles qué coman en la trampa.

Chrysóstheos[571], que vió el coloquio entre dientes, dijo a
Philárgyros y a Danipe[572]:

--Yo atisbo la sospecha destos perversos judíos: todo _Monopanto_ se
dé un baño de becerro enjoyado, que ellos caerán de rodillas.

Recociéronse en lazos y embelecos unos contra otros, y para deslumbrar
a los _Monopantos_[573], Rabbi Saadías dijo:

--Nosotros os juzgamos exploradores de la tierra de promisión y la
seguridad de nuestros intentos; para que nos amásemos en un compuesto
rabioso, será bien se confiera[574] el modo y las capitulaciones y se
concluyan y firmen en la primera junta, que señalamos de hoy en tres
días.

Pacas Mazo[575], compuniendo su rapiña en palomita[576], dijo que el
término era bastante y la resolución providente, empero que convenía
que el secreto fuese ciego y mudo. Y sacando un libro encuadernado en
pellejo de oveja, cogida con torzales de oro en varios labores la lana,
se le dió a Saadías, diciendo:

--Esta prenda os damos por rehenes[577].

Tomóle, y preguntó:

--_¿Cúyas son estas obras?_

Respondió Pacas Mazo[578]:

--_De nuestras palabras._ El autor es Nicolás Machiavelo, que escribió
el canto llano de nuestro contrapunto.

Mirándole con grande atención los judíos, y particularmente la
encuadernación en pellejo de oveja, Rabbi Asepha[579], que asistía por
Orán, dijo:

--Esta lana es de la que dicen los españoles que vuelve trasquilado
quien viene por ella.

Con esto se apartaron, tratando unos y otros entre sí de juntarse,
como pedernal y eslabón, a combatirse y aporrearse y hacerse pedazos
hasta echar chispas contra todo el mundo, para fundar la nueva seta del
dinerismo, mudando el nombre de _ateístas_ en _dineranos_[580].

XL. Los pueblos y súbditos a señores, príncipes, repúblicas y reyes
y monarcas se juntaron en Lieja, país neutral, a tratar de sus
conveniencias y a remediar y a descansar sus quejas y malicias y
desahogar su sentir, opreso en el temor de la soberanía. Había gente
de todas naciones, estados y calidades. Era tan grande el número,
que parecía ejército y no junta, por lo cual eligieron por sitio la
campaña abierta. Por una parte, admiraba la maravillosa diferencia
de trajes y de aspectos; por otra, confundía los oídos y burlaba la
atención la diferencia de lenguas. Parecía romperse el campo con
las voces: resonaba a la manera que cuando el sol cuece las mieses,
se oye importuno rechinar con la infatigable voz de las chicharras;
el más sonoro alarido era el que encaramaban, desgañitándose, las
mujeres con acciones frenéticas. Todo estaba mezclado en tumulto ciego
y discordia[581] furiosa: los republicanos querían príncipes, los
vasallos de los príncipes querían ser republicanos.

Esta controversia[582] empelazgaron[583] un noble saboyano y un ginovés
plebeyo. Decía el saboyano que su Duque era el movimiento perpetuo y
que los consumía con guerras continuas[584] por equilibrar su dominio,
que se ve anegado entre las dos coronas de Francia y España, y que
su conservación la tenía en revolver, a costa de sus vasallos, los
dos Reyes, para que, ocupado el uno con el otro, no pueda el uno ni
el otro tragársele, viendo que sucesivamente entrambos príncipes,
ya éste, ya aquél, le conquistan y le defienden, lo cual pagan los
súbditos, sin poder respirar en quietud. Cuando Francia le embiste,
España le ayuda, y cuando España le acomete, Francia le defiende. Y
como ninguno de los dos le ampara por conservarle, sino porque el otro
no crezca con su Estado y le sea más formidable y próximo vecino, de la
defensa resulta a sus pueblos tanto daño como de la ofensa, y las más
veces, más. El Duque recata en su corazón disimulada la pretensión de
libertador de Italia, blasonando, para tener propicia la Santa Sede,
toda la historia de Amadeo, a quien llamaron _Pacífico_[585], por haber
sospechado algunos impíamente maliciosos que pensaba en reducir al Sumo
Pontífice a sólo el caudal de las gracias y indulgencias. Padece el
Duque achaques de Rey de Chipre, y es molestado de recuerdos de señor
de Ginebra, y adolece de soberanía desigual entre los demás potentados.
Todas estas cosas son espuelas que se añaden a los alientos, que en
él necesitan de freno; que por estas razones viene a tratar que la
Saboya y el Piamonte se confederen en República, donde la justicia y el
consejo mandan y la libertad reina.

--¡Que la libertad reina!--dijo, dado a los diablos, el ginovés--.
Tú debes de estar loco, y como no has sido repúblico, no sabes
sus miserias y esclavitudes. No bastará toda la razón de Estado a
concertarnos. Yo, que soy ginovés, hijo de aquella República, que por
la vecindad y emulación os conoce a vosotros, vengo a persuadir a
vuestro Duque, con la asistencia de nosotros los plebeyos[586], se haga
Rey de Génova, y si él no lo aceta, he de ir a persuadir esta oferta
al Rey de España, y si no, al francés, y de unos Reyes en otros, hasta
topar con alguno que se apiade de nosotros. Dime, malcontento del bien
que Dios te hizo en que nacieses sujeto a príncipe, ¿has considerado
cuánto mayor descanso es obedecer a uno solo que a muchos, juntos en
una pieza y apartados, y diferentes en costumbres, naturales, opiniones
y desinios? Perdido, ¿no adviertes que en las repúblicas, como es
anuo y sucesivo por las familias el gobierno, es respectivo, y que
la justicia carece de ejecución, con temor de que los que otro año u
otro trienio mandarán se venguen de lo que hizo el que gobernó? Si
el Senado repúblico se compone de muchos, es confusión; si de pocos,
no sirve sino de corromper la firmeza y excelencia de la unidad:
ésta no se salva en el Dux, que, o no tiene absoluto poder, o es por
tiempo limitado. Si mandan por igual nobles y plebeyos, es una junta
de perros y gatos, que los unos proponen mordiscones con los dientes,
ladrando, y los otros responden con araños y uñas. Si es de pobres y
ricos, desprecian a los pobres los ricos y a los ricos invidian los
pobres[587]. Mira qué compuesto resultará de invidia y desprecio. Si
el gobierno está en los plebeyos, ni los querrán sufrir los nobles
ni ellos podrán sufrir el no serlo. Pues si los nobles solos mandan,
no hallo otra comparación a los súbditos sino la de los condenados,
y éstos somos los plebeyos ginoveses, y si se pudiera sin error
encarecerlo más, me pareciera haber dicho poco. Génova tiene tantas
repúblicas como nobles y tantos miserables esclavos como plebeyos. Y
todas estas repúblicas personales se juntan en un palacio a sólo contar
nuestro caudal y mercancías, para roérnosle o bajando o subiendo la
moneda, y como malsines de nuestro caudal, atienden siempre a reducir
a pobreza nuestra inteligencia. Usan de nosotros como de esponjas,
enviándonos por el mundo a que, empapándonos en la negociación,
chupemos hacienda, y, en viéndonos abultados de caudal, nos exprimen
para sí. Pues dime, maldito y descomulgado saboyano: ¿qué pretendes con
tu traición y tu infernal intento? ¿No conoces que nobles y plebeyos
transfieren su poder en los reyes y príncipes, donde, apartado de
la soberbia[588] y poder de los unos y de la humildad de los otros,
compone una cabeza asistida de pacífica y desinteresada majestad, en
quien ni la nobleza presume ni la plebe padece?

Embistiéranse los dos, si no los apartara el mormullo[589] de una
manada de catredáticos, que venía retirándose de un escuadrón de
mujeres, que, con las bocas abiertas, los hundían a chillidos y los
amagaban[590] de mordiscones. Una dellas, cuya hermosura era tan
opulenta que se aumentaba con la disformidad de la ira, siendo afecto
que en la suma fiereza de un león halla fealdad que añadir, dijo:

--Tiranos, ¿por cuál razón (siendo las mujeres de las dos partes del
género humano la una, que constituye mitad) habéis hecho vosotros
solos las leyes contra ellas, sin su consentimiento, a vuestro
albedrío? Vosotros nos priváis de los estudios, por invidia de que
os excederemos; de las armas, por temor de que seréis vencimiento de
nuestro enojo los que lo sois de nuestra risa. Habéisos constituido
por árbitros de la paz y de la guerra, y nosotras padecemos vuestros
delirios. El adulterio en nosotras es delito de muerte, y en vosotros,
entretenimiento de la vida. Queréisnos buenas para ser malos, honestas
para ser distraídos. No hay sentido nuestro que por vosotros no esté
encarcelado; tenéis con grillos nuestros pasos, con llave nuestros
ojos; si miramos, decís que somos desenvueltas; si somos miradas,
peligrosas, y, al fin, con achaque de honestidad, nos condenáis a
privación de potencias y sentidos. Barbonazos, vuestra desconfianza,
no nuestra flaqueza, las más veces nos persuade contra vosotros lo
propio que cauteláis en nosotras. Más son las que hacéis malas que las
que lo son. Menguados, si todos sois contra nosotras _privaciones_,
fuerza es que nos hagáis todas _apetitos_ contra vosotros. Infinitas
entran en vuestro poder buenas, a quien forzáis a ser malas, y ninguna
entra tan mala a quien los más de vosotros no hagan peor. Toda vuestra
severidad se funda en lo frondoso y opaco de vuestras caras, y el que
peina por barba más lomo de javalí, presume más suficiencia, como si el
solar del seso fuera la pelambre prolongada de quien antes se prueba
de cola que de juicio. Hoy es día en que se ha de enmendar esto, o
con darnos parte en los estudios y puestos de gobierno, o con oírnos
y desagraviarnos de las leyes establecidas, instituyendo algunas en
nuestro favor y derogando otras que nos son[591] perjudiciales.

Un dotor, a quien la barba le chorreaba hasta los tobillos, que las vió
juntas y determinadas, fiado en su elocuencia, intentó satisfacerlas
con estas razones:

--Con grande temor me opongo a vosotras, viendo que la razón
frecuentemente es vencida de la hermosura, que la retórica y dialéctica
son rudas contra vuestra belleza. Decidme, empero: ¿qué ley se os podrá
fiar, si la primera mujer estrenó su ser quebrantando la de Dios[592]?
¿Qué armas se pondrán con disculpa en vuestras manos, si con una
manzana descalabrastes toda la generación de Adán, sin que se escapasen
los que estaban escondidos en las distancias de lo futuro[593]? Decís
que todas las leyes son contra vosotras; fuera verdad si dijérades
que vosotras érades contra todas las leyes. ¿Qué poder se iguala al
vuestro, pues si no juzgáis con las leyes estudiándolas, juzgáis a las
leyes con los jueces, corrompiéndolos? Si nosotros hicimos las leyes,
vosotras las deshacéis. Si los jueces gobiernan el mundo, y las mujeres
a los jueces, las mujeres[594] gobiernan el mundo y desgobiernan[595]
a los que le gobiernan, porque puede más con muchos la mujer que aman
que el texto que estudian. Más pudo con Adán lo que el diablo dijo a la
mujer que lo que Dios le dijo[596]. Con el corazón humano muy eficaz
es el demonio si le pronuncia una de vosotras. Es la mujer regalo que
se debe temer y amar, y es muy difícil temer y amar una propia cosa.
Quien solamente la ama, se aborrece a sí; quien solamente la aborrece,
aborrece a la naturaleza. ¿Qué Bártulo no borran vuestras lágrimas?
¿De qué Baldo no se ríe vuestra risa[597]? Si tenemos los cargos y
los puestos, vosotras los gastáis en galas y trajes. Un texto solo
tenéis, que es vuestra lindeza: ¿cuándo le alegastes que no os valiese?
¿Quién le vió que no quedase vencido?[598] Si nos cohechamos, es
para cohecharos; si torcemos las leyes y la justicia, las más veces
es porque seguimos la dotrina de vuestra belleza, y de las maldades
que nos mandáis hacer cobráis los intereses y nos dejáis la infamia
de jueces detestables. Invidiáisnos la asistencia y los cargos en la
guerra, siendo ella a quien debéis el descanso de viudas y nosotros el
olvido de muertos. Quejáisos de que el adulterio es en vosotras delito
capital y no en nosotros. Demonios de buen sabor, si una liviandad[599]
vuestra quita las honras a padres y hijos y afrenta toda una
generación, ¿por qué se os antoja riguroso castigo la pena de muerte,
siendo de tanto mayor estimación la honra de muchos inocentes que la
vida de un culpado? Estemos al aprecio que desto hacen vuestras propias
obras. Vosotras, por infinitos, no podéis contar vuestros adulterios,
y nosotros, por raros, no tenemos qué contar de los degüellos; el
escarmiento sigue a la pena[600]: ¿dónde está éste? Quejaros de que os
guardamos es quejaros de que os estimemos: nadie guardó[601] lo que
desprecia. Según lo que he discurrido, de todo sois señoras, todo está
sujeto a vosotras; gozáis la paz y ocasionáis la guerra. Si habéis de
pedir lo que os falta a muchas, pedid moderación y seso.

¿_Seso_ dijiste? No lo hubo pronunciado cuando todas juntas se
dispararon contra el triste dotor en remolino de pellizcos y repelones,
y con tal furia le mesaron, que le dejaron lampiño de la pelambre
graduada, que pudiera, por lo lampiño, pasar por vieja en otra parte.
Ahogáranle si no acudiera mucha gente a la pelazga[602] y mormullo que
habían armado un francés monsiur y un italiano monseñor.

Habíanse ya pronunciado el enojo con algunos sopapos y dádose
_sanctus_[603] en las jetas, con séquito de coces y bocados[604].
El francés se carcomía de rabia y el monseñor se destrizaba de
cólera[605]. Concurrieron por una y otra parte italianos y bugres.
Pusiéronse en medio los alemanes, y, sosegándolos con harta
dificultad, los preguntaron la causa. El francés, arrebañándose con
entrambas manos las bragas, que con la fuga se le habían bajado a las
corvas, respondió:

--Hoy hemos concurrido aquí todos los súbditos para tratar del alivio
de nuestras quejas. Yo estaba comunicando con otros de mi nación el
miserable estado en que se halla Francia, mi patria, y la opresión
de los franceses so el poder de Armando, cardenal de Richeleu.
Ponderaba con la maña que llamaba servir al Rey lo que es degradarle;
cuánta raposa vestía de púrpura, cómo con el ruido que inducía en la
cristiandad disimulaba el de su lima, que agotaba en su astucia la
confianza del Príncipe, que había puesto en manos de sus parientes
y cómplices el mar y la tierra, fortalezas y gobiernos, ejércitos y
armadas, infamando los nobles y engrandeciendo los viles. Acordaba a
los de mi nación de las tajadas y pizcas en que resolvieron al mariscal
de Ancre; acordábalos de Luínes y cómo nuestro Rey no se limpiaba de
privados, y que esto sólo hacía bien a esotros dos a quien acreditaba.
Advertía que en Francia, de pocos años a esta parte, los traidores
han dado en la agudeza más perniciosa del infierno, pues, viendo que
levantarse con los reinos se llama traición y se castiga como traidor
al que lo intenta, para asegurar su maldad se levantan con los reyes
y se llaman privados, y en lugar de castigo de traidores, adquieren
adoración de reyes de reyes. Proponía[606], y lo propongo, y lo
propondré en la junta, que para la perpetuidad de la sucesión y de los
reinos y extirpar esta seta de traidores, se promulgue ley inviolable
e irremisible, que ordenase que el Rey que en Francia se sujetare a
privado, _ipso jure_, él y su sucesión perdiesen el derecho del reino,
y que desde luego fuesen los súbditos absueltos del juramento de
fidelidad, pues no previene tan manifiesto peligro la ley Sálica, que
excluye las hembras, como ésta, que excluye validos[607]. Decía que
juntamente se mandase que el vasallo que con tal nombre se atreviese a
levantarse con su rey, muriese infamemente[608] y perdiese todas las
honras y bienes que tuviese, quedando su apellido siempre maldito y
condenado[609]. Pues sin más consideración, ese desatinado bergamasco,
ni acordarme[610] de los nepotes de Roma, me llamó hereje _pezente y
mascalzón_, diciendo[611] que en detestar los privados, detestaba los
nepotes[612], y que privado y nepote eran dos nombres y una cosa. Y no
habiendo yo tomado en la boca disparate semejante, me embistió en la
forma que nos hallastes.

Los alemanes quedaron, con los demás oyentes, suspensos y pensativos.
Encamináronlos a cada uno a su puesto, no sin dificultad, y dispusieron
en auditorio pacífico aquellas multitudes para la propuesta que en
nombre de todos hacía un letrado bermejo, que a todos los había
revuelto y persuadido a pretensiones tan diferentes y desaforadas.
Mandaron el silencio dos clarines, cuando él, sobre lugar eminente[613]
que en el centro del concurso los miraba en iguales distancias, dijo:

--La pretensión que todos tenemos es la libertad de todos, procurando
que nuestra sujeción sea a lo justo, y no a lo violento; que nos mande
la razón, no el albedrío; que seamos de quien nos hereda, no de quien
nos arrebata; que seamos cuidado de los Príncipes, no mercancía, y
en las Repúblicas compañeros, no esclavos; miembros y no trastos;
cuerpo y no sombra. Que el rico no estorbe al pobre que pueda ser
rico, ni el pobre enriquezca con el robo del poderoso. Que el noble
no desprecie al plebeyo, ni el plebeyo aborrezca al noble, y que todo
el gobierno se ocupe en animar a que todos los pobres sean ricos y
honrados los virtuosos, y en estorbar que suceda lo contrario. Hase de
obviar que ninguno pueda ni valga más que todos, porque quien excede
a todos, destruye la igualdad, y quien le permite que exceda le manda
que conspire. La igualdad es armonía, en que está sonora la paz de
la república, pues en turbándola particular exceso, disuena y se oye
rumor lo que fué música. Las repúblicas han de tener con los reyes la
unión que tiene la tierra, en quien ellas se representan, con el mar,
que los representa a ellos. Siempre están abrazados, mas siempre ésta
se defiende de las insolencias de aquél con la orilla, y siempre aquél
la amenaza, la va lamiendo y procurando anegarla y sorbérsela, y
ésta, cobrar de sí, por una parte, tanto como él la esconde por otra.
La tierra, siempre firme y sin movimiento, se opone al bullicio y
perpetua discordia de su inconstancia; aquél, con cualquier viento se
enfurece; ésta, con todos se fecunda. Aquél se enriquece de lo que ésta
le fía; ésta, con anzuelos, y redes, y lazos, le pesca y le despuebla.
Y de la manera que toda la seguridad del mar y el abrigo está en la
tierra, que da los puertos, así en las repúblicas está el reparo de
las borrascas y golfos de los reinos. Éstas siempre han de militar con
el seso, pocas veces con las armas; han de tener ejércitos y armadas
prontas en la suficiencia del caudal, que es el _luego_ que logra las
ocasiones. Deben hacer la guerra a los unos reyes con los otros, porque
los monarcas, aunque sean padres y hijos, hermanos y cuñados, son como
el hierro y la lima, que siendo, no sólo parientes, sino una misma
cosa y un propio metal, siempre la lima está cortando y adelgazando
al hierro. Han de asistir las repúblicas a los príncipes temerarios
lo que baste para que se despeñen, y a los reportados, para que sean
temerarios. Harán nobilísima la mercancía, porque enriquece y lleva
los hombres por el mundo ocupados en estudio práctico, que los hace
doctos de experiencias, reconociendo puertos, costumbres, gobiernos
y fortalezas y espiando desinios. Serán meritorios al útil de la
Patria los estudios políticos y matemáticos, y a ninguna cosa se dará
peor nombre que al ocio más ilustre y a la riqueza más vagamunda. Los
juegos públicos se ordenarán del ejercicio de las armas[614], conforme
a la disposición de las batallas, porque sean juntamente de utilidad y
entretenimiento, juntamente fiestas y estudios, y entonces será decente
frecuentar los teatros cuando fueren academias. Hase de condenar por
infame ostentación en trajes[615], y sólo ha de ser diferencia entre
el pobre y el rico que éste dé el socorro y aquél le reciba, y entre
noble y plebeyo, la virtud y el valor, pues fueron principio de todas
las noblezas que son. Aquí se me caerán unas palabrillas de Platón:
quien las hubiere menester, las recoja, que yo no sé a qué propósito
las digo, mas no faltará quien sepa a qué propósito las dijo en el
diálogo 3 _de Republica, vel de Justo_. Son éstas: _Igitur rempublicam
administrantibus praecipuè, si quibus aliis, mentiri licet, vel
hostium, vel civium causa, ad communem civitatis utilitatem: reliquis
autem à mendacio abstinendum est_. “Si a algunos es lícito mentir,
principalmente es lícito a los que gobiernan las repúblicas, o por
causa de los enemigos, o ciudadanos, para la común utilidad de la
ciudad: todos los demás se han de guardar de mentir”. Pondero que,
condenando la Iglesia católica esta doctrina de la república de Platón,
hay quien se precia y blasona de ser su república.

“Pasemos a la propuesta de los súbditos de los reyes. Éstos se quejan
de que ya todos son electivos, porque los que son y nacen hereditarios
son electores de privados, que son reyes por su elección. Esto los
desespera, porque dicen los franceses que los príncipes que para
mejor gobernar sus reinos se entregan totalmente a validos, son como
los galeotes, que caminan forzados, volviendo las espaldas al puerto
que buscan, y que los tales privados son como jugadores de manos,
que, cuanto más engañan, más entretienen, y cuanto mejor esconden el
embuste a los ojos y más burlas hacen a las potencias y sentidos, son
más eminentes y alabados del que los paga los embelecos con que le
divierten. La gracia está en hacerle creer que está lleno lo que está
vacío, que hay algo donde no hay nada, que son heridas en otros lo
que es mellas en sus armas, que arrojan con la mano lo que esconden
en ella. Dicen que le dan dinero, y cuando lo descubre, se halla con
una inmundicia o la muela de un asno. Las comparaciones son viles:
válense dellas a falta de otras; por esto afirman que igualmente son
reprehensibles el rey que no quiere ser lo que el grande Dios quiso que
fuese y el que quiere ser lo que no quiso que fuera. Osan decir que el
privado total introduce en el rey, como la muerte en el hombre, _nova
forma cadaveris: nueva forma de cadáver_, a que se sigue corrupción
y gusanos, y que, conforme[616] a la opinión de Aristóteles, en el
Príncipe _fit resolutio usque ad materiam primam_; quiere decir: _no
queda alguna cosa de lo que fué, sino la representación_. Esto baste.

“Pasemos a las quejas contra los tiranos y a la razón dellas. Yo no sé
de quién hablo ni de quién no hablo: quien me entendiere, me declare.
Aristóteles dice _que es tirano quien mira más a su provecho particular
que al común_. Quien supiere de algunos que no se comprehenden en
esta difinición, lo venga diciendo, y le darán su hallazgo[617][618].
Quéjanse de los tiranos más los que reciben beneficios que los
que padecen castigos, porque el beneficio del tirano constituye
delincuentes y cómplices, y el castigo, virtuosos y beneméritos; tales
son, que la inocencia, para ser dichosa, ha de ser desdichada en
sus dominios. El tirano, por miseria y avaricia, es fiera[619]; por
soberbia, es demonio; por deleites y lujuria, todas las fieras y todos
los demonios. Nadie se conjura contra el tirano primero que él mismo;
por esto es más fácil matar al tirano que sufrirle. El beneficio del
tirano siempre es funesto: a quien más favorece, el bien que le hace
es tardarse en hacerle mal. Ejemplo de los tiranos fué Polifemo, en
Homero: favoreció a Ulises con hablar con él sólo, y con preguntarle
supo sus méritos, oyó sus ruegos, vió su necesidad, y el premio que
le ofreció fué que, después de haberse comido a sus compañeros, le
comería el postrero[620]. Del tirano que se come los que tiene debajo
de su mano, no espere nadie otro favor sino ser comido el último. Y
adviértase que, si bien el tirano lo concede por merced, el que ha de
ser comido no lo juzga en la dilación sino por aumento de crueldad.
Quien te ha de comer después de todos, te empieza a comer en todos
los que come antes; más tiempo te lamentas vianda del tirano cuanto
más tarda en comerte. Ulises duraba en su poder manjar y no huésped.
Detenerle en la cueva para pasarle al estómago, más era sepultura que
hospedaje. Ulises con el vino le adormeció: su veneno es el sueño.
Pueblos, daldes sueño, tostad las hastas, sacadles los ojos, que
después ninguno hizo lo que todos desearon que se hiciese. _Ninguno_
decía el tirano Polifemo que le había cegado, porque Ulises, con
admirable astucia, le dijo que se llamaba _Ninguno_. Nombrábale para su
venganza y defendíale con la equivocación del nombre: ellos disculpan a
quien los da muerte, a quien los ciega. Libróse Ulises disimulado entre
las ovejas que guardaba. Lo que más guarda el tirano, guarda contra él
a quien le derriba.

“Esto supuesto, digo que hoy nos juntamos los sugetos a tratar de la
defensa nuestra, contra el arbitrio de los que nos gobiernan mediata
o inmediatamente. En las repúblicas y en los reinos, los puntos
sustanciales[621] sean perpetuos en sus consejos, sin poder tener ni
pretender ascenso a otros, porque pretender uno y gobernar otro, no da
lugar al estudio ni a la justicia, y la ambición de pasar a tribunal
diferente y superior le tiene caminante, y no juez, y con lo que
gobierna granjea lo que quiere gobernar, y, distraído, no atiende a
nada: a lo que tiene, porque lo quiere dejar, y a lo que desea, porque
aún no lo tiene. Cada uno es de provecho donde los años le han dado
experiencia y estorbo donde empieza la primera noticia, porque pasan
de las materias que ya sabían a las que aún no saben. Las honras que
se les hicieren, no han de salir del estado de su profesión, porque no
se mezclen con las militares, y la toga y la espada anden en ultraje:
aquélla embarazada y extraña y ésta quejosa y confundida[622].

“Que los premios sean indispensables; que, no sólo no se den a los
ociosos, sino que no se permita que los pidan, porque si el premio de
las virtudes se gasta en los vicios, el príncipe o república quedará
pobre de su mayor tesoro, y el metal del precio, vil y falsificado. No
le han de aguardar el benemérito ni el indigno: aquél, porque se le han
de dar luego; éste, porque nunca se le han de dar. Menos mal gastado
sería el oro y los diamantes en grillos para aprisionar delincuentes
que una insignia militar y de honor en un vagamundo y vicioso. Roma
entendió esto bien, que pagaba con un ramo de laurel u de roble más
heridas que daba hojas, vitorias de ciudades, provincias y reinos. Para
consejeros de Guerra y Estado sólo sean suficientes y admitidos[623]
los valientes y experimentados: sea prerogativa la sangre, o vertida o
aventurada; no la presuntuosa[624] en genealogías y antepasados. Para
los cargos de la guerra se han de preferir los valientes y dichosos.
Gran recomendación es la de los bienafortunados sobre valientes: Lucano
lo aconseja[625]:

          ..._Fatis accede, Deisque,
      Et cole felices, miseros fuge._

“Siempre he leído esto de buena gana, y a este admirable poeta,
niegúeselo quien quisiere[626], con atención en lo político y militar,
preferida a todos después de Homero.

“Para las judicaturas se han de escoger los doctos y los
desinteresados. Quien no es codicioso, a ningún vicio sirve, porque
los vicios inducen el interés a que se venden. Sepan las leyes, empero
no más que ellas; hagan que sean obedecidas, no obedientes. Éste es
el punto en que se salvan los tribunales. Yo he dicho. Vosotros diréis
lo que se os ofrece y propondréis los remedios más convenientes y
platicables”.

Calló. Y como era multitud diferente en naciones y lenguas, se armó
un zurrido de gerigonzas tan confuso, que parecía haberse apeado allí
la tabaola de la torre de Nembrot: ni los entendían ni se entendían.
Ardíase en sedición y discordia el sitio, y en los visajes y acciones
parecía junta de locos u endemoniados. Cuando el gremio de los
pastores, que con ondas ceñían los pellejos de las ovejas, que les
eran más acusación que abrigo, dijeron que “los oyesen luego y los
primeros, porque se les habían rebelado las ovejas, diciendo que
ellos las guardaban de los lobos, que se las comían una a una, para
trasquilarlas, desollarlas, matarlas y venderlas todas juntas de una
vez, y que pues los lobos, cuando mucho, se engullían una, u dos, u
diez, u veinte, pretendían que los lobos las guardasen de los pastores,
y no los pastores de los lobos, y que juzgaban más piadosa la hambre
de sus enemigos que la codicia de sus mayorales, y que tenían hecha
información contra nosotros con los mastines de ganado”.

No quedó persona que no dijese:

--Ya entendemos: no son bobas las ovejas si lo consiguen.

En esto, los cogió la _hora_, y, enfurecidos, unos decían: “Lobos
queremos”; otros: “Todos son lobos”; otros: “Todo es uno”; otros: “Todo
es malo”. Otros muchos contradecían a éstos. Y viendo los letrados que
se mezclaban en pendencia, por sosegarlos, dijeron que el caso pedía
consideración grande, que lo difiriesen a otro día y, entre tanto,
se acudiese por el acierto a los templos sagrados. Los franceses, en
oyéndolo, dijeron:

--En siendo necesario acudir a los templos, somos perdidos, y tememos
nos suceda[627] lo que a la lechuza cuando estaba enferma, que,
consultando a la zorra, a quien juzgó por animal más graduado, su mal,
juntamente con la picaza, a quien, por verla[628] sobre mulas matadas,
juzgó por médico, la respondieron que no tenía remedio sino acudir a
los templos, la cual lechuza, en oyéndolo, dijo:

--Pues yo soy muerta si mi remedio es acudir a los santuarios, pues mi
sed los tiene a escuras, por haberme bebido el aceite de las lámparas,
y no hay retablo que no tenga sucio.

El monseñor, levantando la voz, dijo:

--Monsiures lechuzas: se os otorga esa comparación y se os acuerda
a vosotros y a cuantos coméis de lo sagrado lo que Homero refiere de
los ratones cuando pelearon con las ranas, que, acudiendo a los dioses
que los favoreciesen, se excusaron todos, diciendo unos que les habían
roído una mano, otros un pie, otros las insignias, otros las coronas,
otros los picos de las narices, y ninguno hubo que en su imagen o bulto
no tuviese algo menos y señales de sus dientes. Aplicad ahora, ratones
calvinistas, luteranos, hugonotes y reformados, y veréis en el cielo
quién os ha de ayudar[629].

--¡Oh, inmenso Dios! cuál zacapella[630] y turbamulta armaron los
bugres con el monseñor. La discordia del campo de Agramante, en su
comparación, era un convento de vírgines vestales; para sosegarlos se
vieron todos en peligro de perderse. En fin, detenidos y no acallados,
se fueron todos quejosos de lo que cada uno pasaba y rabiando cada uno
por trocar su estado con el otro.

Cuando esto pasaba en la tierra, viéndolo con atención los dioses, el
Sol dijo:

--La _hora_ está boqueando y yo tengo la sombra del gnomon[631]
un tris de tocar con el número de las cinco. Gran padre de todos,
determina si ha de continuar la Fortuna antes que la _hora_ se acabe u
volver a voltear y rodar por donde solía.

Júpiter respondió:

--He advertido que en esta _hora_, que ha dado a cada uno lo que
merece, los que, por verse despreciados y pobres, eran humildes, se
han desvanecido y demoniado, y los que eran reverenciados y ricos,
que, por serlo eran viciosos, tiranos, arrogantes y delincuentes,
viéndose pobres y abatidos, están con arrepentimiento y retiro y
piedad; de lo que se ha seguido que los que eran hombres de bien se
hayan hecho pícaros, y los que eran pícaros, hombres de bien. Para la
satisfacción de las quejas de los mortales, que pocas veces saben lo
que nos piden, basta este poco de tiempo, pues su flaqueza es tal,
que el que hace mal cuando puede, le deja de hacer cuando no puede, y
esto no es arrepentimiento, sino dejar de ser malos a más no poder. El
abatimiento y la miseria los encoge, no los enmienda; la honra y la
prosperidad los hace hacer lo que si las hubieran alcanzado siempre
hubieran hecho. La Fortuna encamine su rueda y su bola por las
rodadas antiguas y ocasione méritos en los cuerdos y castigo en los
desatinados, a que asistirá nuestra providencia infalible y nuestra
presciencia soberana[632]. Todos reciban lo que les repartiere, que sus
favores u desdenes[633], por sí no son malos, pues, sufriendo éstos y
despreciando aquéllos, son tan útiles los unos[634] como los otros. Y
aquél que recibe y hace culpa para sí lo que para sí toma, se queje
de sí propio, y no de la Fortuna, que lo da con indiferencia y sin
malicia. Y a ella la permitimos que se queje de los hombres que, usando
mal de sus prosperidades u trabajos, la disfaman y la maldicen.

En esto dió la _hora_ de las cinco y se acabó _la de todos_, y la
_Fortuna_, regocijada con las palabras de Júpiter, trocando las
manos[635], volvió a engarbullar[636] los cuidados del mundo y a
desandar lo devanado, y afirmando la bola en las llanuras del aire,
como quien se resbala por hielo, se deslizó hasta dar consigo en la
tierra.

Vulcano, dios de bigornia y músico de martilladas, dijo:

--Hambre hace, y con la prisa de obedecer dejé en la fragua tostando
dos ristras de ajos para desayunarme con los cíclopes.

Júpiter prepotente mandó luego traer de comer, y instantáneamente
aparecieron allí Iris[637] y Hebe con néctar, y Ganimedes con un
velicomen[638] de ambrosía. Juno, que le vió al lado de su marido, y
que con los ojos bebía más del copero que del licor, endragonida[639] y
enviperada, dijo:

--O yo o este bardaje[640] hemos de quedar en el Olimpo, u he de pedir
divorcio ante Himeneo.

Y si el águila, en que el picarillo estaba a la jineta, no se
afufa[641] con él, a pellizcos lo desmigaja. Júpiter empezó a soplar
el rayo, y ella le dijo:

--Yo te le quitaré para quemar al pajecito nefando.

Minerva, hija del cogote de Júpiter (diosa que si Júpiter fuera
corito[642] estuviera por nacer), reportó con halagos a Junon[643]; mas
Venus, hecha una sierpe, favoreciendo aquellos celos, daba gritos como
una verdulera y puso a Júpiter como un trapo. Cuando Mercurio, soltando
la tarabilla[644], dijo que todo se remediaría y que no turbasen el
banquete celestial. Marte, viendo los bucaritos de ambrosía, como
deidad de la carda y dios de la vida airada, dijo:

--¿Bucaritos a mí? Bébaselos la luna y estas diosecitas.

Y mezclando a Neptuno con Baco, se sorbió los dos dioses a tragos
y chupones, y agarrando de Pan, empezó a sacar dél rebanadas y a
trinchar[645] con la daga sus ganados, engulléndose los rebaños, hechos
jigote, a hurgonazos[646]. Saturno se merendó media docena de hijos.
Mercurio, teniendo sombrerillo, se metió de gorra con Venus, que estaba
sepultando debajo de la nariz, a puñados, rosquillas y confites.
Plutón, de sus bizazas[647] sacó unas carbonadas[648] que Proserpina
le dió para el camino. Y viéndolo Vulcano, que estaba a diente[649],
se llegó andando con mareta[650] y con un mogollón muy cortés, a
poder de reverencias, empezó a morder de todo y a mascullar[651]. El
Sol, a quien toca el pasatiempo, sacando su lira, cantó un himno en
alabanza de Júpiter con muchos pasos de garganta. Enfadados Venus y
Marte de la gravedad del tono y de las veras de la letra[652], él, con
dos tejuelas, arrojó fuera de la nuez una jácara aburdelada
de quejidos[653], y Venus, aullando de dedos con castañetones de
chasquido, se desgobernó en un rastreado[654], salpicando de cosquillas
con sus bullicios los corazones de los dioses. Tal cizaña derramó en
todos el baile, que parecían azogados. Júpiter, que, atendiendo a la
travesura de la diosa, se le caía la baba, dijo:

--¡Esto es despedir a Ganimedes, y no reprehensiones[655]!

Diólos licencia, y, hartos y contentos, se afufaron, escurriendo la
bola a puto el postre[656], lugar que repartió el coperillo del
avechucho[657].


                                NOTAS:

[110] “Pintan a las _Horas_ alegres y llenas de luz y hermosura los
poetas, sin que hayan visto las tales doncellas, ni en cueros ni
vestidas, más que en los delirios de Homero, que debió pasarlas muy
buenas en sus deliquios, y esto a fe que no pudo hacerse sin locura,
pues que si hay horas buenas y felices, éstas son pocas y las malas
muchas. Y puesto que no contaron las malas, bueno será que sepades
que son viejas carcomidas del vicio y de la desventura, que arrojan
venablos por la boca, punzan con sus garfios y esparcen tinieblas y
espanto por el que pasan. Tales son las de los malos que por una hora
buena se echan a cuestas las doce hermanas del Infierno, cuyo sol es
Plutón, que las va pasando una a una, y, al llegar a la última, la
desgarra y martiriza, para que, fénix de su propia rabia, renazca cien
veces de sí misma para martirio de las almas. Mas como en asamblea
se junten los dioses para juzgarlas, abre Júpiter el caos con sus
ardientes rayos y con voz de trueno, que trueno y gordo es él mismo, y
todo tiembla como esperando el juicio de la muerte, que es el peor de
los juicios para quien no fué tan arreglado como debiera a sus leyes”.
(Ms. de Lista). Es enojarse mucho, por lo amargamente que trata a todos.

[111] CORR., 535: _Estar hecho de hiel._ QUEV., _C. de c._: “Y de una
hasta ciento, que se descalzaban de risa de ver al viejo hecho de
hiel”. A. ÁLV., _Silv. Vig. nav._, 1 c., § 2: “Todo le amarga y se le
hace de hiel”.

[112] _Desgañitarse_, romperse el _gañote_ a puros gritos, como
_desgañirse_. J. POLO, pl. 215: “Dió voces, en fin, que se
desgañitaba”. CÁCER., f. 6: “Alcé mucho la voz, hasta que me desgañía”.

[113] _Poner el grito en el cielo_, alzar mucho la voz.

[114] _Trompicar_, dando trompicones o trompazos. G. ALF., 2, 2,
4: “Rodando y trompicando con la hambre, di conmigo en el reino de
Nápoles”.

[115] _Insignia de viñadero_, el lanzón, arma del viñadero y de Marte.
GÓNG., _Rom. lír._, 12: “Mohoso como en diciembre | el lanzón del
viñadero”.

[116] _Echar chuzos_, llover reciamente, y trasladadamente, bravear
echando bravatas. T. RAM., _Concept._, p. 50: “Mientras las olas
bramaban y el cielo amenazaba y echaba chuzos”.

[117] _Panarra_, simplón (vulg.).

[118] _Re-most-ar_, echar o llenar de mosto. D. VEGA, _Conc._ 2.º: “Se
descalza y desnuda para entrar en el lagar y sale de allí remostado
todo y de la uva tinta, como teñido en sangre”. J. PIN., _Agr._, 10,
18: “Y el revinar con él a otro más nuevo es dañoso, como el remostar
al más viejo”.

[119] _Vendimias de retorno_, regüeldos de borracho en la boca, como
vendimias en lagar, esto es, olor de uvas o vino regoldado. _Por
lagar_, en vez de lagar.

[120] _Des-cabal-ado_, no cabal, por ser cojo o corto de un pie.

[121] _Mari-manta_, fantasma para meter miedo a los niños; de _Mari_ o
mujer, con una _manta_ arrebujada sobre la cabeza, por hacerlo así la
niñera, etc. QUEV., _Mus._ 6, r. 95: “Una fea amortajada | en su sábana
de lino | a lo difunto se muestra | marimanta de los niños”. Ídem,
_Cart._: “En esta tierra, para espantar los niños, dicen: la Bonimanta,
como allá la Marimanta”. Alude a que Saturno o el tiempo se come sus
hijos o las cosas todas.

[122] _Hecho una sopa_, muy mojado. L. RUEDA, 1, 66: “Vengo hecho una
sopa d’agua”.

[123] _Cazcarrias_, lodos que se pegan a los bajos de la ropa.

[124] _Devanado_, envuelto.

[125] _Oliendo a pescado_, de los días de abstinencia.

[126] _Cisco_, carbón menudo, hollín del herrero, que, por lo negro,
dice ser _dado a los diablos_.

[127] _Alcrebite_, azufre, del arábigo. _Zahumar_ o _sahumar_ se decía,
así como _buchorno_, del _vulturnus_.

[128] _Cultos_, los poetas oscuros.

[129] _Engazar_, engarzar. P. VEGA, 2, 13, 3: “De unos nervios delgados
con que están (las muelas) engazadas dentro de los encajes de las
encías”. TORR., _Fil. mor._, 7, 14: “Vienen a forjar una cadena de
pecados engazando un eslabón de hierro con otro mayor para descolgarse
en el profundo”.

[130] “y los pesares”. (Edic. de Zaragoza de 1650 y todas las
posteriores). “Más mató la cena que sanó Avicena”, dice el refrán.

[131] _Haciendo rechinar_ los círculos de la esfera llamados _coluros
con el ruedo_ del miriñaque de alambres y cintas, que llamaban
_guarda-infante_, _empalagando_ o atestando.

[132] _La jeta_ u hocico y _el moño_, que le encimaba como coroza de
pelo la cabeza. Es sátira del vestir, peinarse y afeitarse de las damas.

[133] _En mala moneda_, en cuartos.

[134] _Pelicabros_, “_capripedes satyrorum_” (HORACIO), _patibueyes_,
patihendidos.

[135] “lares y panades y otros diosecillos”. (Edic. de Zaragoza y todas
las posteriores).

[136] _Bahuno_, _bajuno_, con _h_, como se hallan por entonces escritas
otras voces para nuestra _j_ actual; por haber hasta poco había sonado
como en francés la letra _j_, y ser el tiempo en que comenzaba a sonar
como hoy, esto es, como entonces todavía sonaba la _h_ (CEJADOR, _Leng.
Cerv._, I, 9 y 11).

[137] _De la carda_, de la gente del bronce, maleante; del robar díjose
_la carda_.

[138] _Pésia_, pese a, en juramentos y exclamaciones.

[139] El _hígado_ expresa el valor, hombre de hígados, esto es, que
tiene bilis y sabe enojarse.

[140] _Coime_, garitero y señor de casa, y _Gran Coime_ o _Coime del
alto_ o _de las clareas_, Dios. _Alto claro_, el Cielo. _Garlar_,
hablar. _Sornar_, dormir; voces todas de germanía o gente de la carda.

[141] _Jacarandina_, voz de la jácara o de los jaques.

[142] “baraja de jugador”. (Ms. del señor Duque de Frías).

[143] _Pajaritos_, por las alas que le pintan en los zancajos o talones.

[144] _En volandas_ o volandillas, corriendo y volando.

[145] _Virote_ o saeta y mozo soltero, desocupado, maleante con ínfulas
de lindo. CERV., _Cel. extrem._

[146] _En un cerrar y abrir de ojos_, en un punto. L. GRAC., _Crit._,
2, 4: “Toda aquella máquina de viento, en un cerrar y abrir de ojos, se
resolvió en nada”.

[147] Arrapiezos, _piezas_ rotas que cuelgan cual si se hubiese tirado
y _arrap_-ado del vestido. ZAMORA, _Mon._, 2, 6: “¿Qué es de los
sayones, que la traían agarrada de los arrapiezos?”

[148] _Chisme del Olimpo_ llama a Mercurio, por ir como recadista con
el chisme y cuento.

[149] CORR., 560: “_No fué oído ni visto._ (El que desapareció o la
cosa que se hizo presto)”. _G. Alf._, 1, 2, 8.

[150] _De coramvobis_, de autoridad; _gótico_ por noble; _contramoño_,
por no llevarlo, que _la pintan calva_, con sólo el mechón por donde se
la pueda asir: _asir la ocasión por el copete_.

[151] “el resuello”. (Ms. del señor Duque de Frías).

[152] “y vaciar los arcaduces que la Fortuna”. (Edic. de Zaragoza).
“llenaba”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).

[153] Los ojos inclinados y la vista a oscuras, por ser ciega.

[154] Satiriza las frases de los cultos y gongorinos.

[155] _De mala muerte_, de ningún valor (vulg.), propiamente del
ajusticiado.

[156] _A pie con bola_, al justo, y, además, alude a que _traía por
chapines una bola_. G. CASAS, _Seda_, 2, 6: “Si la semilla y morales
andan, como dicen, a pie con bola, que se espera que toda la hoja que
tuviere será menester”. CORR., 506: “_A pie con bola._ (Ir y llegar a
la par)”.

[157] _Hablar por boca de ganso_, lo que se oye de otro, porque, en
chillando uno, chillan todos. PANT., _Vej._, 1: “Y ha hablado por boca
de ganso muchas veces”.

[158] Habiendo hallado Júpiter a la princesa Leda riberas del Eurotas,
mudó a Venus en águila, y mudándose él mismo en cisne perseguido por
el águila, fué a echarse en brazos de Leda, la cual, al cabo de nueve
meses, puso dos huevos: del uno nacieron Pollux y Elena; del otro,
Cástor y Clitemnestra.

[159] Convertido Júpiter en lluvia de oro, se introdujo en la torre de
bronce donde Dánae estaba encerrada por su padre Acrisio, rey de Argos,
y ella concibió así a Perseo.

[160] Es frase de _La Eneida_: “luego el padre Eneas, desde su escaño”
...Viendo Júpiter a Europa, hija de Agenor, rey de Fenicia, jugar
orillas del mar con sus amigas, mudado en toro, se fué despacio a
halagarlas, se dejó enguirnaldar y montar de ella, y lanzándose al mar,
llegó a Creta.

[161] _La tarabilla_, la cítola o tarara del molino, metafóricamente,
la lengua. CORR., 607: “_Taravilla._ (Llámase así al que parla mucho)”.
_Por no perder_ la ocasión de hablar.

[162] CORR., 168: “_La ocasión asilla por el copete o guedejón._
(Pintaron los antiguos la ocasión los pies con alas y puesta sobre
una rueda y un cuchillo en la mano, el corte adelante, como que va
cortando por donde vuela; todo denota ligereza, y con todo el cabello
de la media cabeza adelante, echado sobre la frente, y la otra media de
atrás, rasa, dando a entender que al punto que llega se ha de asir de
la melena, porque en pasándose la _ocasión_ no hay por dónde asirla)”.

[163] _Fijar o echar un clavo a la rueda de la fortuna_, asegurarla,
porque no se vuelva atrás. _Persil._, 3, 19: “No hay clavo tan fuerte
que pueda detener la rueda de la fortuna”. P. VEGA, 5, 26, 2: “De
los que perseveran mucho tiempo en su prosperidad se suele decir que
echarán el clavo a la rueda de la fortuna, que la hacen estar firme”.

[164] “barranco dijo”. (Edic. de Zaragoza y todas las siguientes).

[165] “atronado”. (El Ms).

[166] _Coplones_, citándoos sólo los poetas.

[167] “Otros dicen que guardó vacas (Apolo) y que Mercurio, el mismo
día que nació, le hurtó dellas, como Homero dice”. (VIANA, _Las
transformac. de Ovidio_, not. 1, pág. 33).

[168] _De un quemado_, Faetón, cuando tomó las riendas del carro del
sol.

[169] _Coserse la boca_, callar, y aun añaden _a dos cabos_, como cosen
los zapateros. S. ABRIL, _Andr._: “Coseré mi boca”.

[170] “déjale hablar a quien le toca”. (Los impresos todos).

[171] “Fortuna, en muchas cosas de las que tú”. (Ídem).

[172] “inviolablemente”. (Ídem).

[173] De 1635.

[174] CORR., 582: “_Diciendo y haciendo._ (Que tan presto como se dice
se haga)”.

[175] _Ande la rueda y coz con ella_, es juego de muchachos en rueda,
uno fuera, a quien acocean, mientras dan vueltas, cogidos de la mano.
_Ande la rueda_. GALINDO, 509: “de la fortuna y sus mudanzas”.

[176] _Paso entre paso_, lentamente. VALDERR., _Ejer. Fer. 5, dom.
2_, cuar.: “Llevaban... las grandes estatuas de los gigantones muy
paso entre paso”. J. POLO, _Humor._: “Del corral | paso entre paso
se escurre”. CÁCER., ps. 1: “Vase paso entre paso, como quien se va
paseando por un jardín”.

[177] _Pernear_ suele decirse del ahorcado, menear las piernas. J.
TOLOSA, _Disc._, 1, 10: “Vernán a morir de hambre o a pernear en una
horca”. VALDERR., _Teatr. S. Nic._, 1: “Y con ver pernear tantos
ahorcados”. El _Credo_ lo decía el ahorcado antes de morir, y lo dice
el médico, en vez del _récipe_, con que comenzaban sus recetas, de modo
que este aforismo de ser el médico verdugo de enfermos, que merece
la horca, se le escapa o es escurridizo al cogerle la _hora_ de la
_Fortuna con seso_, que hace parezca y confiese y haga cada cual lo que
es y merece.

[178]

      “Con chilladores delante
      Y envaramiento detrás”,

que de Escarramán dijo allá nuestro poeta.

[179] _Rebenque_, el látigo de azotar, propio del cómitre en las
galeras para azotar a los galeotes.

[180] _Derramando_, arrojando. Iba en borrico el azotado, y el
alguacil, en rocín; _la hora_ de la Fortuna con seso trocó las cosas
conforme a justicia, pues el alguacil merecía y suele merecer los
azotes más que el ajusticiado no pocas veces.

[181] “El escribano se apeó para remediarlo, y sacando la pluma, le
cogió la _hora_ y se la alargó en remo y empezó a bogar cuando quería
escribir”. (Edic. de Zaragoza y todas las posteriores). “Asiéndole
por las narices un diablo de uñas largas, le cargó a la espalda, y
corriendo, decía: 'Ábrase el averno y toquen chirimías, que hoy es
día de gracia; denme plácemes, que traigo un tesoro de mentiras y un
apóstata de la fe: alegría y lluevan plumas, que hay pez gordo en el
banquete'”. (Ms. de Lista).

[182] _Chirrión_, carro que chirría, a propósito para pases estrechos,
que avise de antemano, no vaya otro al encuentro y no puedan volver
atrás: tal en los montes de las Bascongadas. _Diál. monter._, 13: “Con
chirrión o carro”.

[183] _Zampándose_, metiéndose. L. RUEDA, _Despos._: “Pues zámpese
dentro a somorgujo”. _Siglo pitag._, 3: “Y zámpense de golpe en la
posada”.

[184] Y como se acabase la barredera, llegó Satanás con una espuerta
de putas feas y lagañosas, diciendo: “Aguarden los rufianes, que allá
va ese emplasto de ungüentos a volverse a sus botes, y pónganles a
recaudo, no se reviertan, que es género que se liquida fácilmente”.
(Ms. de Lista).

[185] _Por debajo de_, so color, con el disfraz de. LEÓN, _Job_, 42:
“Un querer debajo de esta color desobligarse de aquello que”. COLOMA,
_G. Fland._, 2: “Sin desmandarse un hombre a entrar en Francia debajo
de ningún pretexto”.

[186] “tejas y las celosías”. (Ms. de Frías).

[187] _Afufarse_ y _afufar_, huír o _tomar las afufas_. _Comed.
Florin._, 5: “Y contento, pues que iba él, quiero afufar, no se
arrepienta y vuelva por mí”. TORR. NAHARR., 2, 115: “Y se afufan con
el caire (y se van con el dinero)”. A. Solís, _Poes._, p. 151: “Quiso
afufarse, mas ella | se le agarró de los brazos”.

[188] _Argel_, de esclavos, esclavitud, de Argel, por los que allí
había. COLOM., _Obr. poét._: “Al voluntario Argel agradecido”.

[189] _Arraez_, patrono de barca, etc.; literalmente, cabeza y jefe.
Fué _Morato Raez Maltrapillo_ un renegado murciano, amigo íntimo del
rey de Argel Azán, y a sus oficios debió la vida el grande autor del
_Quijote_, que por romper el cautiverio no hubo empresa aventurada que
no tratase de acometer. Véase CEJADOR, _Leng. Cerv._, II, _Agi Morato._

[190] “a mí”. (Edic. de Zaragoza y todas las siguientes).

[191] “Misit ad eum uxor eius dicens: Nihil tibi et iusto illi! Multa
enim passa sum hodie per visum propter eum”. (MATEO, 27, 19).

[192] _Untado_, sobornado, del facilitar los despachos como el unto
el rodar de la rueda. _Rufián viudo_: “Que no puede chillar (el
alguacil), porque está untado”. QUIJ., 1, 22: “Hubiera untado con ellos
(los ducados) la pluma del escribano”. “Las brujas se untaban para
trasportarse al aquelarre”. (_Diálog. perros._)

[193] _Torcida_, la mecha del candil. _Poder arder en un candil_, de lo
muy eficaz, aludiendo al vino muy generoso, por su mucho alcohol.

[194] _Tu nombre_, el de _condenado_.

[195] “y para ellas”. (Todos los impresos). Uñas de ladrón.

[196] CORR., 506: “_A pedir de boca._ (Cuando algo viene como se
desea)”.

[197] _Tapida_; en _Z_, _tapiada_. _Tapir_ es propiamente apretar el
tejido en el telar; dícese en Castilla, y _en-tap-ecer_ en Aragón. F.
SILVA, _Celest._, 18: “Los cencerros de los mansos tan sordos están
en mis oídos, cuanto me los tiene recalcados y tapidos la memoria de
la voz de mi Acais”. _Tap-ido_, por tupido, dícese en Aragón, como en
Castilla.

[198] _Zabucar_, dar empujones y revolver un líquido. J. POLO,
_Univers._: “Aquí a las dificultades, | que en las mentes se zabucan, |
satisfacen las doctoras | desatándoles sus dudas”.

[199] “quedó en ayunas. Cogióle la _hora_”. (Menos las belgas, todas
las ediciones).

[200] “morciégalos”. (_Z_).

[201] _Como boca de lobo_, de la muy oscura. _Quij._, 2, 48: “Quedó la
estancia como boca de lobo”. (CEJADOR, _Tesor._, _L_, 96).

[202] “A este grito acudieron multitud de copleros a encender sus
coplas, y entre ellos iba cierto conductor (_con_) un mamotreto de
ellas, y como lo viese una vieja, gritaba: 'Tate, malandrín, y no
las enciendas, que si apagadas queman, encendidas han de abrasar el
mundo’”. (Ms. de Lista).

[203] _Buscón_, _estafador_ y hurtador en germanía. _Oro viejo_, 1, p.
48: “Y mucho, raterísima buscona, | dechado universal de aventureras, |
espía doble de las faldriqueras”.

[204] _Piramidal_, que merecía coroza como pirámide.

[205] “con espetera de zancajos viejos y barri(_zal_)es de sobaco”.
(Ms. de Lista).

[206] D. VEGA, _Paraís_. _S. Buenav._: “Va allí debajo sudando la
gota tan gorda y trae brumados los hombros”. Por el gran cerco de sus
faldas, debajo de las cuales se llevaba hurtadas telas de las tiendas;
por la portada de su casa no cabía a duras penas, haciéndola sudar y
trabajar a la portada para darle paso.

[207] Con los mismos términos ridiculizó en el año anterior de 1634
aquella moda ingrata y desapacible de las mujeres el licenciado Luis de
Benavente, en el entremés cantado _El Guardainfante_ (parte primera).
Un alguacil dice al alcalde (papel que hacía el regocijadísimo Juan
Rana):

      Presa os traigo una falduda,
      Porque, entrando por la plaza,
      Hasta que pasó, estuvieron
      Detenidas cien mil
      almas.

                                ALCALDE

      ¿Es muy gorda?

                               ALGUACIL

      Una sardina.

                                ALCALDE

      ¿Iba sola?

                               ALGUACIL

      Ella y sus faldas.

                                ALCALDE

      No es mala la añadidura:
      Menos ocupa la guarda.

 (_Sacan atada con una maroma a la_ FALDUDA, _admírase el Concejo y
 espántase el_ ALCALDE).

                          TODOS (_Cantando_).

      _Por sus condiciones y por sus
      usos, Ya no caben las hembras dentro del mundo._

                                ALCALDE

      Jeso Cristo: ¡ola! ¿Es mujer?

                               ALGUACIL

      Pues ¿qué ha de ser?

                                ALCALDE

                La tarasca,
      Que ya sale por el
      Corpus Medio sierpe y medio dama.

           LA FALDUDA (_Cantando y bailando, le responde._)

      _Lo que se usa, señor Alcaldito,
      Gracioso y bonito,
      Dice el refrancito
      Que nunca se excusa;
      Y por sólo hacer lo que vemos,
      Las hembras traemos,
      Aunque reventemos,
      Tanta garatusa, tusa, tusa._

                                ALCALDE

      Si por ver lo que se
      han ensanchado,
      El padre o velado,
      A ojo cerrado,
      Les diera una tunda,
      Vive Cristo que el toldo bajaran,
      Y aunque regañaran,
      Ellas ahorraran
      De tanta baraúnda, unda, unda.

Benavente aprovecha, para arrojar todo el ridículo sobre tales faldas,
las circunstancia de armarse con ballenas, aros de hierro, paja y
esparto, disponiendo que los pescadores, los mozos de mulas y el
invierno en cuerpo y alma les reclamen lo que es suyo. Pero la tiranía
de la moda búrlase de la sátira de los poetas cuando hasta desoye las
prescripciones de las leyes. Por pregón, se mandó en Madrid, a 13 de
abril de 1639, que, excepto las mujeres públicas, ninguna pudiera
traer guardainfante ni otro vestido que se le asemejase, pena de
perder el traje y, por la primera vez, 20.000 maravedís. Pellicer, en
sus _Avisos_ de 26 de julio del mismo año, habla de la risa que en
aquel día causó en la Corte ver colgados de los balcones de la cárcel
más de 100 guardainfantes quitados a mujeres. Pero el mismo Pellicer
refiere cómo en 18 de setiembre del año siguiente de 1640 se alborotó
Madrid porque el nuevo Presidente quiso llevar adelante la extinción
de aquella moda, abolida nada menos que por una pragmática. En una
colección de _Romances varios de diversos autores_, que este mismo año
de 1640 imprimió en Zaragoza Pedro Lanaja, se encuentra el siguiente
rasgo:

        Guardainfante era, y ya estoy
      Tan otro del que me vi,
      Que aprender podéis de mí
      Lo que va de ayer a hoy.
      Hoy risa del pueblo soy,
      Ayer fuí todo su vicio,
      Pues, frustrado mi ejercicio,
      Dicen a mi poca medra:
      Escollo armado de yedra,
      Yo te conocí edificio.
        Siempre pienso dónde voy,
      Cómo me veo y me vi,
      Que ayer maravilla fuí
      Y hoy sombra mía no soy.
      Galas, vivo ejemplo os doy,
      Pues, por salir de mis quicios,
      Os muestro en claros indicios
      Mi mal, que a todos excede,
      Ejemplo de lo que puede
      La carrera de los vicios.
        Acuérdome que tenía,
      Por gala de tan buen aire,
      Valentía en el donaire,
      Donaire en la valentía;
      Pero ya ha llegado el día
      En que estoy tan desvalido,
      Que las damas que he servido
      Me dicen al fin postrero:
      “¡De lo que fuiste primero
      Estás tan desconocido!”
        Aplauso que el mundo da,
      Por mi gala merecido,
      ¿Quién como yo le ha tenido?
      ¿Quién como yo le tendrá?
      Dicha que se pasó ya,
      Hoy es de penas abismo,
      Y así, deste silogismo
      Quedo tan desengañado,
      Que, de mí mismo olvidado,
      No me acuerdo de mí mismo.
        Pendiente me vi colgado
      Junto al lugar más dichoso,
      Yo, de ninguno envidioso,
      Y de todos envidiado;
      Mas ¡ay desdichas del hado,
      Cuánto acabas, cuánto puedes!
      Pues, araña entre las redes,
      Me cuelgan, como de almenas,
      En un retrete que apenas
      Se divisan las paredes.
      Por mí se puede cantar,
      Cuando mis desdichas toco:
      “¡Mundo loco, mundo loco:
      Nadie debe en ti fiar!”
      En pobre y solo lugar
      Me han puesto mis vanidades,
      Pues del tiempo las crueldades
      Me traen a aquestos retiros,
      Aquí, donde mis suspiros
      Pueblan estas soledades.

[208] _Carcabueço_ dicen, con _b_ y con _cedilla_, el manuscrito de
Frías y la edición de Zaragoza. Escrita del propio modo se ve en
_La Culta latiniparla_ y en otros manuscritos y libros antiguos. El
_Diccionario_ de la Academia no se acuerda de esta palabra, como
ni de otras muchas. He aceptado la ortografía de Terreros porque,
significando _carcavueso_ lo mismo que _carcavón_, aumentativo de
cárcava, una zanja u hoyo grande para sepultar muchos muertos juntos
o arrojar sus _huesos_, parece que no tiene lugar en esta voz la _z_,
cuya letra, aunque entra en los aumentativos, se combina de otra manera.

[209] _Con pinta de_, que parecía. Pintas son las rayas de los naipes,
por las cuales se conocen aun antes de descubrir las figuras. FONS.,
_Vid. Cr._, 2, 20: “En la casa del jugador hasta la hija conoce una
primera por la pinta”.

[210] _Carantamaula_, propiamente carátula o careta figurando una cara
muy fea. _Poem. heroico_, 1: “Un hombre tentación, carantamaula, | que
no puede enseñarse sino en jaula”. LOPE, _Inobed._, III, p. 550: “Ésta
es la carantamaula, | que dijeron que es pescado”.

[211] _En grupa_, atrás, como montar _en_ o _a la grupa_ de la
cabalgadura, donde va la _gurupera_.

[212] _Tan lejos_, en la retahila que acaba de contar. Este párrafo es
de lo más ingenioso y salado que se ha escrito.

[213] _Revestirse en._ A. PÉREZ, _Dom. 3 cuar._, f. 505: “Como demonios
revestidos en un cuerpo humano”. Ídem, f. 134: “Hablándola por boca de
una serpiente y revistiéndose en ella”.

[214] _Enflautado_, metido como en flauta, por lo charlatana que era
la _cotorrera_ o mujer que anda de cotorro en cotorro y lo parla todo,
como la _cotorra_.

[215] En todas las impresiones españolas que he manejado falta este
capítulo de “El criado favorecido y el amo”.

[216] “Los polvos del miércoles corvillo. Estábase afeitando una
mujer casada y rica”. (Edic. de Zaragoza y siguientes, menos las de
Bruselas). Por la inclinación al “Humiliate capita vestra Deo”, del
miércoles de Ceniza o _corvillo_ (HITA, mi edición, 1172).

[217] _Hopalandas_, propiamente vestiduras largas.

[218] _Jalbegar_ y _jalbiego_ dícese en Extremadura, de _enjalbegar_,
de _ex-albicare_, encalar las paredes.

[219] _Aloja_, bebida de agua, miel y especias.

[220] _Cerilla_, unto, como cera, para afeite (_Celestina_, mi edic.),
así como _sals-er-illa_.

[221] Del achaque de martirizar su rostro las dueñas con mil suertes de
menjurges y mudas se burló varias veces el autor del _Quijote_. En la
comedia _La Casa de los celos_ dirige a Angélica estas razones la Dueña:

        “¿Cuándo, señora, veremos
      El fin de nuestros caminos?
      ¿Cuándo de estos desatinos
      A buen acuerdo saldremos?
      ¿Cuándo me veré ¡ay de mí!
      Con mi almohadilla sentada
      En estrado y descansada,
      Como algún tiempo me vi?
      ¿Cuándo de mis redomillas
      Veré los blancos afeites,
      Las _unturas_, los aceites,
      Las adobadas pasillas?
      ¿Cuándo me daré un buen rato
      En reposo y sin sospecha,
      _Que traigo esta cara hecha
      Una suela de zapato_?”

[222] Sobre sus chapines, para dar a entender lo altos que eran, y de
tantos corchos.

[223] _Costillas de borrenas_, almohadillas, como en los borrenes de
la silla de cabalgar; _lana-plenar_, como _terraplenar_. _Borrenas_
se decía, como _borrenes_. P. ESPIN., _Elog. retr._: “Con silla de
borrenas”. EUG. SALAZ., _Cart._, p. 32, 37.

[224] Así dice el manuscrito de Frías, y así debía decir. En la primera
edición de Zaragoza imprimieron _aplanase_, y de aquí todas.

[225] “la frente, y encajándose”. (Los impresos.) Y es mejor lección.

[226] Juego de muchachos, pesado y poco limpio, que aún se conserva en
algunos pueblos.

[227] _Visión_, fantasmón, por lo fea y risible.

[228] _Andularios_, vestidura larga. QUEV., _C. de c._: “Asiéndole de
los andularios”.

[229] “la muerte en las manos”. (Edic. de Zaragoza y siguientes).

[230] _Pantasma_ se dice todavía por fantasma.

[231] _Persil._, 1, 2: “Cuando revistiéndosele a Transila el mismo
espíritu que tuvo al tiempo que se vió en el mismo acto y ocasión que
su padre contaba”.

[232] _Porque ya no tenían._ Todo esto lo pintó Mateo Alemán en su
_Guzmán de Alfarache_, 2, 3, 7.

[233] “coméis los ladrones”. (Edic. de Zaragoza y posteriores).

[234] _Herrería_, dícese del repiquetear de broqueles y espadas y de
cualquier estruendosa batahola. _Amante lib._: “Por ver en qué paraba
aquella grande herrería que sonaba”. _Señ. Cornel_.: “Estuvo atento y
no sintió palabra alguna: la herrería era a la sorda”.

[235] _Se tomaban ya de los años_, como se toma de herrumbre o moho una
cosa.

[236] _Gorjearse_, hablar de gorja, haciendo ostentación y
regodeándose. ZAMORA, _Monarq._, _3 Visit._: “Se estaba en la cama
gorjeando con su alma”.

[237] “desvaneciéndose de ponleví y naguas”. (Edic. de Zaragoza y
posteriores.) _Ponleví_, del fr. _pont levis_, puente levadizo, por la
curva de la suela y el hueco entre la punta del calzado y el tacón,
forma francesa que se daba al calzado, tacón de madera muy alto,
derribado hacia adelante y disminuyendo por su parte semicircular desde
el arranque hasta abajo.

[238] Palabra compuesta por Quevedo del adverbio de tiempo muy remoto
_antaño_.

[239] “Otras en palanquillas tocadas de adentro y recatadas de afuera,
eclipsaban el ojo para ser eclipsadas y eclipsar, que los eclipses son
su fuerte”. (Ms. de Lista).

[240] _Gorgoritas_ son los quiebros que, especialmente en el canto, se
hacen con la voz en la garganta.

[241] “vestidos de _noli me tangere_” (Ms. de Frías.) _Nolimetangere_,
llagas del rostro propiamente, que, tocadas, se empeoran: alude a la
frase de Cristo resucitado a la Magdalena.

[242] _Romanar_, pesar con romana, aquí llevadas en peso de manera
parecida en la litera.

[243] _Escarpines_, paño o tela debajo del calzado, que recoge el sudor.

[244] _Fregenal_, olor a cuero y tenería, por los famosos que en
Fregenal de la Sierra se curtían, y por lo mismo dice Quevedo (_jác._
5): “Del cardo de Fregenal | mucha penca se pregona | y le gastan las
espaldas | más que ensaladas y ollas”. El rebenque y azote se hacía de
dos tiras pespuntadas de cuero duro, y por parecerse a la penca del
cardo y estar hecho del cuero de Fregenal, dice esto Quevedo.

[245] _Reciennaciéndose_, desantañándose, dándose por muy niñas.

[246] _Niña postiza_, la muñeca con que las niñas juegan.

[247] “perspectiva o arismética”. (Los impresos.) Quiere decir que las
que se hacían niñas con juguetes y muñecas, callaban la muerte, que
esto es _la vieja_, como callan las niñas la caca y hacían que los ojos
que las miraban calculasen y contasen por cunas (haciendo pasar) los
que eran ataúdes, esto es, las literas en que iban; a los que miraban a
las niñas viejas de dentro, parecían cunas, siendo ataúdes.

[248] _Estoflerino_, latinizado el nombre Juan _Stoffler_ o
_Stoeffler_, célebre astrónomo suavo, que nació en Justingen por los
años de 1452. Continuó las efemérides de Regiomontano (Muller) desde
1482. En 1499 presentó unas nuevas, calculadas para los veinte años
siguientes, al Senado de Ulma, que le dieron grande reputación. Publicó
otras para 1524, anunciando que, por efecto de la conjunción de los
grandes planetas, habría el 20 de febrero una inundación tan grande
que trastornaría la superficie del globo. Grande terror produjo esto y
pusilanimidad en las gentes, que buscaron asilo en las altas montañas y
prepararon barcas para salvarse con su familia. El mes de febrero llegó
y fué, a pesar de la conjunción, muy seco: _Stoffler_ se apresuró a
explicar las causas que desconcertaron sus predicciones y sus cálculos
continuaron siendo muy buscados. Murió en Viena el año de 1531.

_Magino._ _Maxino_ dice el original manuscrito. _Máximo_ la edición de
Zaragoza y todas las posteriores, hasta la de Sancha, en que se lee
_Maximio_. Obras de este célebre astrónomo: _Ephemerides coelestium
motuum_ Io. Antonii Magini, _patavini, ab anno 1598 usque ad annum
1610, secundum Copernici observationes accuratissime supputatae et
correctae; ad longitudinem inclitae Venetiarum urbis. Venetiis, apud
Damianum Zenarium, 1599.--Tabulae secundorum mobilium_ _coelestium.
Authore_ Io. Antonio Magino, _patavino, philosophiae, ac mathematicarum
professore. Cum privilegiis. Venetiis, M.D.LXXXV. Ex officina Damiani
Zenari._ El afamado matemático paduano Juan Antonio _Magín_ murió el
año de 1617.

De Origano: _Annorum priorum 30 incipientium ab anno Christi 1595, et
desinentium in annum 1624_, Ephemerides Brandenburgicae _coelestium
motuum et temporum; summa diligentia in luminaribus calculo duplici
Tychonico et Prutenico, in reliquis planetis Prutenico seu Copernicaeo
elaboratae_, a Davide Origano _glacense germano, mathematico in
Academia electorali Brandenburgica profesore publico et ordinario.
Typis exscripsit Joannes Eichorn. Anno 1609. Apud Davidem Reichardum
bibliopolam stetinensem._

Andrés _Argoli_ nació en el reino de Nápoles en 1570. Dedicado a la
Filosofía y a la Medicina con aprovechamiento singular, no se libró
de caer en los sueños de los astrólogos. Perseguido por sus émulos,
se retrajo a Venecia. El Senado le acogió favorablemente, le proveyó
de instrumentos para sus observaciones y le nombró matemático de
la Universidad de Padua, y en 1640, caballero de San Marcos. Murió
en 1653. Escribió: _De diebus criticis, Primi movilis tabulae,
Observaciones sobre el cometa de 1653_, y, por último, las _Efemérides_:

_Andreae Argoli à Talliacozzo. Novae coelestium motuum_ Ephemerides.
_Ad longitudinem Almae Urbis. Ab anno 1620 ad 1640 ex ejusdem Auctoris
tabulis supputatae, quae congruunt Danicis, Rodulphinis, et Tychonis
Brahae è Coelo deductis observationibus. Romae. Ex Typographia
Guillelmi Facciotti. M.DC.XXIX._--Andreae Argoli _Medici, Philosophi,
ac in celeberrimo Patavino Gymnasia mathematicas profitentis_,
Ephemerides _annorum L iuxta Tychonis_ _hypotheses, et accurate è Coelo
deductas observationes. Ab anno 1630 ad annum 1680. Cum privilegiis.
Venetiis, 1638._

Hemos puesto _Argolo_ en el texto, en vez de _Argolio_, que dicen los
ejemplares de _La Hora de todos_, manuscritos e impresos.

[249] _Zurr-ido_, posverbal participal de zurrir, el sonar bronco.
ÁVIL., _Ep._, 34: “Mirando como ya es todo pasado y los que ve están ya
olvidados y todo se haya pasado así como agua que corría con zurrido”.
También _zurrí-o_. LASO OROP., _Lucano_, p. 108: “No es aún apagada la
tempestad, sino anda debajo las aguas con sordo zurrío”.

[250] Dejó de primera intención el amanuense de Quevedo la fecha
en blanco, y la llenó después con tinta más negra, fijando el año
que corresponde al en que se pensaba publicar el libro, propósito
que desbarató la prolija enfermedad y muerte de don Francisco. Esta
pequeña circunstancia del manuscrito es de gran momento para fijar la
cronología.

[251] “Escribió Quevedo este libro año de 1645”. (Nota absurda de la
edición de Bruselas).

[252] _Sobre raigones_ no salen los dientes.

[253] “bestiales del sitio de sus criados. Oíase”. (Ms. de Frías.)
_Arpadas_, lisonjas quebradas, cortadas, como los gorjeos y quiebros de
aves.

[254] _Galopín_, mozo de cocina.

[255] _El coram vobis_, la cara, iluminada de simplicidades.

[256] _Pujar_, subir como en almoneda.

[257] _En-cant-usar_, engañar como con encant-os. L. RUEDA, 1, 110:
“Creo que algún bellaco y embaidor me la’ncantusado”.

[258] _Zollipo_, o sollipo o zolipo, de sollar e hipo, es el hipo
(ROSAL). LAG. _Diosc._, 2, 117: “Sana los sollipos y torcijones de
vientre”. _Zollipar_ es bostezar. HOROZCO, _Canc._, p. 157: “¿Qué
zollipas?--Tengo temor que las tripas | se me sequen de vacías”.

[259] _Se afilaron de embeleco_, sutilizaron y aguzaron su mentira o
embeleco.

[260] Cuadro copiado del natural con verdad prodigiosa. La real cámara
de Felipe IV, el Conde-Duque, en 1635 y en 1640, y todos los suyos, no
pueden estar retratados con pincel más valiente.

[261] _Gañar_ díjose como ganar, de donde _gañ-án_, el obrero que gaña
o gana con su trabajo. _Bibl. Ferr. Gen._, 47, 32: “Que varones de
gañado son”. En Aragón, _guañar_ por ganar (BLANCAS, _Com. comitiis_).
S. BADAJ., 2, p. 74: “No espera, soltá el gañado”.

[262] “por hacerle creer había estornudado, le saludaron con la frase
acostumbrada. Pues cógele la _hora_”. (Edic. de Zaragoza y siguientes).

[263] _Dios le ayude_, o _¡Jesús!_, fórmula al ver estornudar a otro,
por haberse creído que podría escapársele el alma, cuando ésta no era
más que el aliento (CEJADOR, _Tesoro_, _N_, 17).

[264] _Encreyentes_ dicen las ediciones. L. RUEDA, 1, 20: “Pues le he
hecho encreyente a este animalazo qu’esta caratula es el rostro de
Diego Sánchez”. TORR., _Fil. mor._, 24, 6: “Queriendo hacer encreyentes
a los ojos, como si aquello fuese verdadero”. Nótese, con todo, que
puede ser adverbial la forma plural, o rutinaria, por el _en justos y
en creyentes_, pues encreyentes se repite en Quevedo. _Rom._ 69: “No me
has de hacer encreyentes | que pueden volar mis zancas”. _C. de c_: “No
me lo harán encreyentes cuantos aran y cavan”.

[265] _Mosqueándose de_, librarse de, zafarse de, como sacudiendo las
moscas. J. SAL., c. 7: “Y el mismo Papa al mismo P. Méndez le mosqueó
de Roma... ofendido de sus extravagancias”. QUEVED., _Entret._:
“Empezó a mosquearse de él”.

[266] El acatarrado pierde bastante el olfato, y el oler su regüeldo le
valió.

[267] _Chocando_, metáfora del tocar las cadenas, etc., en la piedra de
toque, para aquilatarlas.

[268] _Migajas de_, pedacillos de vidrio.

[269] _Claveque_, piedra semejante al diamante, pero de poco valor.

[270] A. PÉREZ, _Viern. 2 cuar._, f. 480: “¿Por qué no les hablábades
claro, pan por pan y vino por vino?”

[271] _Pegar la boca a la pared_, resolverse a callar la necesidad que
se padece, por grande que sea.

[272] CORR., 547: “_La cara descubierta._ (Que puede parecer sin
correrse de nada feo: puede parecer la cara descubierta, puedo ir la
cara descubierta)”.

[273] CÁCER., ps. 17: “Buen trato, liso y con mucha llaneza, sí por sí,
no por no”.

[274] _Cardas_, propias de la _carda_ u oficio de ladrón. _De medio a
medio_, enteramente.

[275] _Contraste_, platero que tiene el oficio de contrastar el oro y
plata. ZABAL., _Día f._, 1, 18: “Que valen mucho más, como consta por
la fe del contraste”.

[276] _Enviarle noramala_, con cajas destempladas, despedir malamente.

[277] _Letra entre piernas_, de la frase _rabo entre piernas_,
avergonzado y como perro huído.

[278] _Pegársela_, engañarle, _darle una pega_, _darle la pega_, de la
pega de la bota.

[279] “con inmensa marbolla”. (Edic. de Zaragoza y todas las
posteriores.) En vez de _marbolla_ quisieron tal vez decir _barbulla_.

[280] _Cosetada_, propiamente carrera en el _cos-o_, luego empujón. En
este segundo sentido úsase en Extremadura. _Cuent. d. c._: “Fuese tras
él dando cosetadas”. De aquí _coset-ear_. L. ARIZ, _Hist. Ávila_, f.
38: “Coseteando por el coso”.

[281] “Empelotáronse”. (Desde la edición de Zaragoza, todas.) _Autos s.
xvi_, 3, 335: “Ansí por nuesos pecados | al osario de Sigüenza | hemos
d’ir empelazgados”. De _pelazga_, contienda, de _pelaza_, _pelea_,
pelo. _Trag. Polic._, 7: “Y esta pelazga nos tienen agora guardada”.

[282] _Maul-ero_, el que anda en maulas o engaños. SOLÍS, _El amor_, j.
2: “Aquí hay maula”.

[283] “los gatos, unos con otros, con grande séquito”. (Edic. de
Zaragoza, y de allí todas).

[284] _Al verdugo_, que es _guardajoyas_, de como en _el traidor de
Galalón_ (_Quij._), para hacer resaltar más el calificativo.

[285] _Asurarse_, abrasarse, aquí perturbarse, echarse a perder. TORR.,
_Fil. mor._, 25, 4: “Se asuran los niños como las ollas, con el calor
demasiado”.

[286] _Taita_, voz de niños llamando al padre. J. PIN., _Agr._, 21, 8:
“Lo primero que los niños aprenden decir para con los padres es taita,
y lo que primero saben decir a las madres es mama”. Véase CEJADOR,
_Tesoro_, _A_, 43.

[287] _Andar a daca y toma_, en dares y tomares. CORR., 505: “_A daca y
toma._ (Andar a trocar; trueco de muchachos, que no se fían, y truecan
dando y tomando; dícese de los interesados y desconfiados en tratar
siempre con resguardo.)” _Tomarse del vino_, emborracharse.

[288] “_patio de palacio._” (Edic. de Zaragoza, y de allí todas).

[289] “con otros sobre cuál llegaría primero, nevaron”. (Edic. de
Zaragoza, y de allí todas).

[290] _Cartapel_, escrito largo para fijar bandos y edictos y cualquier
papel grande de mucha letra muy metida.

[291] Recuérdense los impertinentes _advertimientos al Príncipe_ que de
aquellas calendas se ven impresos; téngase en cuenta el fin principal
y de importancia suma a que tiraba el castellano Lipsio; no se pierda
jamás de vista que le era forzoso remedar y traducir aquí los desatinos
de los áulicos y curanderos políticos, y entonces no nos parecerán
menos ridículos e ingeniosos que los que había dejado por modelos el
rey de los escritores españoles: los arbitristas de Dinamarca. Por
lo bien dibujados, rivalizan con don Quijote, deseando aconsejen al
Monarca junte en la Corte, y en un día señalado, a cuantos caballeros
andantes vayan por la Península, que tal podría venir entre ellos que
sólo bastase a destruir toda la potestad del turco. En lo extravagante
se igualan casi al arbitrista del Hospital de la Resurrección, en
Valladolid, proponiendo se mande a todos los vasallos de Su Majestad
ayunar una vez en el mes a pan y agua, reduciendo a dinero el gasto
de aquel día para que, con provecho de sus cuerpos y de sus almas,
tuviesen el lauro de desempeñar en veinte años las cargas del Tesoro:
ocurrencias felicísimas y muy difíciles de superar. El autor de _El
Diablo cojuelo_ queda muy inferior a Cervantes y Quevedo burlándose de
estos abejarucos políticos. Los arbitristas no fueron una plaga del
reinado de los Felipes: abundaron en todos los siglos.

[292] CORR., 510: “_Alza, Dios, tu ira._ (Dícese de una persona,
cuando se refiere que se enojó mucho; dando a entender que se arrebató
demasiado.)” Sobre _em-borr-ull-arse_, en CEJADOR, _Tesoro_, _B_.

[293] _Barbulla_, posv. de barbull-ar, bullicio, parloteo. GUEVARA,
_Men. Corte_, 12: “Son tantas las barbullas, tráfagos y mentiras”.

[294] “como hideputas”. (Las impresiones de Zaragoza y siguientes).

[295] “1634, miércoles 29 de noviembre.--Por descuido de unos mozos se
encendió el fuego en lo accesorio de las caballerizas del Rey, y, sin
poderlo remediar, se quemaron cuarenta y dos caballos de coches, con la
casa en que estaban, que es distante de la principal de los caballos
regalados.

“1640.--Por Carnestolendas se prendió fuego en el cuarto principal
del Retiro, que cae hacia San Jerónimo, y, sin poderlo remediar,
se quemó mucho, con _dos torres_ principales y la mayor parte del
cuarto que mira a Madrid, y por librar las alhajas, que eran entonces
muy ricas, _se quebraron y maltrataron muchas y de mucho precio_.
Volvióse a reformar todo con diligencia. El pueblo, que de accidentes
saca conjeturas, juntó los tres de estos años, diciendo que en el
uno había dado en agua; en el otro, en aire, y en éste, en fuego;
que sólo faltaba que diese en tierra, y que así dió con la caída del
Conde-Duque, que presto sucedió. Fué el daño de medio millón. Reparóse
tan presto, que por pascua de Resurrección estaba acabado”. (LEÓN
PINELO, _Historia de Madrid_, Ms.).

Retocada _La Hora de todos_ en 1645, pudo muy bien aludir Quevedo a
ambos acontecimientos. Los que Pinelo refiere en agua y en aire son el
de haberse roto la noche de San Juan de 1639 un estanque del Retiro,
más alto que la cámara real, que pudo poner al Monarca en grave riesgo,
y haber al año siguiente un furioso torbellino de viento desbaratado el
teatro, maravilloso en luces, toldos, máquinas y tramoyas, levantado
sobre barcas en el estanque grande de aquel sitio.

[296] “ha de quemar”. (Desde la impresión de Zaragoza, todas).

[297] _Roerle los zancajos_, hablar de él mal por detrás, como gozquejo
que ladra y a los zancajos se tira. CÁCER., ps. 100: “Aquéllos que
andaban royendo los zancajos: 'Detrahentem secreto proximo suo'”.

[298] _Tablet-ear_, hacer ruido como con tabletas.

[299] CORR., 522: “_En un tris._ (Denota suma brevedad, como la de un
golpe; tómase del sonido de una cosa que se quiebra, como de vidrio o
barro, y significa también el punto de peligro en que estuvo algo para
caerse o quebrarse: estuvo en un tris, no faltó un tris, no faltó sino
un tris.)”

[300] La vuelta y demasía que se pagaba en los cambios, según se hacían
éstos en oro, plata o calderilla, por la baja que sufrió en aquellos
tiempos la moneda de cobre.

[301] Quevedo, en _El Chitón de las taravillas_, escribió que al
comenzar el año de 1630 se hablaba del doblón y del real de a ocho
como de los difuntos y se decía: “El oro que pudre, la plata que Dios
tenga”. Aquí, en 1636, se acuerda de ellos como Jorge Manrique se
acordaba de los sucesos de su juventud en la copla XVI:

      “¿Qué se hizo el rey don Juan?
      Los Infantes de Aragón,
      _¿Qué se hicieron?_”

De modo que, habiendo tocado a gloria nuestro escritor en el primer
discurso, abrigando la esperanza de que habían desaparecido para
siempre los males ocasionados al reino por las desacertadas leyes del
trueco de la plata, tuvo que refrenar su gozo cuando vió, transcurridos
seis años, que el Gobierno era impotente para restaurar la Hacienda de
España, cancerada desde los tiempos de Felipe II.

[302] _Mataperros_, la bola y morcilla y zarazas con que se les mata.

[303] “No fiéis la tajada al gato, que os ha de pagar con arañazos. Y
si gustan del pescado, se les indigesta después el bolso y se van de
hartadizos, echando ventosas”. (Ms. de Lista).

[304] “viejos y muertos”. (Los impresos todos).

[305] _Pantasma_, la figura, la persona del viejo podrido, pero que
tenga dinero, por lo que luego los llama _estantiguas_, y _carroños_,
de _carroña_ o esqueleto mondo, comido de grajos.

[306] _Mejicanos_, doblones de oro mejicano, _unto mejicano_.

[307] “una parte moderada”. (Los impresos).

[308] “Y no lo hago de codicia, sino de generosa, que, por haberlo
sido, desportillé mi honra a golpe de dragón y a son de calderilla: no
la abolléis vosotras tan pobremente, que alhaja mal apreciada deja de
serlo”. (Ms. de Lista).

[309] _Mam-ullar_, pronunciar como _mam-ando_, por falta de dientes.

[310] “tomasas”. (Constantemente se ha impreso.) Ambas voces pueden
subsistir como formadas del verbo _tomar_ por el genio suelto y
desenfadado del autor de _La Hora de todos_.

[311] “tejedora de caras, has de advertir”, etc. (Edición de Zaragoza).

[312] “podre barbada” (edición de Zaragoza, 1650); “pobre barbada” (la
de Bruselas y todas las posteriores).

[313] “que años aflojan y no dan provecho”. (Ms. de Lista.)
_Cazasiglos_, los muy viejos.

[314] _Maya_, la moza que hace de reina en la fiesta tradicional de
mayo; aquí significa que es la más moza y reina de los difuntos, que
está para morir. LOPE, _Maya_, II, p. 41: “Hoy el Alma ha de ser Maya,
| grande fiesta quiero hacer, | puesto que el Mayo se vaya”.

[315] _Mariposas_, que andan en torno ya de la muerte, por ser muy
viejas.

[316] _Tararira_, alegría bulliciosa. _Quev._, _Poem. her._, 1:
“Inspirad tarariras y chaconas”. Q. BENAV., 1, 311: “¡Tararira! ¡con
qué pie | he salido esta mañana”.

[317] _De la sonsaca_, que viven de sonsacar.

[318] _Andorras_, andariegas. _Lo del negro_ del sermón, del que,
después de mucho trabajar, no saca provecho, porque se lo llevan la
vieja, el rufián, etc. O acaso sencillamente indica que trabajan y
afanan como negros. Así: _No somos negros_ y _Trabajar como un negro,
Tratarle como a un negro_. CORR., 612: _Tratóle como a negro, como a
zapato viejo._

[319] “mi Jesús! cuando”. (Todos los impresos).

[320] _Tabaola_ también se decía por metátesis de _batahola_, barullo.

[321] “Y como viera tanta carne y tuviera hambre, se arrojó a las
tablas para hartarse de piltrafas”. (Ms. de Lista).

[322] “Emburulláronse”. (El Ms. de Frías.) “Enmarañáronse todos”. (Los
impresos).

[323] _De buces_, como de bruces, de cabeza, cabeza abajo. QUEV.,
_Rom._ 83: “Dió con él, de un empellón, | de buces detrás de un banco”.

[324] En 1476 crearon los reyes católicos don Fernando y doña Isabel
un severo tribunal, llamado la Santa Hermandad, para perseguir, juzgar
y castigar los delitos cometidos en despoblado, y a 7 de julio de
1486 le dieron Ordenanzas. Según estas leyes, eran asaeteados los
malhechores, atados a un palo, quedando allí expuestos los cadáveres
para escarmiento, pena que frecuentemente se ejecutaba en _Peralvillo_,
lugar inmediato a Ciudad Real, camino de Toledo. Así como los ladrones
tenían su fin en _Peralvillo_, las bolsas lo tenían en el estudio de
aquel letrado garduña.

[325] Hay pocas obras de Quevedo tan plagadas de pensamientos y rasgos
de otras suyas como _La Hora de todos_. Casi íntegro se encuentra el
presente párrafo en la _Visita de los chistes_, y allí, por tanto,
hallará el lector noticia de los más de estos autores de Derecho.

[326] _Burrajear_, _borrajear_, escribir mal, como haciendo _borrajos_
o _burrajos_, que son las agujas u hojas secas y caídas del pino.
_Orlando_, 2: “Ya las chafarrinadas de la aurora | burrajeaban nubes y
collados”.

[327] La _C_ para significar _Código_, y las _ff_, _Digesto_.

[328] “pasante pedía la pitanza”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).

[329] “cámara”. (Ídem).

[330] “valen las rentas”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).

[331] _Subir a las nubes_, encarecer mucho.

[332] _Llover_, como factitivo, hacer que se llueva y moje.

[333] _Cimbronazo_, cintarazo. ZABALETA, _Día f. Trap._: “Dejó asegurar
al esgrimidor bailarín y dióle un cimbronazo, que casi le dejó sin
sentidos”.

[334] “nosotros pobretones”. (Los impresos todos).

[335] _Remoquete_, pulla, como _remoque_. CÁCER., ps. 68: “De esto
escarnecen, chiflan de mí y me dicen sus remoquetes”. CERV., _Gall.
esp._, 2: “Que me habló con remoques y acedía”.

[336] _Gandujar_, _encorvar_, en forma de S. _Rom._ 68: “Formando con
las narices | el gandujado de caca”.

[337] Desatinadamente imprimieron _trocado_ en la edición de Zaragoza
y hasta hoy lo han reproducido todas; pero en la de Bruselas y en el
manuscrito original se lee, como no podía menos de leerse, _trotado_,
esto es, corrido.

[338] Esto es, inficionados, emponzoñados. En la edición primera, y de
allí en todas, se estampó _enarbolados_, levantados en alto. Una y otra
lección son buenas, pero sigo el original.

[339] _Quebrantahuesos_, además de ave de rapiña, es el molesto e
importuno.

[340] “a todos”. (Los impresos).

[341] “al uno”. (Ms. original).

[342] Sobre este desatino del gobierno de Felipe III y Felipe IV
discurrió con novedad Quevedo en los _Anales de quince días_, pág. 213
de la edición de Rivadeneyra.

[343] “fistulados empezaron”. (Los impresos).

[344] “en retahila, y siendo así que el décimo regulaba su futura a
quinientos años venideros. Todos aceptaron la postmuerte”. (Edic. de
Zaragoza.) La de Sancha estropeó más el período diciendo _acertaron_ en
vez de _aceptaron_, y todas hasta hoy lo han reproducido.

[345] “ras con ras con la fin del mundo”. (Todos los impresos).

[346] En 1660 había publicado la de Bruselas lo suprimido, estampando
_canitas_ en lugar de _cañitas_. Sancha lo enmendó, sustituyendo
de propia autoridad _cenizas_, y ocioso es repetir que todas las
publicaciones que han venido después han dicho lo mismo. Quevedo alude
a la especie, que entonces corría entre el vulgo y ha llegado hasta
nosotros, de que uno de los tormentos con que el Antecristo estrechará
a los que no le sigan ha de ser introducir astillas de caña entre
las uñas de los dedos: especie que provino de los árabes. Luis del
Mármol copió en la _Historia del rebelión de los moriscos_ un jofor o
pronóstico del año 1567, donde algo de aquella especie se encuentra:
“El mundo se ha de acabar... Cuando parecieren en esta generación
estas maldades, sujetarlos ha Dios poderoso a gente peor que ellos, que
les dará a gustas cruelísimos tormentos, y enviará Dios sobre ellos
quien no se compadezca del menor ni haga cortesía al mayor. Les tomarán
sus haciendas..., hacerlos han sus cativos, mataránlos..., los
atormentarán _hasta hacerles echar la leche que mamaron por las puntas
de las uñas de los dedos_”. (Lib. III, cap. 3).

[347] “Por mí viva muchos años el treinta futuro”. (Edición de Zaragoza
y las primeras del siglo XVIII).

[348] “edades. El que pescó el oficio”, etc. (Edic. de Zaragoza).

[349] _Saeculum per ignem_, del himno _Dies irae_, el día del juicio;
el _saecula saeculorum_, por los siglos de los siglos, es la eternidad.

[350] _A letra vista_, por no tener vestidos.

[351] _Bacinica_, bacín o bandeja chica para pedir.

[352] _Una S y un clavo_, es-clavo. B. ALCÁZAR, 5: “Púsome en el alma
el clavo | su dulce nombre y la S, | porque ninguno pudiese | saber de
quién soy esclavo”. Era la S y un clavo enlazado a ella la cifra del
nombre _esclavo_, con que se les herraba.

[353] _Las mil y quinientas doblas_, el último recurso. (_Los Sueños_,
mi edición, t. I).

[354] _La bribia_, la vida de los bribones.

[355] _Los buscarían sobre ella._ Se sobrentiende los dineros.

[356] _Contera_, añadidura final, como ella lo es del bastón, y así es
el estribillo. PATÓN, _Eloc._, 81: “Acaban sus coplas en el final, que
dicen estribillo o contera”. ZAMORA, _Mon._, 3, 86, 1: “Pero sea la
contera deste discurso el emperador Juan Conuno”.

[357] “de estafeta a todo el lugar”. (Desde la edición de Zaragoza
hasta hoy, todas).

[358] _Panza al trote_, del que siempre anda comiendo a costa ajena,
donde puede meterse de gorra y de ordinario tiene hambre.

[359] _Clamista_, que echa soflamas.

[360] _Pintaba en_, tenía pinta de, tener señal de, tomado de los dados
y naipes. D. VEGA, _Fer. 4 Dom. 3 cuar._: “Estos falsos maestros son
fulleros y malos jugadores del dado, que la Escritura, de que juegan,
la arman y la sacan a su gusto, haciéndola que pinte a su propósito”.

[361] _Emprestillón_, el que pide prestado a cada paso, de
_emprestillar_; hoy en Chile _empretillar_, de _emprestar_.

[362] _Zalagarda del diablo_, gran escaramuza, riña, propiamente
emboscada. S. HOROZCO, _Canc._, p. 162: “Que podéis creer los dos | que
en esto no hay zalagarda”. Su etimología en CEJADOR, _Tesoro_, Silb.,
235.

[363] _Desmentirse_, decirse _mentís_ uno a otro.

[364] “salida de voz”. (Desde la edición de Zaragoza hasta hoy, todas.)
_Falido_, fallido, caído, frustrado. A. PÉREZ, _Juev. 1 Cuar._, f. 40:
“Con los verdaderamente falidos y menesterosos”.

[365] _Sacatrapos_, propiamente tirabuzón para sacar los tacos del
arma de fuego; el sonsacador en el Alto Aragón y en el texto. _Vid.
del Pícaro_, pte. 2: “Que son hoy de los traperos | los más diestros
sacatrapos”.

[366] _Zurrido_, posverbal participial de _zurrir_, sonar
desapaciblemente. ÁVILA, _Ep._, 34: “Y todo se haya pasado así, como
agua que corría con zurrido”.

[367] _Encorozar_, por la coroza o cucurucho, aquí el de papel, en que
venden los confites.

[368] _Súpito_ es vulgar, de repente.

[369] _Garambainas_, gestos, rasgos o adornos demasiados. CALDER.,
_Cuál es may. perf._, j. 3: “Que sepa hacer unas garambainas del pelo”.

[370] _Ojo avizor_, ojo alerta, ojo, abrid el ojo, atención. LOPE,
t. II, 425: “Ojo al capricho”. CABRERA, p. 590: “Velad y estad ojo
alerta”. _G. Alf._, 1, 2, 1: “Ojo, pues; ¿quién otro tal?” CERV.,
_Cárc. Sevilla_: “El ojo avizor | todo el hombre tenga”.

[371] _De boga arrancada_, con todo el ímpetu, como la galera que corre
al impulso más violento de todos los remos. A. PÉREZ, _Viern. 1 Cuar._,
f. 87: “No queda curado un dolor por haberse mitigado algún tiempo si
de hecho no salió de boga arrancada”. Ídem, p. 131: “No descepa Dios ni
saca de boga arrancada los malos de su Iglesia”. REBULLOSA, _Teatro_,
p. 367: “El arte de navegar en llevar los remos de las mejillas a boga
arrancada, por rematar más presto”.

[372] _Saca que no escuece_, alude a gastos, contribuciones, etcétera.
F. AGUADO, _Crist._, 16, 8: “Que constase líquidamente de la entrada y
del recibo de la saca y del gasto”.

[373] _Jubón_, paliza. _Estebanillo_, 2: “Temiendo no me cogiesen en la
trampa y me diesen un jubón sin costura”.

[374] “nosotros jamás la decimos. Con _hágome_”. Edición de Zaragoza y
todas las posteriores. De sastres es mentir y ser pillos.

[375] _Lampiños_ por rasurarles el pelo.

[376] _De la agalla_, sin nada, burlados, que ya no tengan que ganar
con el vivo. Díjose del quedar como el pez preso por el anzuelo, de la
agalla. “_Quedar de la agalla colgado._ (Por quedar sin nada y sin lo
que se pretendía.)” (CORREAS, p. 592.) QUEV., _Poem. her._, 1: “Quieren
dejar al mundo de la agalla”.

[377] _Enfermedad de esparto_, el colgarle el verdugo del palo con
cuerda, ahorcándole.

[378] _Manos a la obra_, animando al trabajo.

[379] _Balsopeto_ o _falsopeto_, farseto, faltriquera falsa contra
ladrones de bolsas (ROSAL). _Lazarillo_, 2; _G. Alfar_, 1, 2. 3.

[380] _So-faldar_, alzar las faldas, levantar por debajo, descubrir.
Úsase en la ribera del Duero. _Musa_ 6, r. 30: “Sofaldé cerraduras y
candados”.

[381] _Retozar_, en la edición de Zaragoza y posteriores, menos la de
Bruselas, _retocar_.

[382] _Volatín_, alude además a la ligereza de los italianos y a los
saltimbanquis que de Italia venían.

[383] “uno”. (La impresión de Zaragoza y todas las siguientes).

[384] _Bastón_ con que el acróbata guarda el equilibrio, teniéndolo
entre las manos, cogido por sus extremos.

[385] “zapatazo”. (Edic. de Zaragoza y siguientes impresiones.)
_Zap-arr-aso_, como _zap-ada_, _zapu-ada_ en Asturias y _sap-ada_ en
Maragatería, _zap-ot-azo_ en Aragón, es la caída de bruces, como la del
_sapo_ o _zapo_ (CEJADOR, _Tesoro_, _Silb._, 213).

[386] “balanza”. (Todos los impresos.) Balancear la balanza, trayéndola
con nuevos pesos arriba y abajo.

[387] _Iglesia me llamo._ CORR., 1: “A Iglesia me llamo. (El que huye
de la ley del Rey)”, por el derecho de asilo de las iglesias, a las que
se acogían los perseguidos por la justicia. _Estebanillo_, c. 5: “Sin
valerme antana ni defensa de motilones ni aquello de iglesia me llamo”.

[388] Falta este último párrafo en la edición de Zaragoza, y no ha sido
impreso nunca en España. Hállase en la de Bruselas.

[389] Sobre estas hazañas del de Osuna véase la relació de Quevedo
en el _Mundo caduco y desvaríos de la edad_, págs. 182, etc., de
Rivadeneyra, t. 23: “y en Zara, lo que les fué de mayor daño, les
tomó (a los venecianos) las mahonas y en ellas todas las mercancías
de Levante”. Esto pasaba el año 1617. Despechados y avergonzados los
venecianos por las hazañas del Duque de Osuna, forjaron la supuesta
conjuración de 1618 para hacer odioso el nombre español ante toda
Europa, supliendo, como buenos mercaderes, la falta de arrojo y valor
con la astucia, la calumnia y la intriga.

[390] _Tenedos_, isla de la Natolia, célebre por sus vinos, sobre
la costa de Adin-Zic, al Sudeste de Lemnos y cercana al estrecho de
Gallípoli.

[391] Esto es, _desde Salónica_ o Thesalónica, antigua y famosa ciudad
de la Turquía europea, capital de la Macedonia, con un buen puerto y
muchos fuertes.

[392] _Para que se almorzase al capitán_ imprimieron en Zaragoza, y
este desatino ha venido, sin excepción, reproduciéndose hasta hoy, con
más el de concluir el período en _Minerva_, dejando colgado el sentido.

[393] No será impertinente copiar aquí lo que acerca de este caballo
escribe Pandolfo Colenucio en su _Historia del reino de Nápoles_,
lib. 4, cap. 14. Refiriendo cómo el rey de Alemaña, Conrado, tomó por
fuerza de armas la ciudad en 1253, derribó sus muros y asoló muchos
palacios de próceres rebeldes, “fué--dice--después a la iglesia mayor,
y en medio de la plaza della estaba un _caballo de bronce_ sin freno,
estatua antigua guardada allí para ornamento y por ventura por armas
de la ciudad. Conrado le hizo poner sobre las riendas estos dos versos
esculpidos:

      _Hactenus effrenis, domini nunc paret habenis:
      Rex domat hunc aequus Parthenopensis equum_”.


[394] Aquí hubo de cortar la censura o el que preparó la edición de
Zaragoza, suprimiendo lo que sigue hasta el fin, y estropeando un
capítulo como éste, de tal importancia política.

[395] El reino de Nápoles fué desde lo antiguo feudo de la Iglesia, y
tenían sus Reyes que recibir la investidura de los romanos Pontífices,
que los consideraban como censatarios. A Carlos de Anjou y a su mujer
Beatriz les impuso el Papa Clemente IV, cuando en 1265 los coronó reyes
de Sicilia, un tributo de 48.000 ducados cada un año para la Sede
apostólica. En el Códice H. 50 de la Biblioteca Nacional hay noticia
de haberse presentado al Papa el embajador de España, Conde de Castro,
miércoles 29 de junio de 1611, con acompañamiento de 500 de a caballo
para hacer el feudo acostumbrado en el día de San Pedro por el reino de
Nápoles, entregando la hacanea blanca y una póliza de 7.000 escudos.

[396] Esto es, al puerto.

[397] Era anejo del oficio de _rufián_ el robo, el encubrir ladrones,
lo alcahuete, valentón, espadachín de alquiler y asesino. Reuníanse en
cofradías, sin que pudiesen las justicias exterminar estos desalmados,
cuya vida y costumbres retrató prodigiosamente Cervantes en la gallarda
novela de _Rinconete y Cortadillo_, de donde trasladó algunos buenos
rasgos a la comedia de _El Rufián dichoso_. El licenciado Cristóbal
de Chaves escribió en 1598 una _Relación de la cárcel de Sevilla_,
curiosísima por las noticias que da acerca de los rufos o germanes y
de su lengua y crímenes, que no bastaban a extirpar los más bravos
castigos. “Hay semana de diez y ocho azotados y ahorcados, y en
galeras, de cincuenta en cincuenta, y si todo se apurase, no creo
habría nadie sin pena y castigo”. (_Biblioteca Colombina_, Aa. 141, 4,
fol. 155).

[398] _Ene de palo_, la horca. QUEV., _Jácara_ 2: “Murió en la ene de
palo”.

[399] “se pagaban”. (Ms. original).

[400] “hoy”. (Edic. de Zaragoza y todas las demás).

[401] _Flores_ entre tahúres eran las señales en las cartas y demás
fullerías que se hacían con los naipes, por darles buen fruto y
ser delicadas mañas de ingenio. _Entrem. del siglo XVII_, p. 291:
“Los jardines del naipe los plantamos | a medias, yo ganando, otros
perdiendo: | todo cuanto yo gano con mis flores | lloran ellos con ojos
infelices; | y así en estos jardines excelentes | mías las flores son,
suyas las fuentes”. Navarrete, _Casa juego_, f. 63: “A cuya voz acuden
los de la flor y la estafa”. Así, _descornar la flor_, o _entrevar_ o
_entender la flor_, era descubrir al jugador la fullería o flor.

[402] _Gatos_, bolsas de piel de gato, como todavía en Segovia. _Haber
gato encerrado_ es haber buena bolsa escondida.

[403] _Trocada_, la del revés, la contraria. GRACIÁN, _Critic._, 2, 13:
“Todo cuanto miraba le parecía andar al revés, todo a la trocada, lo de
arriba abajo”. _Entrem. s. XVII_, p. 602: “Plegue a Dios no suceda la
trocada”.

[404] _Maullón_ es el gato que maulla mucho. Aplícase aquí al fullero,
por lo que trabaja con las uñas y por la algazara que mueve para marear
a su compañero.

[405] La historia de Ozmin y Daraja, a quienes favoreció la reina
Isabel, cuéntase en _Guzmán de Alfarache_, l. 1, c. 8.

[406] Alude a la especie muy valida entre el vulgo de que fué un saúco
de donde se ahorcó Judas.

[407] “fugitivos a Dios” (edición de Zaragoza); “fugitivos y rebeldes a
Dios” (la de Bruselas).

[408] “público, después”. (La de Bruselas).

[409] “quieran”. (Ms. original).

[410] “a las Canarias”. (Ídem).

[411] “navegar”. (Edición de Zaragoza y todas las demás).

[412] _Rispose Lorenzo (Medici), che la sua stadera era giusta, ma
che non l’aggravavano napolitani, et milanesi tanto distratti dalla
forza della Spagna, et pieni di popoli, che con tanta mala volontà
sopportavano il dominio delle nationi straniere; et le Indie vuote
d’habitatori. Ma che la devotione, et la moltitudine de i sudditi, la
fecondità et l’unione de i stati erano il grave peso che la facevana
traboccare._ (_Pietra del paragone político_, di Traiano Boccalini).

[413] “A los ladrones bástales no restituír lo hurtado, sin hurtar”.
(Edic. de Zaragoza y siguientes).

[414] _Cicatero_ es cortador de _cicas_ o bolsas, un género de ladrones.

[415] “hermosura de sus ciudades y la grandeza de su estado, el
comercio de Liorna”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).

[416] “estas”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).

[417] “nació de medio a medio”. (Ídem).

[418] “vuelvo en oro”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores, menos la
de Bruselas).

[419] “lo supiesen los príncipes”. (Todos los impresos).

[420] “hacerse”. (Edic. de Zaragoza y todas las demás).

[421] “enorecer”. (Ms. original).

[422] _Sollastre_ es pícaro de cocina. _Guzm. Alf._, 1, 2, 5:
“Parecióle mejor, sacándome de aquel oficio a sollastre o pícaro de
cocina”. Díjose de _sollar_, o sea soplar. CORREAS, 108: “El herrero
de Arganda, él se lo suella y él se lo macha y él se lo saca a vender
a la plaza. (Suella es sopla con el fuelle.)” Úsase en Asturias. HERN.
NÚÑEZ: “Sorbe y solla, que más hay en la olla”. Viene de _sufflare_.

[423] “peleona” (todos los impresos); “pelarza” (Ms. original.)
_Pel-aza_ y _pel-arza_, del pel-arse al reñir.

[424] “afeitarse con tijeras”. (Los impresos).

[425] “Voto a tal” (los impresos); “Voto a xpo” (el original).

[426] “un tan largo camino”. (Los impresos).

[427] _Zabucar_, dar topetazos y empujones y revolver un líquido de la
misma manera, mezclar. _Entrem. s. XVII_, 24: “Dame aquesos brazos,
reina de mis ojos, | que es justo que en ellos me zabuque todo”. JAC.
POLO, _Univers._: “Aquí las dificultades, | que en las mentes se
zabucan, | satisfacen las doctoras | desatándoles sus dudas”.

[428] “tal, dijo”. (Los impresos).

[429] _Gatos_, bolsas.

[430] “todas”. (Los impresos).

[431] Esto es, convertirme en un Bernardo del Carpio y hacer otra de
Roncesvalles, victoria que le atribuyen los antiguos cantares.

[432] En francés, _bougre_. Vale, según su propia significación,
_sodomita_; pero sin idea semejante y aun sin saber lo que significa,
aplícase por desprecio esta palabra, en castellano, a cualquier
extranjero.

[433] Los libros de caballería y las historias de Carlomagno y Morgante
hacen señalada memoria del conde _Galalón_ de Maganza, por cuya
traición cuentan que murieron los doce Pares de Francia.

[434] “de la daga”. (Los impresos).

[435] _Gabacho_, apodo que a los franceses daban los españoles
fronterizos, por sus _gaves_ o ríos entre cañadas del Pirineo, y
después se corrió al resto de España; encierra sentido despectivo y
hasta el de cobarde aplicado a un español.

[436] “a pasajeros de a mula”. (Los impresos).

[437] _Dar tapaboca_, frase de esgrima, dando en la boca con el botón.
_Quijote_, 2, 19: “Un tapaboca de la çapatilla de la espada del
Licenciado”. Ídem, 2, 32: “Si Reynaldos de Montalván huviera oydo estas
razones al hombrecito, tapaboca le huviera dado que no hablara más en
tres años”.

[438] “dos ministros”. (Los impresos).

[439] “en el mundo, y la astucia conserva al mundo en discordia, y la
disimulación”, etc. (Los impresos).

[440] “el imperio”. (Ídem).

[441] “a sí”. (Los impresos).

[442] Asesinó _Ravaillac_, en 14 de mayo de 1610, al magno Enrico de
Francia, y pereció en 27 de aquel mes entre suplicios que los jueces
imaginaron proporcionados al crimen.

[443] “invención de la”. (Todos los impresos).

[444] “Olanda le han tomado”. (Ídem).

[445] Lo que sigue hasta concluir el capítulo no se incluyó en la
primera edición de Zaragoza, 1650. Hállase en la de Bruselas, 1660,
con estas variantes: “de un capricho de un republicón de los _de
Capiduchi_... Pruébolo. _Pilatos, por razón de estado_, condenó al
Justo... Pilatos, constante y _pertinaz_..., para que _le_
crucificasen..., _descendía_ de alguno que _dependía_ de otro”.

[446] Así que entró en Italia, en el verano de 1633, el infante
cardenal don Fernando, deseó con grandes veras, para el sosiego de
aquel hermoso territorio, componer las diferencias que había entre el
Duque de Saboya y la República de Génova, y teniendo orden y poder del
Rey de España, su hermano, se erigió medianero entre ambas partes y las
concertó con maravilloso tino y extraordinaria prudencia en julio del
año siguiente de 1634.

[447] “defensiones”. (Edic. de Zaragoza y españolas del siglo XVII).

[448] “monsiur”. (Ms. original).

[449] _Aldiguera_ estampa la edición de Zaragoza: así estropearon los
castellanos el título de Francisco de Bonne, duque de _Lesdiguieres_.

[450] “al dueño de su casa”. (Edic. de Sancha).

[451] Léese _Banqui_ en la impresión de Zaragoza y en todas las
posteriores. ¿Dictaría tal vez Quevedo _Acqui_, fuerte ciudad del
Monferrato, en la ribera del Bormia, célebre por sus aguas hirvientes?
¿O _Voutry_, o _Bardi_, o _Bagni_?

[452] “con las espaldas vueltas”. (Las impresiones españolas todas).

[453] “Volvió el magnífico”, etc. (Ídem).

[454] Dióse la memorable batalla de _Nortling_ miércoles 6 de
septiembre de 1634. Ganáronla el Rey de Hungría, las tropas españolas
mandadas por el cardenal infante don Fernando de Austria y las de la
Liga católica, por el Duque Carlos de Lorena, contra las aguerridas y
veteranas del Rey de Suecia, a cuyo frente se hallaban los valerosos
capitanes duque Bernardo de Weymar, Gustavo Horren, Gratz y Duque de
Witenberg. El Rey de Suecia había muerto dos años antes, el 16 de
noviembre de 1632, en la batalla de Lutzen.

[455] Llamábanse _espagíricos_ los médicos que se valían de la Química
y de preparaciones de minerales para curar a los enfermos.

[456] Juega del vocablo donosamente Quevedo, por significar la voz
_dieta_, la abstinencia de alimentos que se hace en orden a la salud,
y, al propio tiempo, la Asamblea de los Círculos del Imperio y Estados
de Polonia, para determinar acerca de los negocios públicos.

[457] “reyes y visires”. (Los impresos.)

(_Cadí_ llaman los árabes al juez de causas civiles, y conoce en África
de las de religión. Cervantes introduce en la jornada segunda de la
comedia _La Gran Sultana_ al Gran Cadí, advirtiendo que es juez obispo
de los turcos, y le hace decir:

      “De las sentencias que doy
      No hay apelación alguna”.

_Bey_ equivale a _señor_, y se da el nombre de beyes (escríbese Begh o
Bek) a los gobernadores de ciertos territorios o ciudades marítimas de
Turquía. Es el _Gran Visir_ primer ministro de Guerra y Estado en la
Corte otomana, empleo que instituyó Amurates en 1370. Preside a otros
seis Visires inferiores, y llevan el peso de los negocios. Apellídanse
_Morabitos_ (religiosos) los sabios, santones y ermitaños que hacen
profesión la virtud y la sabiduría. Los _bajaes_ son oficiales que
ejercen el mando de una provincia).

[458] “juzgaba a desautoridad que sus vasallos oían su voz”. (Los
impresos del siglo XVII).

[459] “premio”. (Edic. de Zaragoza y todas hasta hoy).

[460] “reyes en las memorias”. (Ídem).

[461] “mucho”. (Edic. de Zaragoza y las posteriores).

[462] “tragino, el tesoro”. (Ídem).

[463] “Sinan rey”. (Todos los impresos).

[464] “cristiano”. (Ms. original).

[465] “sangre”. (Ídem).

[466] Subida ponderación del miedo que tenían los turcos al Duque de
Osuna. _Estambol_ o _Estambul_ llaman a Constantinopla los turcos,
estragando el antiguo nombre _Constantinópolis_. En la edición de
Zaragoza imprimieron _Estambor_, y así ha venido reproduciéndose.

[467] “bachilleres, de su espada, no de su libro: dicen los reyes, que
tienen sus dominios, los ejércitos, no las universidades, ganan, y
defienden victorias, y no disputas, los hacen grandes, y formidables,
las batallas,” etc. (Edición de Zaragoza). La puntuación, en todos los
impresos, no es menos absurda, desorientando al lector y embrollando
las cláusulas. Se sigue en el texto fielmente el manuscrito original,
donde aparece, como a todas luces pide el recto sentido.

[468] Todos estos períodos anteriores, continuada ironía, sátira
sangrienta contra los Ministros de Felipe IV, deben contener tal vez
las opiniones políticas, las máximas de alguno de ellos, a quien se
puso el apodo de _Sinan bey_, y aquí se presentan como sentencias, como
verdades incontrovertibles, para herir el ánimo del lector, despertar
su juicio y armarle en contra de doctrina tan desaforada.

[469] Disparatada la puntuación en todos los impresos, hacíasele
decir a Quevedo lo que no imaginó jamás. _Burrajear_, borrajear con
la pluma y hacer mal una cosa, así también lo usa en _Orlando_, 2, y
en _Virt. mil._, 3: “Si las facciones la burrajean la cara en lugar
de formársela”. Como en la _Cárcel de Sevilla_, que yo tengo por de
Cervantes: “Y a los demás borrajarles las caras con una daga”.

[470] “armas”. (Los impresos).

[471] “Estos escritores que la alabaron, quedaron después de alabarla”.
(Los impresos).

[472] “entendimiento”. (Los impresos).

[473] Pinta el carácter de los españoles, traduciendo los siguientes
versos del primer libro de las _Guerras púnicas_, de Silio Itálico:

      _Prodiga gens animae, et properare facillima mortem.
      Nanque ubi transcendit florentes viribus annos,
      Impatiens aevi spernit novisse senectam._


[474] “en dar que escribir, que en escribir”. (Los impresos todos).

[475] “trompetas”. (Ídem).

[476] “Se gastaba”. (Ídem).

[477] “escribir”. (Los impresos).

[478] “ha la artillería”. (Ídem).

[479] “bajan las órdenes”. (Ídem. La puntuación en ellos es desatinada).

[480] “la falta”. (Ms. original).

[481] “Pero las batallas”. (Ídem).

[482] “siempre”. (Ídem).

[483] “y jueces, y sobre jueces, y contra jueces”. (Los impresos).

[484] “promesa de lo uno u de lo otro”. (Ms. original).

[485] “pues obedecido, preserva”, etc. (Los impresos).

[486] _Butiro_ es puro latín, _butyron_, o, mejor, digamos griego de
origen; en castellano se llama manteca.

[487] Los Condes de Egmont y Horne.

[488] “y con guerras”, etc. (Los impresos).

[489] “y en todas partes, de vasallos suyos nos hemos vuelto su
inquietud. Hemos considerado, que no sólo han ganado”, etc. (Las
impresiones españolas hasta fines del siglo XVIII).

[490] “resoluciones del Consejo”. (Los impresos).

[491] “engaitarlos la voluntad”. (Los impresos).

[492] “con el vidrio”. (Los impresos).

[493] _Zurriar_, sonar al rasgar el aire, hablar con desentono y
velocidad; de _zurrar_, por _zurrear_. QUEVEDO, _Cuento de cuentos_:
“Yo saldré, dijo la viuda zurriando como un rayo”. Comedia _Lena_,
2, 3: “Sabiendo que estaba enamorado della (que antes de ahora me ha
zurriado en las orejas)”. _Diálogos de montería_, 7: “Que le hubiesen
pasado zurriando algunos balazos por los oídos”.

[494] “hurtamos”. (Los impresos).

[495] “plata fina hacerle doblón”. (Los impresos).

[496] _Limiste_, un paño que se fabricaba en Segovia.

[497] J. ENCINA, 403: “Sobre negro no hay tintura”. CORREAS, 265:
“Sobre negro no hay tintura, mas hay pintura”. Ídem, 265: “Sobre negro
no hay tintura, sino amar y buen querer”.

[498] “imitación de uno”. (Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153, pág.
239).

[499] Este parrafillo, eliminado absurdamente de la edición de
Zaragoza, tampoco imprimió nunca en España, hasta la edición de
Rivadeneira. Hállase en el Ms. original y en la colección de Bruselas,
1660.

[500] “están afectos a Roma sus corazones”. (Los impresos todos).

[501] “ha vuelto en estatura”. (Ídem).

[502] “Caigan de su grandeza, que si no, acabarán con la nuestra”. (Ms.
de Lista).

[503] Encuéntrase este mismo pensamiento al principio de la carta
que en julio de 1635 escribió e imprimió Quevedo, arguyendo al rey
de Francia, Luis XIII, por las nefandas acciones y sacrilegios que
cometieron sus tropas al romper la guerra contra España.

La circunstancia de verse diseminadas por el presente libro, y con
especialidad por este capítulo, todas las más importantes ideas
de aquella carta, sería una buena prueba, si no hubiese otras más
eficaces, de que _La Hora de todos_ fué bosquejada completamente en
el verano de 1635, y que del trabajo en que a la sazón se ocupaba se
utilizó el señor de Juan Abad para el opúsculo político dirigido al
Príncipe francés.

[504] “mira sólo a sus conveniencias, y que cree en lo que desea”. (Los
impresos).

[505] “usurpar sus Estados”. (Ms. de la Biblioteca Nacional, T. 153,
pág. 239).

[506] Este párrafo y el pequeño que le precede fué igualmente suprimido
en la edición de Zaragoza (1650). La de Bruselas (1660) lo incluyó;
pero las españolas no quisieron reproducirlo, y por ello, en ninguna se
encuentra.

[507] Ya indirectamente, ya a la descubierta, no sólo en éste, pero
en otros muchos pasajes, recordó nuestro sabio político al Príncipe
castellano la obligación y apremiante necesidad en que se hallaba de
ponerse al frente de sus ejércitos. Hacíale ver las prolijas, antiguas
y empeñadas guerras que desangraban su reino; cómo su presencia
infundiría valor incontrastable en las tropas, confianza en los
pueblos apartados, desaliento en los enemigos y había de acelerar los
prósperos sucesos. Advertíale, por último, que, declinando el peso de
las guerras sobre capitanes que raras veces tenían otro interés que el
de prolongarlas, por deber a ello su crecimiento y su medra, parecía
no dolerse de los sacrificios inmensos de sus vasallos, de tantas
haciendas deshechas, de tantas lágrimas vertidas, de tanta sangre
derramada. Pero Felipe IV, acostumbrado a los encantos de la música y
de la poesía, al aroma de los saraos y a los regalos del ocio, no gustó
nunca del estruendo de la artillería, del polvo de los combates y del
dudoso trance de una batalla.

[508] “resistirse”. (Los impresos).

[509] “de su persona”. (Ídem).

[510] “alimento”. (El Ms. original).

[511] “las lágrimas de Roma”. (Los impresos).

[512] _Los Monopantones._ (Nota del margen en el Ms. original). He aquí
_La isla de los Monopantos_, opúsculo que nuestro autor señalaba como
perdido en una Memoria de libros y papeles que le saquearon durante
sus últimas prisiones. Pareció después, y entró a formar parte de _La
Hora de todos y la fortuna con seso_, por los años de 1644. Sátira
sangrienta y mal embozada es ésta contra el Conde-Duque de Olivares y
los que oprimían con él y desmoralizaban al pueblo español. Pasa la
escena en _Salónica_, ciudad de judíos, por ser sumamente afecto el
Conde-Duque a los judíos, de haberlos hecho venir de Salónica, y de que
no pocos, en hábito y con nombre de cristianos, ocupaban altos puestos
en la milicia, en los tribunales y consejos. Los representantes de
las sinagogas simbolizan algunos consejeros y negociantes de aquellas
calendas (_banqueros_, que hoy se dice), a quienes el texto califica de
tramposos y revolvedores de Europa. Los _monopantos_ (esto es, hombres
pocos en número, pero dueños y árbitros de todo) son el favorito y sus
cómplices; España, las islas situadas entre el mar Negro y la Moscovia,
en los confines de la Tartaria. Uniformes los hebreos y monopantones en
medrar con la pública desolación y ruina, idólatras de la usura, de la
plata y oro y de cualquier animal de estos metales fabricado, júntalos
el político pintor a confeccionar malicias y engaños para engullirse a
los Reyes, repúblicas, magistrados y poderosos, y se confederan para
fundar la nueva secta del _dinerismo_, mudando el nombre de _ateístas_
en _dineranos_. Tal es el asunto del presente capítulo, reto de Quevedo
al poder del vanidoso Atlante de la Monarquía, verdadero origen de
sus persecuciones, lección útil para los Príncipes generosos y eterno
sambenito de los hombres que, contra la voluntad divina, se levantan
con los Reyes y se afanan por llamarse privados.

Los personajes, pues, de la fábula son:

_El Conde-Duque de Olivares_, bajo el anagrama de _Pragas Chincollos_,
Gaspar Conchillos.

Sospéchase que el secretario _Juan Bautista Sáenz y Navarrete_, con el
seudónimo de _Philárgyros_, avaro.

Dicen que el secretario _don Antonio Carnero_, con el de _Crysóstheos_,
ídolo, _becerro_ de oro.

_El padre Juan de Pineda_, de la Compañía de Jesús, bajo el anagrama de
_Danipe_, Pineda.

_El protonotario de Aragón_, don Jerónimo de Villanueva, bajo el de
_Arpiotrotono_, protonotario.

El licenciado _José González_, con el seudónimo de _Pacas Mazo_.

El padre _Hernando de Salazar_, inventor del papel sellado en 1636,
con el apodo de _Alkemiastos_, arbitrista o alquimista, por haber
convertido las resmas de papel bazo en ricos montones de oro.

Y varios hombres de negocios y consejeros a vueltas, encubiertos con el
título de _rabinos_. Para mayores pormenores, véase Fernández Guerra.

[513] “Estambor”. (Los impresos).

[514] “Rabí”. (Estampa constantemente el Ms. original).

[515] “Nacabarbaniel”. (Los impresos).

[516] “Nisin”. (Ídem).

[517] “Auenezra”. (El Ms. original). “Abenezra”. (Los impresos).

[518] “Chaminiel”. (Los impresos).

[519] “Por la de Liorna, Rabbi Gersonni”. (Las ediciones españolas).
“Por la de Livorna, Rabbi Cersonni”. (Las flamencas).

[520] “Gavirol”. (Los impresos).

[521] “Asapha”. (El Ms. original).

[522] “Meir Armahad”. (El Ms. original). “Moir Armaach”. (Los
ejemplares españoles). “Meir Armaach”. (Los belgas).

[523] “negociaban”. (Los impresos).

[524] “Barnachman”. (El Ms. original).

[525] _Monopantos_, “unos hombres que lo son todo”. (Nota de la
colección de Bruselas).

[526] “muda los semblantes”. (Los impresos).

[527] “Gaspar Conchillos, Conde-Duque”. (Nota del Ms. de la Biblioteca
Nacional, T. 153, pág. 240).

[528] Consejo supremo de los judíos, en que se decidían los negocios de
Estado y de la religión. El de Jerusalén componíase de 70 ancianos en
los tiempos del Salvador, y los inferiores, de 23.

[529] “Amigo de oro”. (Nota de la colección de Bruselas).

[530] “Ehrictotheos”. (Los impresos). “Dios de la tierra, hijo de
Vulcano”. (Nota de la colección de Bruselas).

[531] “Dice _Danipeani de Vandes_. Diga _Juan de Pineda_, de la
compañía”. (Nota del Ms. citado, T. 153, Bibliot. Nac.).

[532] “Arpiatrotono”. (El Ms. original). “Arpia Trotono”. (Las
publicaciones españolas). “Arpi Trotono”. (Las flamencas).

[533] “Pacasmazo”. (Los impresos).

[534] “Alkerriastos”. (Las colecciones españolas). “Daper Razalas”.
(Las belgas).

[535] “Se borre Pacas, mazo, Alkeriastos, Arpiatrotono (_y en su lugar
póngase_) _Jalzephez Nogos_, Joseph González; _Ardanzo Ranfales_,
Fernando Salazar, de la Compañía; _Arpitrotono_, Protonotario”. (Nota
del Ms., T. 153, Biblioteca Nacional). El _Daper Razalas_ de la
impresión belga, si fuera _Doper Razalas_, había de entenderse como
anagrama de _Pedro Salazar_.

[536] “monopantones”. (Los impresos).

[537] _“a todos”. (Ídem)._

[538] “en más el que hacíamos”. (Los impresos).

[539] “del cielo”. (Los impresos).

[540] “sendas tratables a nuestros pies lo profundo del mar”. (Los
impresos).

[541] _Horu La Adonai_, dice el Ms. original. _Horula Adonai_ todos los
impresos, que se interpreta: _Load a Jhowah._

[542] “incompatibles”. (Las ediciones españolas hasta mediados del
siglo XVIII).

[543] _Dixit insipiens in cor de suo: Non est Deus._

[544] “de hijos”. (El Ms. original).

[545] “ya muchos años”. (Los impresos).

[546] “su corona”. (Los impresos).

[547] “sus semblantes. El rey de Francia”, etc. (Ídem, menos las
impresiones belgas).

[548] “para que en sueldos”, etc. (Los impresos todos).

[549] _Mogollón_, entrometimiento de alguno para comer de balde a costa
ajena donde no le llaman ni es convidado.

[550] “socorremos a aquel Monarca”, etc. (Fuera de las ediciones de
Bruselas, todas).

[551] Esta grave censura, que solamente se lee en el Ms. original y en
las colecciones flamencas, tiene dos sentidos: o que realmente ocupaban
altos puestos del Estado hombres de sangre judaica, o, al menos, que la
avaricia y el desasosiego de sus almas no los hacía diferenciar de los
hebreos diseminados por todo el mundo.

[552] “lo paga del que lo cobra”. (Los impresos).

[553] “el fin”. (Los impresos).

[554] “llega para ellos”. (Ídem).

[555] “una Jerusalem”. (Ídem).

[556] “_no los quiero._” (Ms. original).

[557] “Pacasmazo”. (Los impresos).

[558] El licenciado José González, como _abogado_ y, por tanto, de
lengua expedita y afluente.

[559] “una deidad de rebozo”. (Los impresos).

[560] “todos”. (Ídem).

[561] “necromante”. (Ms. original).

[562] “calamita”. (Los impresos).

[563] Piedra imán, brújula.

[564] “a puntar”. (Ms. original).

[565] “cargándole”. (Los impresos).

[566] “se introducen”. (Ídem).

[567] Juan de Pineda y Hernando de Salazar, ambos de la Compañía de
Jesús, y José González.

[568] Τροχίσxοϛ, voz griega que se usa en la Farmacia, y significa
_ruedecilla_, _rodaja_. Úsase, pues, en la acepción de _pastillas_. Hay
trociscos de muchas especies y composiciones: aperitivos, purgantes,
alterantes y confortativos. Sus simples se hacen polvos y se mezclan
con algún licor proporcionado, y puestos a secar al aire y a la sombra,
lejos del fuego, se les da la figura que se quiere.

[569] _Gaspar_ de Guzmán, conde-duque de Olivares.

[570] “conocerlos”. (Los impresos).

[571] “Chrisotheos”. (El Ms. original). “Chritoteos”. (Los impresos).
“Chritoteos, _Judices Deorum_, o _Jueces de los Dioses_. Arriba puso
_Ericthoteos_, y aquí _Chritoteos_”. (Nota de la impresión de Bruselas).

[572] Don Antonio Carnero, Juan Bautista Sáenz Navarrete y Juan de
Pineda.

[573] “monopantones”. (Los impresos).

[574] “será bien se confiera”. (Edic. de Zaragoza).

[575] “Pacasmazo”. (Los impresos).

[576] El licenciado José González.

[577] “en rehenes”. (Los impresos).

[578] “Pacas-Mazo”. (Los impresos).

[579] “Asapha”. (El original y los impresos).

[580] “o en _dineristas_”. (Edic. de Bruselas).

[581] “fiero y en discordia”. (Los impresos).

[582] “Con esta controversia se envedijaron”. (Ídem).

[583] _Pelaza_ o _pelazga_ significa pendencia, riña o disputa.
_Empelazgar una controversia_ es frase inventada por el escritor para
encarecer la vehemencia del altercado.

[584] “perpetuas, por equilibrar”. (Ms. original).

[585] “Padece el Duque achaques”, etc. (Edic. de Zaragoza).

[586] Al margen en la edición de Zaragoza y al pie en la de Bruselas,
se lee: _Contra el gobierno repúblico_.

[587] “los ricos desprecian a los pobres, los pobres envidian a los
ricos”. (Los impresos).

[588] “soberanía de los unos”. (Los impresos).

[589] “mormollo”. (Ms. original).

[590] “gazpellidos y los amagaban”.

[591] “no son”. (Edic. de Zaragoza y españolas del siglo XVII).

[592] Nota se lee al margen en la edición de Zaragoza.

[593] “del futuro?” (Ms. original).

[594] “sois contra”. (Los impresos).

[595] “y desgobiernan el mundo, y desgobiernan”. (Ídem).

[596] “a él”. (Ídem).

[597] “¿Quién es soberano y de qué, si no os huye?” (Ms. de Lista).

[598] “convencido?” (Los impresos).

[599] “saber, si una libertad vuestra”. (Las impresiones españolas
hasta fines del siglo XVIII). “sabor si una libertad”. (Las belgas).

[600] “contar. En los degüellos el escarmiento sigue a la pena”. (Los
impresos).

[601] “guarda”. (Los impresos).

[602] “pelarza y mormollo”. (Ms. original). “Pelanza y mormullo”.
(Todos los impresos).

[603] Dase _sanctus_ en Misa, pasándose de uno a otro y dando a besar
lo que se llama _sanctus_.

[604] “armado. Un francés monsiur y un italiano monseñor habíanse
ya pronunciado el enojo con algunos sopapos, con séquito de voces y
bocados”. (Los impresos).

[605] “destrozaba de cólera”. (Ídem).

[606] “Proponía”, etc. (Todos los impresos).

[607] Todo esto suena para _Francia_, y es a _España_ a quien lo dice
Quevedo, por los desastrosos valimientos del Duque de Lerma, de don
Rodrigo Calderón y del Conde-Duque de Olivares.

[608] “infame muerte”. (Los impresos).

[609] “Los alemanes quedaron con los demás oyentes suspensos y
pensativos. Encamináronlos”, etc. (Las impresiones españolas hasta
fines del siglo XVIII).

[610] “yo”. (Las ediciones belgas, la de Sancha y siguientes, y el Ms.
de la Biblioteca Nacional, T. 153, fol. 239 v).

[611] “diciendo”, etc. (Las mismas). Suprimieron aquellas dos palabras
por no hallarles sentido en castellano. Efectivamente, no le tienen:
son italianas. _Pezzente_ (viene de _pezzo_, pedazo de cosa sólida,
como de pan, de madera) significa _pordiosero_, _mendigo_. _Mascalzone_
quiere decir _bandido_, _salteador de caminos_.

[612] “de los privados, detestable de los nepotes”. (El Ms. que acaba
de citarse de la Biblioteca Nacional).

[613] “preeminente”. (Los impresos todos).

[614] “de fuego y del manejo de todas armas”. (Todos los impresos).

[615] “la obstinación en trajes”. (Ídem).

[616] “arte conforme a la opinión”. (Los impresos todos).

[617] Estas frases van disparadas al Conde de Olivares, _duque_ de
Sanlúcar, don Gaspar de Guzmán.

[618] “Duque hay que aprendió tan de coro la aristotélica doctrina,
que, por hacerlo mejor que todos, se excedió a sí mismo; y a él pueden
acudir los que pretendan aventajarle, que les juro por mi vida no han
de conseguirlo más que si tratasen de topar con la cuadratura del
círculo”. (Ms. de Lista).

[619] Lo dice Quevedo por sí mismo, acordándose de sus persecuciones.
Este pensamiento ¿le sugeriría el de _La Felicidad desdichada_, novela
que escribió?

[620] “a él el postrero”. (Los impresos).

[621] “en las repúblicas y en los reinos. Los puntos sustanciales”.
(Todos los impresos).

[622] “condenen el traje: aquélla embaraza y extraña, y ésta está
quejosa”. (Los impresos).

[623] “solamente sean admitidos”. (Los impresos).

[624] “aventajada; no la presuntuosa”. (Ídem).

[625] Libro VIII de _La Farsalia_, verso 486.

[626] “que a mí no se me dará una higa dello; basta que yo lo crea”.
(Ms. de Lista).

[627] “no nos suceda”. (Los impresos).

[628] “andar”. (Ídem).

[629] “la conseja, y veréis en el cielo”, etc. (Todas las ediciones
españolas hasta fines del siglo XVIII).

[630] “escarapela”. (Todos los impresos).

[631] “nomon”. (Ms. original).

[632] “presencia soberana”. (Todos los impresos).

[633] “los repartiere, que es favores o desdenes”. (Ídem).

[634] “viles los unos”. (Ms. original).

[635] _Trocar las manos_, obrar al revés. REBOLLEDO, _Orac. fún._,
38: “En las muertes repentinas se hacen las cosas al revés, pues para
hacerlas al derecho y no venir a trocar las manos, _Ante obitum tuum
operare iustitiam_”. VALDERRAMA, _Ejerc. Feria 5, Ceniza_: ¿Qué sé yo
si se trocarán las manos?

[636] _En-garb-ull-ar_ es embarullar, así _garb-ullo_ es tropel de
gente, de _garba_, conjunto de muchos manojos de mies, en Aragón, y en
Málaga _garb-era_ es montón de haces de mies en el campo o en la era, y
_agarber-ar_, amontonar haces de trigo; de donde _garb-ear_ es coger,
robar, en _La Lozana andaluza_ (41).

[637] “mensajera de la diosa Juno con néctar, y Ganimedes con un
taller de jícaras de ambrosía. Minerva, hija del cogote de Júpiter”,
etc. (Edic. de Zaragoza y las españolas hasta fines del siglo XVIII.)
“(mensajera de la diosa Juno) con néctar, y Ganimedes”. (Edic. de
Bruselas y la de Sancha).

[638] “belicomen”. (Ms. original).

[639] “endragonada”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).

[640] El francés dijo _bardache_ y el italiano _bagoscione_, a lo que
el latino _cinoedus_, _puer meritorius_. Opónese a _bugre_.

[641] “afufó con él”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha). _Afufar_ y
_afufarse_ es huir, del _¡fuf!_ para ahuyentar. CÁNCER, p. 106: “Y
apostaré que pues él se afufó con tanta priesa”. TORRES NAHARRO, 2,
115: “Y se afufan con el caire” (se van con el dinero).

[642] Apodo con que se motejaba a los montañeses y vizcaínos, y que
sólo ha quedado ya para los asturianos. Quiere decir que si Júpiter
fuera asturiano, esto es, descogotado, no hubiera nacido Minerva de su
cogote. Sabido es que se tiene por descogotados a los asturianos.

[643] “Juno, que se había endragonado de ver al copero de Júpiter; mas
Venus”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).

[644] _Soltar la tarabilla_, charlar mucho.

[645] “trinchar”. (Edic. de Bruselas y la de Sancha).

[646] _Hurgonazo_, estocada. CALDERÓN, _Antes que todo, es mi dama_, 1:
“Ve aquí que me da | vuesarced un hurgonazo”. De _hurgón_, especie de
asador para menear la lumbre (COVARRUB.)

[647] “vizazas” (Ms. original). “vivazas”. (Ms. de la Biblioteca
Nacional, T. 153, fol. 240). “veazas”. (Edic. de Zaragoza). Alforjas de
vaqueta, con una abertura entre alforja y alforja para llevarlas en el
cuello el caminante, o asegurarlas en el arzón de la silla.

[648] Carne cocida y tostada después.

[649] _Estar a diente_, hambriento, sin comer.

[650] _Mareta_ es como marejada, del andar cojeando Vulcano.

[651] “mascujar”. (Todos los impresos).

[652] a estilo de las que se cantaban en un burdel o lupanar.

[653] “de quejidos”. (Todos los impresos).

[654] Llamaban así a un paso de los bailes sobremanera lascivo.

[655] “Y tronando de nuevo como al principio, riñó la luz con las
tinieblas, y era de ver los dioses girando alrededor de su padre, tan
pronto patas arriba como hacia abajo, hasta que, cayéndole Venus en los
brazos, le dejó caer los rayos, y al estrépito de un beso que dió el
barbudo Júpiter, se restableció la calma y todos quedaron contentos,
aunque asustados. Dióles licencia”, etc. (Manuscrito de Lista).

[656] _A puto el postre_, corriendo a porfía, del decir _puto sea el
postrero_ en llegar, pues va detrás, como en Horacio: “Scabies occupet
extremum”. JACINTO POLO, _Apolo_: “a puto el postre Apolo la seguía”.
Aquí termina la edición de Zaragoza y las españolas hasta fines del
siglo XVIII.

[657] “Ganimedes.--1645”. (Al pie del Ms. original). Éste es el año en
que el libro se puso en limpio, retocado y acicalado para la estampa.
Sin embargo, no le gozó el público hasta 1650, y aún entonces, el
nombre del autor se envolvió con el anagrama de _Nifroscancod Diveque
Vasgello_, _duacense_, que, para desorientar más, se le dió patria en
_Duay_, ciudad del País Bajo, en la Flandes francesa, pues no puede
tener otra interpretación la última palabra.


                     *       *       *       *       *

                    ESTE LIBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR
                   EN LA TIPOGRAFÍA DE «LA LECTURA»
                          EL DÍA IV DE JUNIO
                           DEL AÑO M.CM.XVII

                    *       *       *       *       *


                        EDICIONES DE LA LECTURA
                    PASEO DE RECOLETOS, 25. MADRID

                         CLÁSICOS CASTELLANOS

OBRAS PUBLICADAS

 =Santa Teresa.=--LAS MORADAS. Prólogo y notas por don Tomás Navarro.
   (Vol. 1.º de la Bibl.). (2.ª edición).

 =Tirso de Molina.=--TEATRO. (_El Vergonzoso en Palacio_ y _El Burlador
   de Sevilla_). Prólogo y notas por don Américo Castro. (Vol. 2.º de la
   Bibl.).

 =Garcilaso.=--OBRAS. Prólogo y notas por don Tomás Navarro. (Volumen
   3.º de la Bibl.).

 =Cervantes.=--DON QUIJOTE DE LA MANCHA. Prólogo y notas por don
   Francisco Rodríguez Marín, de la Real Academia Española. (Vols. 4.º,
   6.º, 8.º, 10, 13, 16, 19 y 22 de la Bibl.).

 =Quevedo.=--VIDA DEL BUSCÓN. Prólogo y notas por don Américo Castro.
   (Vol. 5.º de la Bibl.).

 =Torres Villarroel.=--VIDA. Prólogo y notas por don Federico de Onís.
   (Vol. 7.º de la Bibl.).

 =Duque de Rivas.=--ROMANCES. Prólogo y notas por don Cipriano Rivas
   Cherif. (Vols. 9.º y 12 de la Bibl.).

 =B.º Juan de Ávila=.--EPISTOLARIO ESPIRITUAL. Prólogo y notas por don
   Vicente G. de Diego. (Vol. 11 de la Bibl.).

 =Arcipreste de Hita.=--LIBRO DE BUEN AMOR. Prólogo y notas por don
   Julio Cejador. (Vols. 14 y 17 de la Bibl.).

 =Guillén de Castro.=--LAS MOCEDADES DEL CID. Prólogo y notas por don
   Víctor Said Armesto. (Vol. 15 de la Bibl.).

 =Marqués de Santillana.=--CANCIONES Y DECIRES. Prólogo y notas por don
   Vicente G. de Diego. (Vol. 18 de la Bibl.).

 =Fernando de Rojas.=--LA CELESTINA. Prólogo y notas por don Julio
   Cejador. (Vols. 20 y 23 de la Bibl.).

 =Villegas.=--ERÓTICAS O AMATORIAS. Prólogo y notas por don Narciso
   Alonso Cortés. (Vol. 21 de la Bibl.).

 =Poema de Mio Cid.= Prólogo y notas por don Ramón Menéndez Pidal, de
   la Real Academia Española. (Vol. 24 de la Bibl.).

 =La Vida de Lazarillo de Tormes.= Prólogo y notas por don Julio
   Cejador. (Vol. 25 de la Bibl.).

 =Fernando de Herrera.=--POESÍAS. Prólogo y notas por don Vicente
   García de Diego. (Vol. 26 de la Bibl.).

 =Cervantes.=--NOVELAS EJEMPLARES. (_La Gitanilla_, _Rinconete y
   Cortadillo_ y _La Ilustre Fregona_). Tomo I. Prólogo y notas por don
   Francisco Rodríguez Marín, de la Real Academia Española. (Vol. 27 de
   la Bibl.).

 =Fray Luis de León.=--DE LOS NOMBRES DE CRISTO. Tomo I. Prólogo y
   notas por don Federico de Onís. (Vol. 28 de la Bibl.).

 =Fray Antonio de Guevara.=--MENOSPRECIO DE CORTE Y ALABANZA DE ALDEA.
   Prólogo y notas por don M. Martínez de Burgos. (Vol. 29 de la Bibl.).

 =Nieremberg.=--EPISTOLARIO. Prólogo y notas por don Narciso Alonso
   Cortés. (Vol. 30 de la Bibl.).

 =Quevedo.=--LOS SUEÑOS. Tomo I. Prólogo y notas por don Julio Cejador.
 (Vol. 31 de la Bibl.).

 =Moreto.=--TEATRO (_El lindo don Diego y el desdén con el desdén._)
   Prólogo y notas por don Narciso Alonso Cortés. (Vol. 31 de la Bibl.).

=PRECIOS=: EN RÚSTICA, 3 pesetas; ENCUADERNADO EN TELA, 4; ÍDEM EN
PIEL, 5.


                          CIENCIA Y EDUCACIÓN


PUBLICADOS

 =P. Natorp.= _Pedagogía social._ Traducción del alemán por ÁNGEL
   SÁNCHEZ RIVERO. Precio: 6 pesetas rústica, 7,50 tela.

 =Rein.= _Resumen de Pedagogía._ Traducción del alemán por DOMINGO
   BARNÉS. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Davidson.= _La Educación griega._ Traducción del inglés por JUAN UÑA.
   Precio: 3 pesetas rústica, 4 tela.

 =H. Weimer.= _Historia de la Pedagogía._ Traducción del alemán por
   GLORIA GINER DE RÍOS. Precio: 2,50 pesetas rústica, 3,50 tela.

 =P. Natorp.= _Curso de Pedagogía general._ Traducción del alemán por
   MARÍA DE MAEZTU. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.

 =R. Altamira.= _Filosofía de la Historia y Teoría de la civilización._
   Precio: 2 pesetas rústica, 3 tela.

 =Abel Rey.= _Lógica._ Traducción por JULIÁN BESTEIRO. Precio: 6
   pesetas encuadernación tela.

 =Adolfo Posada, Felipe Clemente de Diego y otros.= _Derecho usual._
   Precio: 8 pesetas encuadernación tela.

 =Barth.= _Pedagogía._ Tomos I y II: Parte general y parte especial.
   Traducción del alemán por LUIS ZULUETA. Precio: 6 y 4 pesetas tela.

 =Abel Rey.= _Ética._ Traducción por MANUEL GARCÍA MORENTE. Precio: 5
   pesetas encuadernación tela.

 =Abel Rey.= _Psicología._ Traducción por DOMINGO BARNÉS. Precio: 5
   pesetas encuadernación tela.

 =Francisco Giner de los Ríos.= _Ensayos sobre educación._ Precio: 6
   pesetas rústica, 7,50 tela.

 =Brackenbury.= _La Enseñanza de la Gramática._ Traducción del inglés
   por ALICIA PESTANA. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Gibbs=, =Levasseur= y =Sluys=. _La Enseñanza de la Geografía_
   (monografías). Traducción y prólogo por ÁNGEL REGO. Precio: 1,50
   pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Lavisse=, =Monod=, =Altamira= y =Cossío=. _La Enseñanza de la
   Historia_ (monografías). Traducción por DOMINGO BARNÉS. Precio: 1,50
   pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Edmundo Lozano.= _La Enseñanza de las Ciencias físicas y naturales._
   Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Compayré.= _Pestalozzi y la Educación elemental._ Traducción por
   ÁNGEL REGO. Precio: 1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Compayré.= _Herbart._ Traducción por DOMINGO BARNÉS. Precio: 1,50
   pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Compayré.= _Herbert Spencer._ Traducción por DOMINGO BARNÉS. Precio:
   1,50 pesetas rústica, 2,50 tela.

 =Pestalozzi.= _Cómo enseña Gertrudis a sus hijos._ Traducción del
   alemán por LORENZO LUZURIAGA. Precio: 3,50 pesetas rústica, 5 tela.

 =Herbart.= _Pedagogía general_ y _Escritos pedagógicos_. Traducción
   del alemán por LORENZO LUZURIAGA, y prólogo de JOSÉ ORTEGA GASSET.
   Precio: 3,50 pesetas rústica, 5 tela.

 =Julián Besteiro.= _Los juicios sintéticos “a priori” según Kant._
   Precio: 1 peseta rústica, 2 tela.

 =Luis Zulueta.= _El Maestro._ Precio: 0,60 pesetas rústica, 1,50 tela.

 =Pestalozzi.= _El Método._ Traducción del alemán por LORENZO
   LUZURIAGA. Precio: 0,50 pesetas rústica, 1,50 tela.

 =Milton.= _De Educación._ Traducción del inglés por NATALIA COSSÍO.
   Precio: 1 peseta rústica, 2 tela.

 =Vives.= _Tratado del alma._ Traducción por JOSÉ ONTAÑÓN. Precio: 4
   pesetas rústica, 5,50 tela.

 =Montaigne.= _Ensayos pedagógicos._ Traducción, prólogo y notas por
   LUIS DE ZULUETA. Precio: 3 pesetas rústica, 4,50 tela.

 =Welpton.= _Educación física e higiene._ Traducción de RICARDO RUBIO.
   Precio: 5 pesetas rústica, 6,50 tela.


                           LIBROS ESCOLARES


=Publicados= (ENCUADERNADOS EN TELA).

 =ARITMÉTICA.=--GRADOS 1.º, 2.º y 3.º, por Luis Gutiérrez del Arroyo.
   _Precio: 0,50, 0,75 y 1 peseta._

 =CIENCIAS FÍSICO-QUÍMICAS.=--GRADO 3.º, por Edmundo Lozano. _Precio:
   1,50 pesetas._

 =HISTORIA UNIVERSAL.=--RESUMEN, por Lavisse, traducción y adaptación
   por J. Deleito. _Precio: 2 pesetas._

 =HISTORIA NATURAL=, por Francisco de las Barras. _Precio: 1,50
   pesetas._

 =EL CONDE LUCANOR.=--Adaptado para los niños por Ramón M. Tenreiro,
   ilustrado por A. Vivanco. _Precio: 75 céntimos._

 =LA VIDA ES SUEÑO.=--Drama de Calderón de la Barca, adaptado a manera
   de cuento por Ramón M.ª Tenreiro, ilustrado por F. Marco. _Precio: 75
   céntimos._

 =HERNÁN CORTÉS Y SUS HAZAÑAS=, por la Condesa de Pardo Bazán,
   ilustrado por A. Vivanco. _Precio: 75 céntimos._

 =PLATERO Y YO.=--ELEGÍA ANDALUZA, por Juan Ramón Jiménez, ilustrado
   por Fernando Marco. _Precio: 75 céntimos._

 =FÁBULAS LITERARIAS=, por Tomás de Iriarte, ilustradas por P.
   Muguruza. _Precio: 60 céntimos._

 =EL CALIFA CIGÜEÑA= y otros cuentos, de W. Hauff, narrados por R. M.
   Tenreiro, ilustraciones de P. Muguruza. _Precio: 75 céntimos._


En preparación

 =Historia de España.=--GRADOS 1.º, 2.º y 3.º por Rafael Altamira.

 =Geografía.=--GRADOS 1.º, 2.º y 3.º

 =Ciencias físico-químicas y naturales.=--GRADOS 1.º y 2.º, por Edmundo
   Lozano y Ángel Cabrera.

 =Gramática castellana.=--RESUMEN, por M. de Unamuno.

 =Geometría.=--RESUMEN, por Luis Gutiérrez del Arroyo.


                        BIBLIOTECA DE JUVENTUD


Publicados

 =EL CONDE LUCANOR.=--Adaptado para los niños por Ramón M. Tenreiro,
   ilustrado por A. Vivanco. _Precio: 1,50 pesetas._

 =LA VIDA ES SUEÑO.=--Drama de Calderón de la Barca, adaptado a manera
    de cuento por Ramón M. Tenreiro, ilustrado por Fernando Marco.
   _Precio: 2 pesetas._

 =HERNÁN CORTÉS Y SUS HAZAÑAS=, por la Condesa de Pardo Bazán,
   ilustrado por A. Vivanco. _Precio: 2 pesetas._

 =PLATERO Y YO.=--ELEGÍA ANDALUZA, por Juan Ramón Jiménez, ilustrado
   por Fernando Marco. _Precio: 2 pesetas._

 =FÁBULAS LITERARIAS=, por Tomás de Iriarte, ilustradas por P.
   Muguruza. _Precio: 2 pesetas._

 =EL CALIFA CIGÜEÑA= y otros cuentos, de W. Hauff, narrados por R. M.
   Tenreiro, ilustraciones de P. Muguruza. _Precio: 2 pesetas._


                             J. JÖRGENSEN
                     VIDA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

                  TRADUCCIÓN DE RAMÓN MARÍA TENREIRO
       =PRECIO=: En rústica, 5 pesetas; encuadernado en piel, 8.


                              SHAKESPEARE
                              EL REY LEAR

                    TRADUCCIÓN DE JACINTO BENAVENTE
       =PRECIO=: En rústica, 2 pesetas; encuadernado en tela, 3.



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